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30 de noviembre de 2006

Historias del grano de arena # 6. Fender Stratocaster

La adquisición de pecados de saldo lleva consigo en la mayoría de los casos un asesoramiento insuficiente y la omisión de una información tan vital como una advertencia tácita como es el significar que para el aprovechamiento adecuado de ciertas “faltas” hay estar dotado de facultades muy concretas. En consecuencia, la ira deberá ir acompañada de una fuerza física específica o un amplio conocimiento a nivel de defensa personal, así como con la gula es aconsejable no tener una especial predisposición a padecer dolencias cardiovasculares a consecuencia de los altos niveles de colesterol a los que nos podemos ver expuestos a causa de este hábito, tan perjudicial en ocasiones, pero tan placentero como es comer bien y en grandes cantidades.

En ocasiones un bar es un buen lugar para el análisis de la práctica de uno de estos pecados sin la posesión de las habilidades adecuadas y de eso precisamente trata la siguiente narración.

El Ingenioso Hidalgo Don Mendigo de la Costa

Un día como otro cualquiera me encaminé a disfrutar de un reparador café a media mañana en una cafetería a la que suelo acudir frecuentemente. Al entrar me pude percatar que solo había dos clientes, y es que a partir de cierta hora la mayoría de los bares disfrutan de una apacible calma después de la tempestad; un periodo de asueto tras la avalancha de trabajadores de la zona que acuden a desayunar todos al mismo tiempo.

Éstos estaban acomodados en la barra y como no me parecía apropiado ocupar una mesa para cuatro cuando iba a tomarme un simple café me encaminé a acomodarme en la citada barra siguiendo la norma no escrita de dejar, si es posible, al menos un asiento vacío con respecto a la persona más cercana.

Uno de ellos era un cliente habitual del negocio, el típico señor de mediana edad jubilado anticipadamente que se tomaba su aperitivo previo a la comida, tras su rutinario paseo mañanero y un reloj biológico que le impedía dormir más allá de las siete de la mañana, hora a la que se despertaba religiosamente cuando trabajaba, resultó que después de treinta años era una práctica imposible de modificar. El otro era un hombre de unos treinta años que por su apariencia, traje azul oscuro de firma más o menos reconocida y teléfono móvil de última generación, se suponía ejecutivo de alguna gran empresa que realizaba algún tipo de gestión por aquel lugar.

Tras los buenos días de rigor y sin dejar la típica discusión futbolística que mantenía con los dos clientes, el camarero y dueño del bar me sirvió la consumición mientras me preguntaba cual era mi opinión sobre si fue en posición de fuera de juego uno de los goles del partido del día anterior. El buen hombre buscaba un aliado puesto que él opinaba que sí mientras los otros dos señores mantenían que no fue en fuera de juego. Como no me apetecía entrar en polémicas absurdas le contesté que no había visto el encuentro y de ese modo me desmarcaba de la discusión. Seguían enfrascados en la disputa cuando de repente se oyó una tímida voz con acento anglosajón:

- ¿Podría tocar?

Detenido en la puerta del local, un mendigo guitarra eléctrica en mano le preguntaba al dueño del bar si podía tocar dicha guitarra con la intención de conseguir alguna limosna; éste le invitó delicadamente a que no lo hiciera aduciendo que no merecía la pena, que solo había tres clientes y que no era necesario el esfuerzo, pero que si quería, le invitaba desayunar. Por su aspecto parecía el viejo hippie errante que se busca la vida en lugares eminentemente turísticos y generalmente costeros para conseguir los medios económicos necesarios para seguir viajando de ciudad en ciudad. Por sus ropas ajadas parecía que lo llevara haciendo muchos años.

