Historias del grano de arena. # 3. Rebajas de septiembre
En esta época del año, y a cualquier hora del día, cientos de personas se aglutinan en los centros comerciales, que como autómatas, reclaman apresuradamente la prenda o complemento de la temporada otoño-invierno que los asemeje a los patrones de chico o chica de portada que los haga algo distintos, sin darse cuenta que cuando todos son diferentes, ya nadie lo es.
El otro día, en la desesperada búsqueda de un regalo para un amigo, siempre es desesperado cuando se deja todo para el último día, cometí la imprudencia de adentrarme en uno de estos atestados centros comerciales. Sin dejarme contagiar por el bullicio, escudriñaba con firmeza los coloristas escaparates en un intento de orientarme en el obsequio a realizar pero sin dejarme hipnotizar con el ruido estridente que proviene de los locales comerciales. Tengo la certeza que ese continuo murmullo, en combinación con los ritmos repetitivos de la música disco, nublan la mente abandonado tus sentidos al mas puro instinto consumista.
Agotado y aburrido del deambular por estos extravagantes pasadizos que conforman las sedes de la oferta y la demanda, no pude dejar de percatarme, que entre una tienda con elegantes maniquís de postura relajada y otra con sus involuntarios títeres vestidos de ropas chillonas y poses que desafían las leyes de la física anatómica, un pequeño local exhibía con grandes letras negras, OFERTAS DE SEPTIEMBRE.
Me acerqué al escaparate y pude observar que tras los cristales no había ropa ni ningún otro artículo, de hecho el interior también parecía vacío.
- ¿Puedo ayudarle?, me preguntó repentinamente una señorita uniformada de la cual no me había dado cuenta que estaba junto a la puerta.
- ¿Pe..Perdón?, le contesté sin poder evitar una reacción de sorpresa.
- ¿Qué si puedo ayudarle?, reiteró la pregunta inclinándose ligeramente hacia mí.
- ¿Y que es lo que venden?, dije con expresión de incredulidad.
Se aproximó, y acercándose la mano derecha al lateral de su boca a modo de que su respuesta fuera más discreta, casi con un susurro me contestó, - Aquí vendemos pecados capitales.
- ¿Pecados?, volví a contestar aún con mas desconfianza.
- Si señor, pecados, ¿le interesa?, respondió con aire de suficiencia.
- No…no lo se, ¿podría interesarme?, ya me había vencido la curiosidad.
- Acompáñeme por favor, instándome a pasar al interior con gesto reverente.
La chica vestía un traje ejecutivo de color rojo y camisa blanca, del mismo color que el vestido, lucía un sombrero similar al que usan las azafatas de vuelo del que sobresalía una espesa melena rubia. El atuendo, lejos de disimular los encantos de la fémina, como suelen hacer la mayoría de los uniformes, le otorgaba un toque de elegancia y realzaba su belleza.
- Siéntese si es usted tan amable, solicitó señalándome una silla.
Con el suelo revestido de tarima de roble y las paredes pintadas en color vainilla, en el local no había nada a excepción de una mesa con algún que otro material de oficina y dos sillas.
- ¿En que estaba usted pensando exactamente?, empezó a hablar rompiendo el sórdido silencio de la estancia.
- No se, es que no entiendo exactamente qué es lo que venden.
- Caballero, como ya le he dicho antes nosotros vendemos pecados capitales, pronuncio ofendida.
- Lo siento, no sabía que los pecados se pudieran comprar y vender, por cierto, ¿cómo que están en rebajas?, son los únicos con ofertas en el centro comercial, le pregunté intrigado.
- Pues mire, en otoño, como también ocurre a principios de año, la gente tiene buenos propósitos, con el final de las vacaciones se ponen a régimen, dejan de fumar e intentan ser mejores personas, con lo cual las ventas caen, para evitar el impacto que provocan estas pérdidas hacemos descuentos de hasta el 50%.
- Muy bien, muy bien, buena iniciativa, le contesté en tono de aprobación, bueno, pues enséñeme su catálogo, le solicité interesado.
De un cajón sacó una especie de cuadernillo que bien podía pasar por el menú de un restaurante, las tapas de cartón satinado eran del mismo tono rojo que el vestido de la joven.
