Cruce de caminos
La equivalente simbiosis entre un aspecto singular y la previsible caída en el derrumbadero de los complejos, lo convirtieron en un adolescente con modos asimismo singulares y, aunque parco en palabras, en los escasos momentos en los que acedía a comunicarse, siempre correcto en el trato, sus respuestas solían tan extravagantes como sus ademanes.
Su presunta homosexualidad era el resultado del obtuso razonamiento púber, si bien era notorio su amaneramiento nunca demostró por su parte interés manifiesto para con el sexo contrario. Simplemente era “maricón” en base a la absoluta e incontestable certeza que otorga la estupidez juvenil.
Año tras año, curso tras curso, el miedo al rechazo lo hizo aún más introvertido. La negación constante a compartirse a los demás temiendo las burlas lo arrojó al rincón de la clase sin que nadie lo echara de menos en la graduación.
Ahora recorre un camino opuesto y se aleja. Conserva su inusual semblante y ese rictus de mirada ausente y leve sonrisa bobalicona. Pero esa mirada ya no está tan perdida como lo estaba él en nuestro mundo de gente corriente; en sus ojos se aprecia la aceptación del ser como soy sin importar lo piensen los demás. Es la mirada de un hombre que sin temor se cruza con su pasado y le dice adiós como lo que es, un perfecto desconocido.