Una aparente vergüenza hizo que el hippie en un principio declinara la invitación, pero la insistencia sincera del dueño del bar consiguió que éste aceptara. Como portaba una mochila de considerables dimensiones y la mencionada guitarra eléctrica, educadamente solicitó acomodarse en una de las mesas considerando que en la barra esos bultos podrían estorbar al resto de clientes, a lo que el dueño no puso ninguna objeción. El hombre parecía buena persona, un rictus bobalicón producido seguramente por los excesos le otorgaba un aspecto de indefensión que incitaba a la compasión. Si le añadimos las evidentes dificultades con el idioma que evidenciaba cuando se le preguntaba algo y el hecho de no dejar de hacer reverencias para agradecer la invitación, consiguió que nos cayera simpático a todos los presentes, al menos en apariencia. Ya con el bocadillo y un humeante café en la mesa, el mendigo se levantó y se dirigió al baño no si antes solicitar un permiso que por supuesto le fue concedido.

- Este va a drogarse, advirtió al dueño del bar el cliente más mayor.
- ¿Por qué iba a drogarse, hombre?, tendrá que evacuar la criatura, a saber desde cuando no puede usar un inodoro, le replicó en tono más bien jocoso.
- Pues tu veras lo que haces, se dijo el cliente en tono de advertencia.

El hippie Llevaba un par minutos en el baño cuando de repente el cliente más joven mirando fijamente la guitarra ladea la cabeza hacia la izquierda, después hacia la derecha y exclama:

- ¡Eso es una Fender Stratocaster de 1965!, a ver, si señor, es una Fender Stratocaster del 65. ¡Es increíble!
- ¿Y qué es eso?, preguntó el dueño del bar.
- Es una guitarra mítica, espera un momento, tiene las cuerdas montadas al revés, es una guitarra de zurdo y aunque esté casi borrado tiene un autógrafo, ¡
Jimi Hendrix! ¡Es un autografo de Jimi Hendrix! ¡Vaya reliquia tiene el hippie!
- ¿Y vale mucho?, le picaba la curiosidad al dueño.
- Por una como esta pagaron hace poco
150.000 € en una subasta.
- ¡Caramba!, exclamamos todos.
- Lo que es la vida, el tipo lleva encima una fortuna y mira como vive, dijo el camarero sin comprenderlo.
- Es que si yo tuviera una como estas, creo que tampoco la vendería oiga, contestó el cliente trajeado.
- ¿Está usted seguro de lo que dice? Preguntó el hombre más mayor.
- Y tan seguro, soy un autentico fanático de la música, de hecho me dedico a ello, pero no tengo el dinero necesario para hacerme con una como esa.
- Porque no sabes…, le faltó decirle tonto al muchacho, verás ahora.


En ese momento salía el hippie del baño y el bar quedó en silencio. Volvió a la mesa y continuó comiendo. Con un gran sorbo de café dio por finalizado el desayuno y empezó a recoger los bártulos. Agradeciendo de nuevo el gesto que habían tenido con él de proporcionarle un bocado gratis se dirigió hacía la puerta con ánimo de abandonar el local, pero antes de que pudiera salir del bar el cliente mayor lo detuvo:

- Mira, tengo una hija que quiere aprender a tocar la guitarra y como no me quiero gastar el dinero en una guitarra nueva te compro la tuya.
- No, no, sino no tener para ganar euros, le dijo el mendigo con dificultad.
- Que sí hombre, mira, te doy 300 €.
- No por favor no poder aceptar dinero por guitarra, tengo mucho amor a ella, volvió a indicarle que no tenía interés en venderla.
- Escucha, te doy 500 €, ya no es solo por la guitarra, sé que vale menos, pero quiero ayudarte.
- No, por favor.
- 1.000 € y es mi última oferta.

Para alguien que vive en la miseria mil euros ya empezaba a ser un capital muy jugoso. Con esa cantidad podría comprarse otra guitarra y aún quedarle bastante dinero para poder comer durante al menos tres meses. Se lo estuvo pensando alrededor de un minuto.

- Trato hecho, le dijo el mendigo aceptando la oferta.
- Pues espera un momento que voy al banco a sacar el dinero. Como comprenderás no suelo ir habitualmente por la calle con 1.000 € en el bolsillo, le instó el señor a que aguardara.
- No problema, asintió el hippie.

