El centro del mundo
Si nuestra curiosidad nos llevara a averiguar el lugar donde se ubica del centro del mundo un geógrafo nos contestaría que sin lugar a dudas se haya en el Mar Atlántico, allá donde se cortan el ecuador y el meridiano de Greenwich; concretamente en el Golfo de Guinea muy cerca de la República democrática de São Tomé e Príncipe en la costa oeste africana. En cambio, un economista nos diría que se haya en New York, Tokio, Londres, Hong Kong o cualquiera de los grandes centros de negocio de la Tierra. Para un religioso el centro del mundo estaría en Jerusalén, si es católico, o en La Meca si es musulmán. Quizá algún místico nos dirá que el centro del mundo reside en uno mismo junto con todos los razonamientos espirituales que ello conlleva. Para un humilde servidor, el centro del mundo se sitúa en el lugar en el que resido.
En el sitio en el que vivo, la mayoría pertenecemos al núcleo de población más numeroso que habita en los países más o menos desarrollados, la clase media. Esa clase media en la que el final de mes comienza el día diez y a la que la mayoría de los problemas se los resuelve la señora tarjeta de crédito. Es esa franja de los considerados “normales”, económicamente hablando, y a los que van dirigidos la mayoría de los spot publicitarios. Pero cuando salgo a la calle tengo la posibilidad de caminar en dos direcciones, si me dirijo hacia la derecha en pocos metros me adentro en el maravilloso mundo de la clase media-alta. Bonitos edificios y gentes que visten ropa de marca, viajan coches de gama alta que se renuevan cada pocos años y gastan su dinero en agencias de viajes y boutiques gozando de un nutrido grupo de negocios hosteleros en los que se puede disfrutar de la comida internacional más diversa. Por el contrario, si ando hacia la izquierda, el lugar se torna sombrío, en pocos pasos los edificios son grises, envejecidos por el paso del tiempo y el descuido. Tabernas donde los borrachos de siempre, que con sus típicas divagaciones y discusiones ahogan su adicción alcohólica desde muy temprano junto con otros de su especie. También abundan los salones de juego; el casino de los pobres donde los ludópatas pierden todo su dinero en las máquinas tragaperras y viejos yonquis que se agrupan en la puerta con sus litros de cerveza, se dedican a fanfarronear entre ellos y cuyas esperanzas han quedado reducidas a ver un nuevo amanecer y seguir vivos al día siguiente.
Haciendo un sencillo ejercicio de observación intentando averiguar cual es la causa de tantos contrastes en cien metros cuadrados , se puede comprobar que los niños de ambos bandos casi no se diferencian por su vestimenta, incluso llegan a compartir peinados. Se divierten con los mismos juegos, se expresan del mismo modo malencarado, incluso participan de las mismas ilusiones y expectativas de convertirse en astronautas, famosos deportistas o bomberos. Pero con el paso del tiempo la apatía y la perspectiva de un destino incierto se apoderan del pobre; los ves acercarse sin remedio a la marginación y a la delincuencia, mientras que el rico se abre paso y va en busca de su esplendoroso futuro. ¿Es acaso la pobreza una dolencia hereditaria o se adquiere por contagio?
Por suerte o por desgracia mi centro del mundo es donde confluye el éxito de los desfavorecidos y el fracaso del adinerado, el ejemplo para sus congéneres y la decepción del que no llego a ser como papa. Es el punto en el que todos compartimos los mismos problemas e ilusiones; en este lugar el rico y el pobre son amigos y vecinos; no se juzgan por su condición o procedencia y las apariencias ya no importan. En mi centro del mundo nos tratamos como iguales en las desdichas y en las alegrías y tenemos la inmensa suerte de poder comportarnos como lo que somos, personas únicas y especiales.