- Bien, como le decía antes, ¿tiene algo en mente?
- Que tal si empezamos por algún que otro pecadillo menor, le dije invitándola a que me explicara el contenido de su listado de productos.
- Podríamos empezar por los considerados menores, comentó ojeando el catálogo, ¿qué tal le parece la gula?
- Uf, creo que de gula estoy servido, presumo que un poco más me puede causar problemas.
- Ya veo, observo que usted no se suele privar, por lo que vamos a descartar también la pereza. La gula con ciertos toques de pereza suelen provocar afecciones cardiovasculares y ser causa de obesidad. No queremos que nuestros clientes enfermen por culpa de nuestros productos, expresó de forma divertida.
- Veamos que le puede venir bien…
- Quisiera preguntarle una cosa si no le importa, le interrumpí amablemente.
- Dígame, soy todo oídos, contestó con cara de prestar atención.
- ¿No sería más ético y rentable vender valores? No se, ofrecer a la gente paciencia, compresión, vamos, ese tipo de cosas.
- Ya lo intentamos, ya, pero no funcionó, todo el mundo cree que es buena persona. En un año solo conseguimos vender un poco de constancia a unos estudiantes y algo de ambición a un empresario novel, me explico con gesto de resignación. Ah, un político compró una vez sabiduría.
- ¿Un político compró sabiduría? ¿Cuál es para votarlo en las próximas elecciones?, pregunté intrigado.
- Lo siento mucho, una vez adquirida, vio la luz y…se retiró de la política, apuntó la mujer en tono jocoso sin poder evitar una enorme sonrisa.
- En realidad lo que nos proporciona éxito y bienestar es completar nuestras carencias y aunque no lo parezca, ser depositarios de alguna que otra capacidad de pecar puede ayudarnos a alcanzarlo…
- Si, ¿Cómo?, volví a interrumpirle, esta vez menos amablemente.
- ¿Podemos continuar? Preguntó con tono solemne, no se apure, si me deja podré contárselo.
- Si, por favor, contesté visiblemente indignado.
- Mire, usted parece apocado, indicó con condescendencia, creo que usted lo que necesita es un poco de ira. Con la ira podrá recriminar a los funcionarios que quieran marearlo con esos aburridos trámites burocráticos, por fin podrá reprender a ese individuo que siempre se le cuela en la cola del médico, quién sabe, incluso podría poner en su sitio a ese compañero de trabajo abusón, ¿y a su jefe?.
- Visto de ese modo…, le dije valorando su apreciación.
- Usado correctamente, una pizca de envidia con ciertos toques de avaricia ayudan mucho a la hora de conseguir esos bienes materiales que usted cree tan alejados. El hecho de ver que otros tienen más cosas que usted y ese afán de tener más que nadie es un impulso importante para poder adquirir ese coche que tanto le gusta, o esa casa tan inalcanzable. ¿Ve usted?
Parecía increíble, pero le estaba encontrado sentido a las explicaciones de esa extraña mujer.
- ¿Y la lujuria?, ¿que me dice usted de la lujuria?, le pregunté.
- Pues verá, la lujuria es uno de los pecados más demandados, ¿por qué?, porque gracias a la lujuria algunas personas alcanzan esa seguridad en si mismos que de otro modo tendrían que conseguir por otros medios, se detuvo haciendo un gesto con la mano como si bebiera de una botella a la vez que ponía una mueca bobalicona en su rostro. Pero usted ya sabe, esos medios pueden ser contraproducentes en las relaciones con los demás, sobre todo con el sexo opuesto. La lujuria nos da ese empujón que necesitamos, sobre todo si la unimos a la soberbia, esa es la clave de la satisfacción sexual. ¿Lo ve?
- Pues puede que usted tenga razón, dije desconcertado.
- ¿Y el precio?, Pregunté.
- Como ya le comenté antes, este mes tenemos descuentos del 50%, aunque se me ha olvidado mencionarle que tenemos packs que incluyen tres pecados al precio de dos, me explicaba diligentemente.
- ¿Y cuales me recomienda?