El hombre salía a toda prisa del local con el propósito de rubricar la transacción lo más raudamente posible cuando al pasar frente a mí me guiñó un ojo con aires de haber conseguido embaucar al mendigo. Era deleznable expresión de un triunfo indigno por estar a un paso de hacerse con la guitarra de los 150.000 €

Daba lástima ver como miraba el hippie a la guitarra en su despedida, la acariciaba suavemente mientras parecía pedirle perdón por deshacerse de ella. En su idioma natal le daba las gracias por los servicios prestados durante los últimos años y casi no podía reprimir las lágrimas. Cuando llegó el comprador se secó las lágrimas y con gesto firme le hizo entrega de su adquisición; no en vano eran 1.000 € y nadie necesitaba ese dinero como él. El señor le entregó el importe convenido y sellaron la venta con un apretón de manos. El comprador volvió a sentarse en su taburete apoyando la guitarra en la barra mientras el mendigo contaba el dinero con avidez. Observaba apesadumbrado el regocijo con que examinaba el mendigo los billetes. Estaba indignado por haber sido testigo de como había sido engañado un pobre hombre por un tipo sin escrúpulos.

Cuando estaba resuelto a intervenir el mendigo me miró sin abandonar el cálculo, y para mi sorpresa por unos momentos había desaparecido esa expresión cándida; esbozando una sonrisa pícara me insinuó que no tenía que preocuparme y se marchó.

El señor maduro se jactaba ante los demás de su adquisición, con sus comentarios de carácter condescendiente nos otorgaba la condición de pánfilos a los demás por no saber aprovechar esa oportunidad. Siempre cree el ladrón que todos son de su condición y piensan que el que no la hace es porque no sabe y no porque no quiere. Cansado de escuchar como se vanagloriaba me marché un poco ofuscado.

Al día siguiente volví como todas las mañanas a hacer una reglamentaría pausa en la labor, y aunque era más temprano que cuando bajé en la jornada anterior, el señor que había comprado la guitarra estaba allí sentado junto al instrumento en la barra del bar. La cara de pocos amigos inducía a pensar que el negocio no había sido tan fructífero como él pensaba. Según contaba, tras cargar casi todo el día con ella a cuestas, llevó la guitarra a un amigo tasador que tenía contactos en el mundillo de las subastas de antigüedades. Tras un breve análisis dicho amigo le preguntó con extrañeza el motivo de su interés en un instrumento viejo que no valía más de 60 €. Casi se desmaya de la impresión. Me resultó casi imposible contener la sonrisa escuchando al caballero lamentar, dándoselas de pobre inocente, el haber sido víctima de una vil estafa; por lo visto llevaba buscando al hippie por la ciudad desde el día anterior y aún no se daba cuenta que el cliente del traje caro era el cómplice del mendigo.

Que la avaricia rompe el saco es un dicho popular tan sabio como viejo y en esta ocasión el burlador había sido burlado. Dicen que el ladrón que roba a otro ladrón tiene cien años de perdón y el hecho de usar por parte de los timadores como vehículo el ansia de sus presas de beneficiarse a costa del desfavorecido, consiguen que este tipo de estafa albergue cierto grado de nobleza.
El timado optó por no denunciar, la evidencia de ser víctima cuando su intención era la de ser verdugo le hizo declinar esa opción y aunque ya ha pasado el tiempo algún que otro conocido le pregunta en tono jocoso por “su” guitarra con el consiguiente enfado de éste.

Podemos percatarnos que una cualidad fundamental para la práctica de un pecado tan especializado como la codicia es la inteligencia. Una carencia significativa de ésta y una acusada arrogancia fueron los factores del fracaso de éste avaricioso sujeto. Por cierto, si alguna vez os cruzáis con un hippie ataviado con una vieja Fender preguntadle que hizo con los 1.000 € de la guitarra de Jimi Hendrix, seguramente en esta ocasión él os invitará a desayunar y os contará esta historia, pero tengan cuidado, no se crean ni una palabra de lo que les diga.

23 de noviembre de 2006

El Proyecto Meteoro

En la actualidad ya nadie cuestiona la capacidad de los medios de comunicación como instrumento a la hora de condicionar las decisiones de las masas. De todos es sabido que el dominio de la prensa, es el mejor vehículo para manipular la información o desviar la atención del vulgo hacía otras cuestiones menos importantes -las famosas cortinas de humo-. Los medios son determinantes a la hora encauzar la facultad de decisión de las personas en asuntos sociales de especial relevancia y más significativamente en cuestiones particularmente relacionadas con la política. Quién controla el cuarto poder, controla al pueblo.

