Historias del grano de arena. # 10. Tolomeo contraataca
Aunque casi todos tenemos un Tolomeo en nuestra vida, éste es mío, personal e intransferible, por desgracia. Este Tolomeo, celebérrimo por sus reproches a la conducta de sus vecinos y por todo aquello que él considera un agravio o una carencia total de sentimiento comunitario, mí Tolomeo, continúa colgándose, cínica y alegremente, medallas de sus triunfos sobre sus indignados colindantes, que sin salir de nuestro asombro, vemos que con toda la desfachatez del mundo y el “me importa un pimiento choricero”, se ríe de nosotros al son que a él más le calienta.
Si ya le narramos anteriormente los tristes y escatológicos acontecimientos del perrito, inocente él, que nos regalaba un maravilloso ramillete de fragancias y texturas excrementicias, Tolomeo se explaya aún en la más grata solidaridad vecinal. Y es que Tolomeo es un hombre ocupado, ocupado en fastidiar a los demás porque el señor se aburre, y que mejor forma de evitar este hastío que permitirnos a los demás evadirnos de la monótona rutina de una comunidad de propietarios cualesquiera.
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Tolomeo vive en una urbanización privada en la que existen viales rodados internos porque en los inicios de dicha urbanización las calles eran de uso público para todo aquel que quisiese transitar por allí. Los promotores, que a veces son unos linces, determinaron que para unas ciento cuarenta viviendas, cuarenta y tantos aparcamientos privados eran suficientes. Demostrando un sentido lógico fuera de lo común, también decidieron que esos aparcamientos privados se sortearan, pero no entre los propietarios, sino entre toda la población mundial que así lo deseara, por lo que el “asuntillo” del aparcamiento empezó con mal pié dado que una vez cerrada la urbanización, tampoco habían suficientes plazas exteriores para que pudieran estacionar los propietarios sin aparcamiento, que eran la gran mayoría.
El mucho tiempo libre de que disponía permitió que Tolomeo durante el mes previo al sorteo, más bien subasta, y el mes posterior a éste, permaneciera perenne el las oficinas de los promotores presionando por la concesión de un aparcamiento. Su constancia obtuvo premio, misteriosamente le fue adjudicado a Tolomeo uno de los aparcamientos más grandes y mejor situados. Desde el día en el que se hicieron entrega los aparcamientos empezaron los problemas.
Si no eres propietario de uno de estos aparcamientos siempre es más seguro y cómodo dejar el vehículo estacionado dentro del recito cerrado que en la calle, pero a partir de ciertas horas aparcar es un acontecimiento que entraña ciertas dificultades. Los dueños de los aparcamientos “sorteados” comenzaron a especular con ellos y empezaron a alquilárselos a terceros y, por supuesto, continuar aparcando en el recinto cerrado, residieran o no allí. Abrieron la caja de los truenos porque incluso estos terceros realquilaban a unos cuartos haciendo duplicados de los mandos a distancia de la entrada a la urbanización ya así seguir aparcando dentro del recinto. Podrán imaginar como se puede sentir alguien que llega a las nueve de la noche y tiene que aparcar a medio kilómetro porque en tu propia casa no puedes hacerlo al estar los aparcamientos ocupados por coches de la calle, que entrando alegremente con sus mandos, copan un espacio privado que hemos pagado los que allí vivimos. Desesperanzador.
Para no ser menos, Tolomeo fue uno de esos propietarios que alquiló su aparcamiento. Alquilar, curiosa palabra, se usa tanto para el arrendador, que “alquila” su propiedad, como por el arrendatario que también la “alquila”, curiosa.
Pero Tolomeo, solidario y democrático, como presidente de la comunidad, saltándose los protocolos, o sea, las juntas de propietarios, y, alegando que por su edad y su ¿minusvalía? no podía permitirse aparcar fuera de la urbanización, se auto-otorgó una de las plazas exteriores del recinto en calidad de aparcamiento reservado para minusválidos, privada, en la puerta de su casa. Cuando boquiabiertos el resto de propietarios protestaron enérgicamente por esta escandalosa circunstancia, el administrador, amigo íntimo de Tolomeo, se limito a mostrar el acta de reunión en la que se aprobó, de soslayo y de buena voluntad, una norma interna en la que se permitía reservar aparcamientos puntualmente en el caso de que algún vecino lo precisara por algún tipo de incapacidad que hiciera comprensible esta reserva. Espectacular las caras de tonto tras la noticia.
Demos un giro de tuerca más a la historia. Un Tolomeo altivo y en racha, para jactarse aún más de la necedad de sus convecinos, ha alquilado esta plaza reservada y privada a alguien externo a la comunidad y continúa aparcando sus coches, porque tiene tres, en los aparcamientos externos del recinto cerrado…sin palabras.
Probablemente no se pueda hacer nada, Tolomeo tiene amigos y muy poca vergüenza. Tendremos que acostumbrarnos a convivir con él y sus argucias, pero ojo, mucha precaución con hacer una pequeña reforma o dejar que los niños jueguen a la pelota en la plaza de la urbanización, porque entonces Tolomeo nos lo hará pagar con todo el peso de la ley en la mano, horizontal, pero ley al fin y al cabo. Eso sí, con su ejemplar de las normas que es el que vale; el resto de ejemplares del mundo no tienen la mitad de las páginas perfecta y convenientemente arrancadas.