- Estos últimos años se está llevando mucho el lote ira, avaricia y lujuria, pero los pecados se pueden combinar a gusto del cliente, aunque debo advertirle que hay pecados que no armonizan muy bien. Por ejemplo ira y soberbia en un mismo lote puede provocar situaciones violentas cuando alguien pone en duda nuestras cualidades. La mezcla hay que pensársela bien.
- Bueno, ¿se ha decidido?, preguntó a sabiendas de que había realizado correctamente su tarea.
- No se, no se, ¿me lo puedo pensar?, dije casi con temor.
- Claro caballero, pero recuerde que tiene hasta final de mes para decidirse…si quiere aprovechar el descuento claro.
- Y si no estoy satisfecho, ¿me devuelven el dinero?, repliqué buscando una aclaración.
- Lo lamento, los pecados capitales no son un artículo que pueda devolverse, una vez adquiridos son para siempre. Cuando también vendíamos valores humanos, junto con el pack tres por dos, regalábamos una muestra de conciencia, lastima que lo hayamos retirado del mercado.
- Pues me lo voy a pensar y otro día vuelvo, ¿vale?
- No hay ningún problema señor, estamos aquí para servirle y esperamos que vuelva a visitarnos, me despidió marcialmente con muestras de que tenía el discurso bien aprendido.
Me marche desorientado y la sensación de haber vivido una experiencia psicodélica sin haber tomado nada. Tengo mi folleto explicativo sin tener idea que hacer.
¿Qué harían ustedes? ¿Probarían primero a probar solamente un pecado? ¿O por el contrario me arriesgo y compro el lote tres por dos?...
...¿Y si se lo regalo a mi amigo?...
El otro día, en la desesperada búsqueda de un regalo para un amigo, siempre es desesperado cuando se deja todo para el último día, cometí la imprudencia de adentrarme en uno de estos atestados centros comerciales. Sin dejarme contagiar por el bullicio, escudriñaba con firmeza los coloristas escaparates en un intento de orientarme en el obsequio a realizar pero sin dejarme hipnotizar con el ruido estridente que proviene de los locales comerciales. Tengo la certeza que ese continuo murmullo, en combinación con los ritmos repetitivos de la música disco, nublan la mente abandonado tus sentidos al mas puro instinto consumista.
Agotado y aburrido del deambular por estos extravagantes pasadizos que conforman las sedes de la oferta y la demanda, no pude dejar de percatarme, que entre una tienda con elegantes maniquís de postura relajada y otra con sus involuntarios títeres vestidos de ropas chillonas y poses que desafían las leyes de la física anatómica, un pequeño local exhibía con grandes letras negras, OFERTAS DE SEPTIEMBRE.
Me acerqué al escaparate y pude observar que tras los cristales no había ropa ni ningún otro artículo, de hecho el interior también parecía vacío.
- ¿Puedo ayudarle?, me preguntó repentinamente una señorita uniformada de la cual no me había dado cuenta que estaba junto a la puerta.
- ¿Pe..Perdón?, le contesté sin poder evitar una reacción de sorpresa.
- ¿Qué si puedo ayudarle?, reiteró la pregunta inclinándose ligeramente hacia mí.
- ¿Y que es lo que venden?, dije con expresión de incredulidad.
Se aproximó, y acercándose la mano derecha al lateral de su boca a modo de que su respuesta fuera más discreta, casi con un susurro me contestó, - Aquí vendemos pecados capitales.
- ¿Pecados?, volví a contestar aún con mas desconfianza.
- Si señor, pecados, ¿le interesa?, respondió con aire de suficiencia.
- No…no lo se, ¿podría interesarme?, ya me había vencido la curiosidad.
- Acompáñeme por favor, instándome a pasar al interior con gesto reverente.
La chica vestía un traje ejecutivo de color rojo y camisa blanca, del mismo color que el vestido, lucía un sombrero similar al que usan las azafatas de vuelo del que sobresalía una espesa melena rubia. El atuendo, lejos de disimular los encantos de la fémina, como suelen hacer la mayoría de los uniformes, le otorgaba un toque de elegancia y realzaba su belleza.
- Siéntese si es usted tan amable, solicitó señalándome una silla.
Con el suelo revestido de tarima de roble y las paredes pintadas en color vainilla, en el local no había nada a excepción de una mesa con algún que otro material de oficina y dos sillas.