¿Pero que ocurre si se utilizan estos medios de comunicación para controlar la voluntad de las personas y apoderarse de sus mentes?

Con un espíritu en sus inicios primordialmente cultural e informativo, Televisión Española realizó en 1956 su primera emisión. En su nacimiento la programación consistía básicamente en noticieros, obras de teatro y retransmisiones deportivas. Pero los dirigentes de la época se dieron cuenta de la capacidad de manipulación que ofrecía la televisión con la aparición en 1966 de un programa infantil llamado los
Chiripitifláuticos.

Observaron que los niños quedaban absortos delante del televisor; permanecían quietos y en silencio mientras duraba programa y en 1976 se hizo aún más patente con el estreno de la primera serie de animación japonesa que se pudo ver en España,
Speed Racer, más conocida como Meteoro.


Comprobaron el poder hipnótico de los dibujos animados provenientes de Japón y teniendo en cuenta el detalle que tras su derrota en la Segunda Guerra Mundial este país resurgió en base a su política económica, destacando especialmente por su tenacidad en el trabajo y su habilidad en materias tecnológicas, hizo pensar a los científicos españoles en la posibilidad de una relación entre los citados dibujos animados y los frutos conseguidos por está nación en lo que parecía uno de los logros financieros más destacados del siglo XX.

Si le añadimos el hecho que España era un país estancado económicamente y que los mandatarios sentían que políticamente la nación se les escapaba de las manos tras la muerte de Franco, decidieron poner en marcha el más ambiciosos y oscuro experimento científico que se haya realizado jamás, El Proyecto Meteoro.

Con unas canciones de cabecera extremadamente pegadizas y una trama ligera, se aprovecharon de la ventaja que les proporcionaba existencia de un solo canal de televisión para introducirnos en el mundo de la excesivamente endulzada
Heidi y el heroico Mazinger Z. Éstos mantenían a los niños frente al televisor sin darse cuenta que estaban a merced de unos adultos que, en base al chantaje y a la extorsión, lograban que éstos hicieran todo lo que les pidieran justificándose en un bien por su educación.

Fueron llegando otras series como
Wickie el vikingo o la abeja Maya que facilitaron la dominación total sobre las nuevas generaciones. Unos incipientes animadores españoles nos revelaron con D’Artacan y los tres Mosqueperros y La Vuelta al Mundo de Willy Fog las adaptaciones literarias más “animales” y desde Francia se importaron Érase una vez el hombre y Ulises 31. Todas estas series de animación se realizaban en mayor o menor medida bajo supervisión nipona y puede llevarnos a sospechar de su implicación en el experimento. Estos malévolos científicos incluso hicieron sus pinitos en este campo con distintas variantes infantiles de producción propia para el control mental.

Con la aparición de nuevos canales de televisión y una mayor diversidad en la programación, el Proyecto Meteoro fue deteriorándose hasta ser cancelado a principios de los noventa y destruida toda la información recopilada durante el tiempo que permaneció activo; por este motivo no se conservan pruebas fehacientes de la existencia de tal experimento.

Cuando una cadena hace una reposición de alguna de estas series, como por ejemplo se ha hecho recientemente con la
Batalla de los Planetas (aka El Comando G), se puede comprobar el poder hipnótico de estos dibujos animados. Los niños abandonan lo que estén haciendo para permanecer embelesados delante del aparato; no responden al preguntarles y al insistirles contestan con monosílabos. Transcurridos unos minutos y bajo la amenaza de apagar el televisor se puede conseguir que ordenen su habitación e incluso hacerles prometer que van a mejorar su comportamiento y que van a ir a la cama cuando se lo ordenemos. ¿Se esconden mensajes ocultos en las canciones?¿Un código secreto de colores? ¿Dónde reside el misterio de las series de animación de los 70 y 80?

Observen con atención siguientes las imágenes y sigan las instrucciones que se muestran a continuación…


Cuando cuente tres la toda la información que se les ha revelado será una absoluta mentira y se borrará de su memoria.

