-->

30 de enero de 2007

En opinión de fulano

Emitir opiniones desde el desconocimiento es, cuanto menos, un acto quizás, aventurado. Cuando estas apreciaciones poseen un cariz de índole negativa, tienen como resultado que el fruto de un juicio erróneo conlleve la consiguiente indignación del susodicho interfecto. Si se es escritor o periodista, las consecuencias de esa ingenuidad, o soberbia, es el deber de escuchar al aludido; al verter criticas en genérico sobre un amplio grupo de pesonas, se corre el riesgo de ser asimismo criticado, y, tal y como está la blogocosa, entiendo que será de forma sustancialmente generosa.

¿Sería razonable que las personas que practican un deporte por simple entretenimiento, fueran menospreciados por un deportista de elite por no ser tan buenos como él? ¿Qué pensaríamos de un fotógrafo que desprecia y se ríe del aficionado que, con mayor o menor fortuna, intenta retratar el mundo desde su punto de vista personal y por divertimento?

A muchos lo único que nos consuela al poner en práctica “nuestras aburridas gallardas mentales”, es, en el mejor de los casos, que alguien la lea y consigamos ese orgasmo. El clímax tan satisfactorio y pleno, que supone, y usted lo sabrá mejor que nadie, el hecho de ser escuchado y que nuestras palabras simplemente no se las lleve el viento, aunque este viento sea en sistema binario.

No se preocupe, que tampoco es para tanto; aunque espero que conteste a los interesados. Es pecado muy común en estos días la afirmación “que más da, si estaba ahí, en internet” y ciertamente ahí está y las opiniones son gratis, como el acceso a ese, para algunos, un gran esfuerzo. Pero el que lo puso ahí, y sin coste, de seguro que tiene su “corazoncito” y es de justos considerar que no es de recibo el pisotear una ilusión.
Vía Campanilla a través de Psicofonías.

26 de enero de 2007

Mi nombre es cuatropelos. ¡Bienvenido cuatropelos!

Estoy aquí para hacer una confesión. Es un secreto que llevo encerrando con llave en mi interior desde hace mucho tiempo y tengo la necesidad de dejar escapar. Liberar la insoportable quemazón que me destroza el alma y acrecienta el poder de mi conciencia para no cesar en su empeño de hacerme daño. El dolor que asola lo más recóndito de mi corazón por la pertinaz negativa a redimirme de mi pecado.

Si, señoras y señores, yo veo Cuarto Milenio.

Si, ya se que pensaban que la afirmación de que había gente que lo veía era una leyenda urbana. No hay que acudir al clásico recurso para contar un rumor: “qué si un amigo de un amigo”, “que si el primo de mi primo”. Si, yo lo veo, sin intermediarios, cuatropelos de todos los santos. Me confieso padre, que he pecado.

Además quisiera hacer un comunicado oficial a los señores editores del la publicación que a mediados de los noventa leía y releía con una avidez sobrenatural: era yo el que compraba NOTICIAS DEL MUNDO.

Inspirada en la revista, aún en activo, Weekly World News, este periódico semanal nos transportaba a un mundo delirante en el que podía ocurrir cualquier suceso inverosímil. Las peripecias de Mauricio, el niño murciélago, el descubrimiento de la calavera de Drácula o la misteriosa aparición de la cara de Chiquito de la Calzada en un jamón, eran contenidos habituales del rotativo. Esta desquiciada publicación solo cuenta con 41 números y desde entonces, a excepción del suplemento “Manda Güevos” de la revista El Jueves, no ha aparecido en el mercado español ningún periódico de corte similar.

Si buscan un por qué a este comportamiento tan irracional, solo decirles que la motivación que me impulsan a tal aberración, es, simplemente la amargura y el desconsuelo que infunde el hecho de convertirse en adulto. El ser aplastado por la triste realidad que supone saber que Fantasía no existe, que los cuentos no han sucedido realmente, que el monstruo en el armario es un abrigo travieso que adopta singulares posturas en la penumbra. Descubrir que todos los dogmas de la infancia son solo eso, el producto de la imaginación de un niño.