- ¿En que estaba usted pensando exactamente?, empezó a hablar rompiendo el sórdido silencio de la estancia.
- No se, es que no entiendo exactamente qué es lo que venden.
- Caballero, como ya le he dicho antes nosotros vendemos pecados capitales, pronuncio ofendida.
- Lo siento, no sabía que los pecados se pudieran comprar y vender, por cierto, ¿cómo que están en rebajas?, son los únicos con ofertas en el centro comercial, le pregunté intrigado.
- Pues mire, en otoño, como también ocurre a principios de año, la gente tiene buenos propósitos, con el final de las vacaciones se ponen a régimen, dejan de fumar e intentan ser mejores personas, con lo cual las ventas caen, para evitar el impacto que provocan estas pérdidas hacemos descuentos de hasta el 50%.
- Muy bien, muy bien, buena iniciativa, le contesté en tono de aprobación, bueno, pues enséñeme su catálogo, le solicité interesado.
De un cajón sacó una especie de cuadernillo que bien podía pasar por el menú de un restaurante, las tapas de cartón satinado eran del mismo tono rojo que el vestido de la joven.
- Bien, como le decía antes, ¿tiene algo en mente?
- Que tal si empezamos por algún que otro pecadillo menor, le dije invitándola a que me explicara el contenido de su listado de productos.
- Podríamos empezar por los considerados menores, comentó ojeando el catálogo, ¿qué tal le parece la gula?
- Uf, creo que de gula estoy servido, presumo que un poco más me puede causar problemas.
- Ya veo, observo que usted no se suele privar, por lo que vamos a descartar también la pereza. La gula con ciertos toques de pereza suelen provocar afecciones cardiovasculares y ser causa de obesidad. No queremos que nuestros clientes enfermen por culpa de nuestros productos, expresó de forma divertida.
- Veamos que le puede venir bien…
- Quisiera preguntarle una cosa si no le importa, le interrumpí amablemente.
- Dígame, soy todo oídos, contestó con cara de prestar atención.
- ¿No sería más ético y rentable vender valores? No se, ofrecer a la gente paciencia, compresión, vamos, ese tipo de cosas.
- Ya lo intentamos, ya, pero no funcionó, todo el mundo cree que es buena persona. En un año solo conseguimos vender un poco de constancia a unos estudiantes y algo de ambición a un empresario novel, me explico con gesto de resignación. Ah, un político compró una vez sabiduría.
- ¿Un político compró sabiduría? ¿Cuál es para votarlo en las próximas elecciones?, pregunté intrigado.
- Lo siento mucho, una vez adquirida, vio la luz y…se retiró de la política, apuntó la mujer en tono jocoso sin poder evitar una enorme sonrisa.
- En realidad lo que nos proporciona éxito y bienestar es completar nuestras carencias y aunque no lo parezca, ser depositarios de alguna que otra capacidad de pecar puede ayudarnos a alcanzarlo…
- Si, ¿Cómo?, volví a interrumpirle, esta vez menos amablemente.
- ¿Podemos continuar? Preguntó con tono solemne, no se apure, si me deja podré contárselo.
- Si, por favor, contesté visiblemente indignado.
- Mire, usted parece apocado, indicó con condescendencia, creo que usted lo que necesita es un poco de ira. Con la ira podrá recriminar a los funcionarios que quieran marearlo con esos aburridos trámites burocráticos, por fin podrá reprender a ese individuo que siempre se le cuela en la cola del médico, quién sabe, incluso podría poner en su sitio a ese compañero de trabajo abusón, ¿y a su jefe?.
- Visto de ese modo…, le dije valorando su apreciación.
- Usado correctamente, una pizca de envidia con ciertos toques de avaricia ayudan mucho a la hora de conseguir esos bienes materiales que usted cree tan alejados. El hecho de ver que otros tienen más cosas que usted y ese afán de tener más que nadie es un impulso importante para poder adquirir ese coche que tanto le gusta, o esa casa tan inalcanzable. ¿Ve usted?
Parecía increíble, pero le estaba encontrado sentido a las explicaciones de esa extraña mujer.
- ¿Y la lujuria?, ¿que me dice usted de la lujuria?, le pregunté.