En el sitio en el que vivo, la mayoría pertenecemos al núcleo de población más numeroso que habita en los países más o menos desarrollados, la clase media. Esa clase media en la que el final de mes comienza el día diez y a la que la mayoría de los problemas se los resuelve la señora tarjeta de crédito. Es esa franja de los considerados “normales”, económicamente hablando, y a los que van dirigidos la mayoría de los spot publicitarios. Pero cuando salgo a la calle tengo la posibilidad de caminar en dos direcciones, si me dirijo hacia la derecha en pocos metros me adentro en el maravilloso mundo de la clase media-alta. Bonitos edificios y gentes que visten ropa de marca, viajan coches de gama alta que se renuevan cada pocos años y gastan su dinero en agencias de viajes y boutiques gozando de un nutrido grupo de negocios hosteleros en los que se puede disfrutar de la comida internacional más diversa. Por el contrario, si ando hacia la izquierda, el lugar se torna sombrío, en pocos pasos los edificios son grises, envejecidos por el paso del tiempo y el descuido. Tabernas donde los borrachos de siempre, que con sus típicas divagaciones y discusiones ahogan su adicción alcohólica desde muy temprano junto con otros de su especie. También abundan los salones de juego; el casino de los pobres donde los ludópatas pierden todo su dinero en las máquinas tragaperras y viejos yonquis que se agrupan en la puerta con sus litros de cerveza, se dedican a fanfarronear entre ellos y cuyas esperanzas han quedado reducidas a ver un nuevo amanecer y seguir vivos al día siguiente.
Haciendo un sencillo ejercicio de observación intentando averiguar cual es la causa de tantos contrastes en cien metros cuadrados , se puede comprobar que los niños de ambos bandos casi no se diferencian por su vestimenta, incluso llegan a compartir peinados. Se divierten con los mismos juegos, se expresan del mismo modo malencarado, incluso participan de las mismas ilusiones y expectativas de convertirse en astronautas, famosos deportistas o bomberos. Pero con el paso del tiempo la apatía y la perspectiva de un destino incierto se apoderan del pobre; los ves acercarse sin remedio a la marginación y a la delincuencia, mientras que el rico se abre paso y va en busca de su esplendoroso futuro. ¿Es acaso la pobreza una dolencia hereditaria o se adquiere por contagio?
Por suerte o por desgracia mi centro del mundo es donde confluye el éxito de los desfavorecidos y el fracaso del adinerado, el ejemplo para sus congéneres y la decepción del que no llego a ser como papa. Es el punto en el que todos compartimos los mismos problemas e ilusiones; en este lugar el rico y el pobre son amigos y vecinos; no se juzgan por su condición o procedencia y las apariencias ya no importan. En mi centro del mundo nos tratamos como iguales en las desdichas y en las alegrías y tenemos la inmensa suerte de poder comportarnos como lo que somos, personas únicas y especiales.
7 comentarios:
El centro del mundo para mi ... es mi casa, por otras razones que tambien son tuyas ... las sentimentales.
Vivo rodeado de gente con una pobreza rara. Algunos, con los que mejor me llevo, son ricos de espiritu ... los mas, pobres de casi todo.
El centro de mi mundo soy yo misma, el centro del mundo no se en dónde está, pero de igual modo volvemos a los niños y a nuestro rol como modelos, nosotros también deberíamos jugar a los mismos juegos y peinarnos de manera similar...
Para mí no hay centro del mundo.
Estamos más interconectados de lo que parece... ¿cuél es el centro de una célula? ¿Y el del universo?
De hecho... ¿sois reales o solo una mera invención de mi cerebro?
Cielos, no debí cenar setas.
ruben, en el barrio de la izquierda hay pobres que lo son porque quieren serlo, el típico contracorriente pseudo-bohemio que ha superado los 40 y está sentado en un banco con sus coleguitas como ellos bebiendo cerveza.
Sabes mond? conozco alguno que si se vistiera y se peinara como los niños sería de lo más divertido X·D...sobre todo a los que ya le empieza a escasear el pelo ;·P
saltasetas, en esta época del año, podemos llegar a comer tantas setas que al final las terminamos saltando como tú ;·D
PD: Además de metafórico...lo del barrio pobre de la izquierda y el rico de la derecha es real literalmente...vivo justo en una urbanización de "normalitos" que prácticamente separa los dos barrios, uno residencial y el otro que sin serlo, como otros de mi ciudad, roza la marginalidad.
Para mi el centro del mundo es la alegria de vivir.
La pobreza, en mi humilde opinion, es un estado de animo. Porqu epor ejemplo, al alcoholico, le das cien millones y seguira siendo un borracho. Al yonki, le das cien millones y seguira siendo yonki, al adinedaro, l edas cien millones y seguira siendo un adinerado.
En cambio, a cualquiera de ellos le das un amor correspondido y seran los mas felices del universo.
No obstante, si puedo tener cien millones... No les diria que no:P
Un abrazo Cuatropelos :D
A lo de los cien millones me apunto, ¿donde está el yonki ese para quitarselos? X·D
mi centro del mundo es dios por que es el mas importante sobre todas las cosas y sobre el jiramos el es que nos da la vida y nos ayuda y cuida por eso lo amo y creo en el.
daniela
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