Quizás inconscientemente, estos personajes que nos muestran eventos de escasa credibilidad, por un momento, nos transportan a algunos a ese mundo irreal, la abstracción que nos traslada a un mundo de fantasmas, teorías inverosímiles y misterios inexistentes. Pero en ese momento, por pequeño que sea, un Iker Jiménez cualquiera se convierte en el Peter Pan, que sin saberlo, me guía con paso firme y solo interrumpido por unos minutos de publicidad, a mi particular y personal País de Nuncajamás.
Imágenes vía El Ranti Blog

23 de enero de 2007

No pienso, luego no existo

En todos los ámbitos de nuestra vida, los que no estamos dotados de la capacidad de raciocinio, estamos condenados a la maldición que nos obliga a someternos a los errores de los pensantes. Estos regentes del buen criterio, conocedores incluso de su soberana incompetencia, obvian las evidencias y la razón e imponen sus conjeturas, en ocasiones desbarajustes, y, sin dudar ni un instante nos dan palmaditas condescendientes en la espalda para recordarnos que nuestra opinión no es necesaria; reprochándonos incluso el simple hecho de aventurarnos al intento de tomar nuestras propias decisiones.

A los gobiernos, no importa el color de sus ideologías, disfrutan atribuyéndose la potestad de establecer a la fuerza la doctrina de un pueblo, sin ni tan siquiera plantear la posibilidad de dar la oportunidad de ser cuestionados. Determinan nuestros designios, “que para eso hemos sido elegidos”, y achacan las objeciones a individuos aislados sin dar opción a otras suposiciones. Los medios de comunicación eligen las verdades más sensacionalistas y deforman su contexto. Para atraer la atención del público, las noticias son adolescentes tan maquilladas, que no se puede discernir la auténtica realidad. Crónicas en las que las guerras son simples altercados y en las un gamberro de los de siempre, se transforma en un peligroso delincuente. Manipulan nuestras conclusiones orientándonos a qué debemos pensar. Hasta en los aspectos más nimios de nuestra vida, siempre hay alguien que nos insta con sus determinaciones hacía donde debemos ir, como comportarnos o como ir vestidos.

Estamos rodeados de inteligentes pensadores de cuyos discernimientos dependemos los simples mundanos. Sin sus brillantes consejos en este mundo reinaría el desconcierto, hasta que se equivocan, entonces la culpa recae del lado de los pobres descarriados; pero eso ya es otra historia. Aunque, que más da lo que diga; que piensen los que tengan que pensar y a mí que me dejen tranquilo, que ese no es mi trabajo.

22 de enero de 2007

Músicas heterodoxas: Muse

Aunque Muse es una banda agraciada con el beneplácito de la crítica y del público, no podemos negar que su sonido es cuanto menos peculiar. Ya desde su primer álbum de estudio, Showbiz, estaban llamados a ser uno de los grandes grupos consagrados del siglo XXI, y, aunque su música ha evolucionado enormemente en tan solo cuatro discos, quizás tendiendo a un toque más comercial, son un referente obligado en el panorama rock internacional.

La particular voz de Matthew Bellamy y su armónica estridencia con la guitarra -sobre todo en su fantástico directo- , muy llamativas en Origin of Symmetry, son unas de las características que hacen diferente a Muse, eso sin contar una calidad compositiva indudable y unos acordes que ocasiones parecen inspirados en la música clásica. Este último aspecto se hace aún más patente en su tercer álbum, Absolution.

En Black Holes and Revelations nos topamos con una banda más madura y aunque que se aleja significativamente del sonido que caracterizaban sus primeros discos, mantiene intacto el espíritu de Muse. Ese espíritu que hace que cada álbum te envuelva con su música de principio a fin y que confirma por qué es uno de los grandes grupos de la década.