UNDOSTRES…este artículo ya no existe y no ha existido nunca, solo en su imaginación.

21 de noviembre de 2006

Dolor y desesperación



¿Merece un pedazo de tierra tanto dolor?...

Es la imagen del horror de la guerra. Un hombre que ha perdido a su hijo, su mujer y su suegra y no existe consuelo que le haga comprender por qué. La desesperación de un hombre que sin dudarlo daría su vida por la de sus seres queridos. Que le expliquen ahora a Abu Salem lo que es un daño colateral porque yo no lo entiendo.

17 de noviembre de 2006

El gran enemigo

Los seres humanos poseemos de una especial disposición a sucumbir a cualquiera de las múltiples sustancias que producen adicción. Nos sometemos con facilidad a la destreza que poseen ciertos compuestos a la hora de engancharnos y hacer de nuestra vida una constante dependencia a ellos, en ocasiones, hasta el fin de nuestros días.

Por ejemplo, no conozco a ninguna persona que no sea adicta al aire. El aire es un compuesto formado en un 78% por nitrógeno, un 21% de oxígeno y en cuantías variables vapor de agua, ozono, dióxido de carbono, hidrógeno y algunos gases nobles. No sé de nadie que no tenga la necesidad de respirar regularmente con gran riesgo de morir en caso de dejar de hacerlo; y si no hagan conmigo este sencillo experimento. Dejen de respirar por un momento, notarán que pasados unos segundos empiezan a notar el síndrome de abstinencia y al cabo de un rato les será imposible reprimir realizar una profunda inhalación de aire para compensar esa deficiencia momentánea. Según los expertos, el aire es el elemento más adictivo que existe, tanto que no dejamos de consumirlo ni siquiera al dormir. Es tal la asimilación del oxígeno en nuestro organismo que su ausencia puede provocar la ya mencionada muerte e incluso algo peor.

Otro compuesto del que somos altamente dependientes es el agua, ya sea en su versión clásica, incolora, insabora e inodora, o bien con aditivos, leche, zumos e incluso en refrescos; los fabricantes en las etiquetas incluyen el agua entre sus ingredientes o al menos eso es lo que ellos dicen. El agua se compone de dos moléculas de hidrógeno y una de oxígeno, y al igual que el aire, pero en menor medida, eliminar su ingesta provoca a corto plazo consecuencias fatales.

¿Han observado que ambas sustancias contienen oxigeno?

La comida, la otra gran adicción

Analizando objetivamente lo expuesto se llega a la conclusión que el problema se haya en éste. No es la nicotina o la cafeína, por poner un ejemplo, lo que producen esta sumisión. Dado que en esencia, ya sea por su composición -véase que los alimentos, el alcohol o el café contienen agua- o por su forma de absorción -con el tabaco y el cannabis el procedimiento de ingestión depende del oxigeno para que se produzca su combustión y posterior consumo-, todos los elementos propensos a causar una adicción dependen en gran medida este elemento.

De este modo insto a los científicos a que pongan todo su conocimiento al servicio de un mundo sin dependencias ni adicciones, un mundo en el que el ciudadano sea libre para elegir y pueda gritar…¡Ya no necesito el O2!

Aunque creo que ya se han puesto manos a la obra y se emiten gases tóxicos y CO2 a la atmósfera más allá de los niveles aceptables. Pensándolo mejor, me parece que como no tengo fuerza de voluntad me va a costar mucho dejarlo, como suelen decir los toxicómanos respecto a la legalización de las drogas, podre soportar seguir consumiendo oxígeno, eso sí, fresco y sin adulterar.

15 de noviembre de 2006

El centro del mundo

Si nuestra curiosidad nos llevara a averiguar el lugar donde se ubica del centro del mundo un geógrafo nos contestaría que sin lugar a dudas se haya en el Mar Atlántico, allá donde se cortan el ecuador y el meridiano de Greenwich; concretamente en el Golfo de Guinea muy cerca de la República democrática de São Tomé e Príncipe en la costa oeste africana. En cambio, un economista nos diría que se haya en New York, Tokio, Londres, Hong Kong o cualquiera de los grandes centros de negocio de la Tierra. Para un religioso el centro del mundo estaría en Jerusalén, si es católico, o en La Meca si es musulmán. Quizá algún místico nos dirá que el centro del mundo reside en uno mismo junto con todos los razonamientos espirituales que ello conlleva. Para un humilde servidor, el centro del mundo se sitúa en el lugar en el que resido.