- Pues verá, la lujuria es uno de los pecados más demandados, ¿por qué?, porque gracias a la lujuria algunas personas alcanzan esa seguridad en si mismos que de otro modo tendrían que conseguir por otros medios, se detuvo haciendo un gesto con la mano como si bebiera de una botella a la vez que ponía una mueca bobalicona en su rostro. Pero usted ya sabe, esos medios pueden ser contraproducentes en las relaciones con los demás, sobre todo con el sexo opuesto. La lujuria nos da ese empujón que necesitamos, sobre todo si la unimos a la soberbia, esa es la clave de la satisfacción sexual. ¿Lo ve?
- Pues puede que usted tenga razón, dije desconcertado.
- ¿Y el precio?, Pregunté.
- Como ya le comenté antes, este mes tenemos descuentos del 50%, aunque se me ha olvidado mencionarle que tenemos packs que incluyen tres pecados al precio de dos, me explicaba diligentemente.
- ¿Y cuales me recomienda?
- Estos últimos años se está llevando mucho el lote ira, avaricia y lujuria, pero los pecados se pueden combinar a gusto del cliente, aunque debo advertirle que hay pecados que no armonizan muy bien. Por ejemplo ira y soberbia en un mismo lote puede provocar situaciones violentas cuando alguien pone en duda nuestras cualidades. La mezcla hay que pensársela bien.
- Bueno, ¿se ha decidido?, preguntó a sabiendas de que había realizado correctamente su tarea.
- No se, no se, ¿me lo puedo pensar?, dije casi con temor.
- Claro caballero, pero recuerde que tiene hasta final de mes para decidirse…si quiere aprovechar el descuento claro.
- Y si no estoy satisfecho, ¿me devuelven el dinero?, repliqué buscando una aclaración.
- Lo lamento, los pecados capitales no son un artículo que pueda devolverse, una vez adquiridos son para siempre. Cuando también vendíamos valores humanos, junto con el pack tres por dos, regalábamos una muestra de conciencia, lastima que lo hayamos retirado del mercado.
- Pues me lo voy a pensar y otro día vuelvo, ¿vale?
- No hay ningún problema señor, estamos aquí para servirle y esperamos que vuelva a visitarnos, me despidió marcialmente con muestras de que tenía el discurso bien aprendido.
Me marche desorientado y la sensación de haber vivido una experiencia psicodélica sin haber tomado nada. Tengo mi folleto explicativo sin tener idea que hacer.
¿Qué harían ustedes? ¿Probarían primero a probar solamente un pecado? ¿O por el contrario me arriesgo y compro el lote tres por dos?...
...¿Y si se lo regalo a mi amigo?...
7 comentarios:
¡No podía dejar de leer! Me recordó tanto a los "Hombres de gris" en Momo, de Michael Ende... ¿lo has leído? Si no es así, te recomiendo que lo leas, por lo menos la parte de los hombres de gris.
¡Me encantó!
Muy bueno.
Sobre todo esta parte, que me he partido xD:
- ¿Un político compró sabiduría? ¿Cuál es para votarlo en las próximas elecciones?, pregunté intrigado.
- Lo siento mucho, una vez adquirida, vio la luz y…se retiró de la política
Y como dice Mond, a mí también me ha recordado un poco (pero cuando él lo ha dicho, claro)
Pues que conste que no he hecho trampas, ni he leido el libro ni he visto la pelicula...tendré que hacer alguna de las dos, si es leer mejor...:·D
Joer, estaré encantado de que me enlaces.
A mí la verdad es q me sobra un poco de casi todos. Envidia no, de ese tengo poco, pero de lujuria y gula... jajaja.
De ira la justa (digo palabrotas y eso). Y bueno, pereza y las demás, también.
Es que Momo es un gran libro.
Todos las personas tenemos "valores", tanto positivos como negativos...solo que a la iglesia se le ocurrio denominar a estos valores negativos como pecados capitales...pero tanto unos como otros definen al ser humano tal y como es...
¡El que esté libre de pecado!...uhhhhh...creo que nadie, que aburrido sería el mundo sino. :·)
¿Lujuria? ... hummm ... ¿a como saldran un par de kilos?.
Barato, barato...me parece que hemos hecho la misma elección, a ver si te paso el catálogo ;·P
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