Si ya le narramos anteriormente los tristes y escatológicos acontecimientos del perrito, inocente él, que nos regalaba un maravilloso ramillete de fragancias y texturas excrementicias, Tolomeo se explaya aún en la más grata solidaridad vecinal. Y es que Tolomeo es un hombre ocupado, ocupado en fastidiar a los demás porque el señor se aburre, y que mejor forma de evitar este hastío que permitirnos a los demás evadirnos de la monótona rutina de una comunidad de propietarios cualesquiera.
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Tolomeo vive en una urbanización privada en la que existen viales rodados internos porque en los inicios de dicha urbanización las calles eran de uso público para todo aquel que quisiese transitar por allí. Los promotores, que a veces son unos linces, determinaron que para unas ciento cuarenta viviendas, cuarenta y tantos aparcamientos privados eran suficientes. Demostrando un sentido lógico fuera de lo común, también decidieron que esos aparcamientos privados se sortearan, pero no entre los propietarios, sino entre toda la población mundial que así lo deseara, por lo que el “asuntillo” del aparcamiento empezó con mal pié dado que una vez cerrada la urbanización, tampoco habían suficientes plazas exteriores para que pudieran estacionar los propietarios sin aparcamiento, que eran la gran mayoría.
El mucho tiempo libre de que disponía permitió que Tolomeo durante el mes previo al sorteo, más bien subasta, y el mes posterior a éste, permaneciera perenne el las oficinas de los promotores presionando por la concesión de un aparcamiento. Su constancia obtuvo premio, misteriosamente le fue adjudicado a Tolomeo uno de los aparcamientos más grandes y mejor situados. Desde el día en el que se hicieron entrega los aparcamientos empezaron los problemas.
Si no eres propietario de uno de estos aparcamientos siempre es más seguro y cómodo dejar el vehículo estacionado dentro del recito cerrado que en la calle, pero a partir de ciertas horas aparcar es un acontecimiento que entraña ciertas dificultades. Los dueños de los aparcamientos “sorteados” comenzaron a especular con ellos y empezaron a alquilárselos a terceros y, por supuesto, continuar aparcando en el recinto cerrado, residieran o no allí. Abrieron la caja de los truenos porque incluso estos terceros realquilaban a unos cuartos haciendo duplicados de los mandos a distancia de la entrada a la urbanización ya así seguir aparcando dentro del recinto. Podrán imaginar como se puede sentir alguien que llega a las nueve de la noche y tiene que aparcar a medio kilómetro porque en tu propia casa no puedes hacerlo al estar los aparcamientos ocupados por coches de la calle, que entrando alegremente con sus mandos, copan un espacio privado que hemos pagado los que allí vivimos. Desesperanzador.
Para no ser menos, Tolomeo fue uno de esos propietarios que alquiló su aparcamiento. Alquilar, curiosa palabra, se usa tanto para el arrendador, que “alquila” su propiedad, como por el arrendatario que también la “alquila”, curiosa.
Pero Tolomeo, solidario y democrático, como presidente de la comunidad, saltándose los protocolos, o sea, las juntas de propietarios, y, alegando que por su edad y su ¿minusvalía? no podía permitirse aparcar fuera de la urbanización, se auto-otorgó una de las plazas exteriores del recinto en calidad de aparcamiento reservado para minusválidos, privada, en la puerta de su casa. Cuando boquiabiertos el resto de propietarios protestaron enérgicamente por esta escandalosa circunstancia, el administrador, amigo íntimo de Tolomeo, se limito a mostrar el acta de reunión en la que se aprobó, de soslayo y de buena voluntad, una norma interna en la que se permitía reservar aparcamientos puntualmente en el caso de que algún vecino lo precisara por algún tipo de incapacidad que hiciera comprensible esta reserva. Espectacular las caras de tonto tras la noticia.
Demos un giro de tuerca más a la historia. Un Tolomeo altivo y en racha, para jactarse aún más de la necedad de sus convecinos, ha alquilado esta plaza reservada y privada a alguien externo a la comunidad y continúa aparcando sus coches, porque tiene tres, en los aparcamientos externos del recinto cerrado…sin palabras.
Probablemente no se pueda hacer nada, Tolomeo tiene amigos y muy poca vergüenza. Tendremos que acostumbrarnos a convivir con él y sus argucias, pero ojo, mucha precaución con hacer una pequeña reforma o dejar que los niños jueguen a la pelota en la plaza de la urbanización, porque entonces Tolomeo nos lo hará pagar con todo el peso de la ley en la mano, horizontal, pero ley al fin y al cabo. Eso sí, con su ejemplar de las normas que es el que vale; el resto de ejemplares del mundo no tienen la mitad de las páginas perfecta y convenientemente arrancadas.
5 comentarios:
Siiiiiii ... hay muchos Tolomeos (¿no seria mejor Tolocag...?) en este mundo.
El ejemplar del que haces la historia es verdad que es singularisimo. Pero para todos aquellos que abusan de subterfugios legales para beneficio propio y sobretodo para perjuicio ajeno, siempre queda el recurso del delito subrepticio ... un dia casualmente puede caerel un bote de pintura sobre uno de sus autos ... y nadie vio nada !!!
Rubén me ha quitado el comentario de las teclas. Esto se arregla unos cuantos pinchazos desafortunados y alguna misteriosa rotura de lunas.
Jo, anda que no somos mafiosos, jajaja.
jajaja q agresividad jajaa por dios, rotura de lunas dice jajaja...caballeros no pierdan el norte jajaja
susana ... es que la sangre siciliana corre por mis venas !!! ... jajaja
¡Ah que Don Tolomeo! Siempre, siempre habrá uno a nuestro alrededor... ni modo.
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