En el sitio en el que vivo, la mayoría pertenecemos al núcleo de población más numeroso que habita en los países más o menos desarrollados, la clase media. Esa clase media en la que el final de mes comienza el día diez y a la que la mayoría de los problemas se los resuelve la señora tarjeta de crédito. Es esa franja de los considerados “normales”, económicamente hablando, y a los que van dirigidos la mayoría de los spot publicitarios. Pero cuando salgo a la calle tengo la posibilidad de caminar en dos direcciones, si me dirijo hacia la derecha en pocos metros me adentro en el maravilloso mundo de la clase media-alta. Bonitos edificios y gentes que visten ropa de marca, viajan coches de gama alta que se renuevan cada pocos años y gastan su dinero en agencias de viajes y boutiques gozando de un nutrido grupo de negocios hosteleros en los que se puede disfrutar de la comida internacional más diversa. Por el contrario, si ando hacia la izquierda, el lugar se torna sombrío, en pocos pasos los edificios son grises, envejecidos por el paso del tiempo y el descuido. Tabernas donde los borrachos de siempre, que con sus típicas divagaciones y discusiones ahogan su adicción alcohólica desde muy temprano junto con otros de su especie. También abundan los salones de juego; el casino de los pobres donde los ludópatas pierden todo su dinero en las máquinas tragaperras y viejos yonquis que se agrupan en la puerta con sus litros de cerveza, se dedican a fanfarronear entre ellos y cuyas esperanzas han quedado reducidas a ver un nuevo amanecer y seguir vivos al día siguiente.

Haciendo un sencillo ejercicio de observación intentando averiguar cual es la causa de tantos contrastes en cien metros cuadrados , se puede comprobar que los niños de ambos bandos casi no se diferencian por su vestimenta, incluso llegan a compartir peinados. Se divierten con los mismos juegos, se expresan del mismo modo malencarado, incluso participan de las mismas ilusiones y expectativas de convertirse en astronautas, famosos deportistas o bomberos. Pero con el paso del tiempo la apatía y la perspectiva de un destino incierto se apoderan del pobre; los ves acercarse sin remedio a la marginación y a la delincuencia, mientras que el rico se abre paso y va en busca de su esplendoroso futuro. ¿Es acaso la pobreza una dolencia hereditaria o se adquiere por contagio?

Por suerte o por desgracia mi centro del mundo es donde confluye el éxito de los desfavorecidos y el fracaso del adinerado, el ejemplo para sus congéneres y la decepción del que no llego a ser como papa. Es el punto en el que todos compartimos los mismos problemas e ilusiones; en este lugar el rico y el pobre son amigos y vecinos; no se juzgan por su condición o procedencia y las apariencias ya no importan. En mi centro del mundo nos tratamos como iguales en las desdichas y en las alegrías y tenemos la inmensa suerte de poder comportarnos como lo que somos, personas únicas y especiales.

13 de noviembre de 2006

Músicas heterodoxas: Primus

¿Les suena esto?


Efectivamente es la cabecera de la serie de animación South Park y esa canción tan particular que aparece en ella es interpretada por Les Claypool, miembro de la banda californiana Primus.

De este grupo formado a mediados de los ochenta se puede decir que son los reyes del desafino más afinado de la cultura underground de los últimos veinte años. A Primus se le odia o se le ama pero su sonido no deja indiferente.


¿Quién decía que el country era aburrido?

Con siete álbumes en su haber posiblemente el más conocido sea Pork Soda, editado en 1993 y con canciones como My name is Mud, supuso el salto al gran público y a las listas de éxitos especializadas.

Después de veinte años y siempre experimentando, es punto de referencia en lo que a vanguardismo musical se refiere.

En la próxima entrega de Músicas heterodoxas: Muse.

Meme-libros

¿Recuerdan el Meme en el que había que contestar a una serie de cuestiones con el título de canciones del grupo musical o cantante que eligiéramos? Pues aceptando la invitación de la gran Gina, Meme-libros. La mecánica es similar al anterior pero con la salvedad que en esta ocasión dichas preguntas se responden con títulos de libros. Y es que niños, hay que leer…

¿eres hombre o mujer?: fantasmas
descríbete: Pregúntale a Alicia
que sienten las personas acerca de ti: El hombre invisible
como describirías tu anterior relación sentimental: It
describe tu relación actual con tu pareja?: El príncipe feliz
¿donde quisieras estar ahora?: La isla del doctor moreau (sin los animalejos, claro)
¿como eres respecto al amor?: El hereje
¿como es tu vida?: Don Quijote de la Mancha
¿que pedirías si solo tuvieras un solo deseo?: De la tierra a la luna
escribe una cita o frase sabia: En busca del tiempo perdido
despídete: Voy a vivir

Como hay bloguer@s que no le gustan estas cosas, le paso el Meme al que le apetezca hacerlo y sin compromiso.

8 de noviembre de 2006

Historias del grano de arena # 5. ¿Por qué no nacimos en 1.992?

En compañía de un buen amigo de mi generación, ya hemos superado ambos los veintidiez, conversábamos en referencia a una entrada de esta bitácora de hace un días. Él me comentaba que le parecía un poco excesiva la afirmación de que el sexo ya no es ningún misterio para los adolescentes, y opinaba que la visión de éstos con respecto al erotismo debía ser más o menos la que teníamos nosotros a su edad.

Por gracia y efecto de un mecanismo neuronal tan curioso como es la asociación de ideas, recordé algo que me aconteció en una ocasión y le narré este esclarecedor documento:



NOTA: Esta historia es verídica y aunque contiene palabras y expresiones malsonantes impropias del autor, se transmite tal y como ocurrió. Se advierte que contiene un lenguaje soez no apropiado para menores; aunque en vista de las circunstancias quién sabe…


El cuento de los niños que ruborizaron al adulto que creía que lo había visto todo

Cuando viajo en autobús urbano me aplico dos normas. La primera es la de no sentarme nunca, por aquello de dejar los asientos libres para aquel que lo necesite más que yo; y la segunda es situarme al final de éste en la medida de lo posible. En una lluviosa tarde-noche de invierno y siguiendo estas dos premisas básicas, subí al bus me dirigí a esa zona al fondo del bus donde está la puerta de salida y las personas esperan para apearse cuando está próxima su parada.

En la parte trasera de estos vehículos, como norma general, los viajeros van sentados en sentido contrario a la marcha, y, en esta ocasión, un chico y una chica, aparentemente pareja, viajaban perfectamente acomodados en estos asientos. Aunque no soy cotilla por naturaleza, a veces es inevitable escuchar conversaciones ajenas, sobre todo a un metro de distancia y en un autobús casi vacío y relativamente silencioso.

Los adolescentes iban hablando de temas veniales, ella que si su amiga Jenny era una cabrona y él que si le iba a partir la boca a aquel compañero de clase que no lo había dejado copiar en un examen, cuando después de un lapso de tiempo de aparente meditación del muchacho, le pregunta a la chica:

- ¿Cuál crees que es tamaño ideal de la polla?

Yo hasta ese momento no prestaba atención a lo que hablaban, pero la cuestión que éste le había planteado a la chavala despertó mi interés. La muchacha tras permanecer pensativa durante unos segundos respondió.

- Así, dijo indicando con los dedos índices de ambas manos aproximadamente unos veinte centímetros.
- Pero ¿eso cuanto es?, insistió el chaval.
- Pues dieciocho centímetros, si, dieciocho centímetros es el tamaño perfecto, aseveró con rotundidad.
- ¿Y por qué dieciocho centímetros?, le cuestionó el chaval.
- Porque a mí me gustan las pollas grandes, pero si lo es demasiado puede hacer daño y a mi me gusta follar cómodamente.

¡Joder con la niña!, pensé yo.

Después de un momento, el chico, supongo que dándose cuenta que no cubría las expectativas, tras lo que parecía una especie de cálculo mental le dice:

- Vamos a ver, el mes que viene cumplo quince, pero todavía me tiene crecer, al menos hasta los veintiún años, yo creo que llego, afirmó. La novia lo miró con gesto de “…si tú lo dices”.

Durante un rato permanecieron callados, mientras, el muchacho jugueteaba cariñosamente con los labios de ella con el dedo índice, cuando de repente la chica se lo introduce entero en la boca con claras connotaciones sexuales, a lo que el novio le vuelve a preguntar:

- ¿Cuánto te cabe?
- ¿Cómo?
- ¿Qué de que tamaño te cabe en la boca?, le concreto la pregunta.
- Como la tuya me caben dos, contestó.
- ¿Dos?
- Si, ¡dos!, le dijo un poco molesta. Como la del “mulo” solo me cabe una, pero como tu polla me entran en la boca dos.

Este humilde servidor que estaba anonadado por la actitud que mostraban con respecto al sexo estos dos adolescentes, sobre todo ella, suponía que el “mulo” era un amigo común, y dado el cariz de la conversación, el apodo no le venía otorgado por su fortaleza física sino más bien era una cuestión de tamaño.

- Pero ¿eso es importante?, preguntó el chico.
- ¿A que te refieres?¿Si prefiero comerme un pollón enorme o comerme a la vez dos cipotes más pequeños?
- No, mujer, me refería mas bien qué como no tengo una polla como las que a ti te gustan…, dejó la pregunta en el aire.
- No te preocupes, no pasa nada, no todo el mundo puede tener un nabo gigante. La muchacha tranquilizó al novio.
- Acuérdate lo que te acabo de contar de los veintiuno, le volvió a recordar el chaval que aún le tenía que crecer.

En ese momento había llegado a mi parada y debía bajarme, dejando a los tortolitos hablando “románticamente”. Yo que pensaba que ya sabía todo lo que tenía que saber acerca del sexo, seguramente si no hubiese llegado a mi destino, la chavala me habría aleccionado sobre un par de cositas referentes al coito anal. Que cosas.

Mi amigo, tras el relato que les acabo de transmitir durante un momento quedo absorto; tras un minuto de razonamiento profundo me puso la mano en el hombro y me dijo apesadumbrado:

- Tío, ¿nosotros por qué no nacimos en el año 1.992?

5 de noviembre de 2006

Infiernos en miniatura

Vuelven a casa en silencio, con la cabeza gacha. Con un tímido saludo van directos a su habitación. Sus madres van a darles su beso amoroso y allí están, sentados en sus camas, callados, mirando al infinito… ¿Qué te ocurre cariño? ¿Te encuentras mal? …no pasa nada, nunca pasa nada.

Hace tan solo unos meses no paraban de alborotar, llegaban gritando y corriendo como una exhalación, se comportaban como niños…¿te has peleado en el colegio?¿te has disgustado con algún amigo?...puedes contármelo, eres mi niño.

Sois unos salvajes, ¿no podéis jugar como personas? ¿por qué no tenéis mas cuidado?...al principio los moratones son accidentes en el patio, pero ya son demasiados, nadie es tan desafortunado.

Antes era un estudiante brillante y tenaz, ahora solo consigue suspensos.

Mi niño está triste, ¿Qué le pasa a mi niño?...ya no ríe, ya no canta, solo permanece inmóvil con la mirada perdida. A mi niño me lo están matando poquito a poco, día a día, clase a clase.

Mi niño se apaga…unos terroristas de doce años lo están sumergiendo en si mismo, en su propio miedo. No quiere salir a la calle, no quiere ir al colegio. Es un prisionero de su propia vida.


Está al orden del día, maltrato, vejaciones y violencia en las aulas. Una imaginaria ley del más fuerte que se aprovecha de los bondadosos y de los cándidos convirtiendo algo tan simple como ir al colegio en un infierno.

Victimas y verdugos infantiles, una eterna pregunta…¿Qué es más trágico, educar a un hijo para convertirse en presa, o por el contrario, instruir a un temible cazador? …