En la próxima entrega de Músicas heterodoxas: System of a Down.

18 de enero de 2007

Puedes dejar de ser un idiota si sabes como conseguirlo.

Dos hombres en una cafetería discutían airadamente sobre temas veniales. El camarero del bar era uno de ellos, un muchacho que apenas superaba los veinte años y que se jactaba a menudo de ser un sujeto docto en lo concerniente a culturilla general y actualidad en particular. Aducía que sus conocimientos y su saber estar eran debidos a su gran experiencia en el mundo de la hostelería, dado se dedicaba a ello desde muy jovencito. Su interlocutor era un muchacho cercano a la treintena, relativamente conocido en el barrio y aunque a primera vista no se percibía, poseía un ligero retraso mental sabido por todos.

Durante el transcurso del pequeño debate que mantenían y harto ya de lidiar con una persona a la que consideraba un ignorante, el camarero quiso dar por zanjada la conversación:

- Y tu que vas a saber si eres tonto…eres tan tonto que hasta tienes una paga por serlo.

Tanto el muchacho como los allí presentes se quedaron estupefactos por el comentario del empleado de la cafetería, que un intento por resultar gracioso sus manifestaciones habían resultado de muy mal gusto, logrando por parte de los que allí se hallaban una antipatía compartida.

- Ah, con que yo soy tonto –dijo el hombre con gesto de perplejidad-. O sea, tú que te levantas todos los días a las seis de la mañana y te pegas aquí todo el día trabajando como un esclavo a cambio de un sueldo miserable, tú no eres tonto. Yo que me levanto todas las mañanas a la hora que me da la gana y cuya única ocupación es la de ir al banco y poner la mano para que me den el sueldo, yo, si soy tonto ¿no? Pues no sé yo quién es más tonto de los dos.

La contestación arrancó una sonrisa a los presentes y el consiguiente sonrojo del camarero, que no volvió a decir nada el resto del día.

Para poder lograr no continuar siendo un idiota:


Puedes dejar de ser un idiota si sabes como conseguirlo (edición principiantes)


Una guía básica paso a paso para todo aquel que quiera dejar de ser insignificante y, aún mejor, sí además puede conseguirse sin trabajar.


Esta primera edición para principiantes consta de los siguientes capítulos:

Capítulo I.: Como conseguir que todos le presten atención.

Les enseñaremos los pasos a seguir para ser el centro de todas las miradas allá donde vaya.
- No ceder el asiento a ancianos, embarazadas y minusválidos aplicando el cinismo.
- Cómo colarse en las filas con total desfachatez sin esperar su turno.
- Gánate a tu jefe siendo un delator.

Capítulo II.: Total dominio del léxico.

Aprenderán a usar a la perfección oraciones como: “Si, si, vale, va a ser lo que usted diga señora” y “Ah, ¿pero había qué guardar turno?

Capítulo III.: Lograr ingresos extra.

Cómo obtener beneficio gracias a las demandas por pequeños accidentes –el charco de agua-, estafas al seguro por medio del falso robo o procurarse una baja por enfermedad por el resto de su vida. Todo ello perfectamente explicado y con sencillos ejercicios .

¿A qué esperan?, deje de ser un idiota gracias a nuestra guía “Puedes dejar de ser un idiota si sabes como conseguirlo” (edición principiantes).

Otros títulos de esta colección

Puedes dejar de ser un idiota si sabes como conseguirlo

(edición avanzada).

Podrán beneficiarse y alcanzar gran popularidad gracias a una desgracia. Averigüe como sufrir un largo secuestro o una polémica detención y estancia en la cárcel, con todos los gastos pagados, y lograr favorecerse de ello.

Les instruiremos en el modo de ser seleccionado para participar en un reality show con altos índices de audiencia.

Y mucho más…


Ediciones cuatropelos –algunos derechos reservados-

16 de enero de 2007

Pezqueñines NO Gracias

Con pavor se descubre el regocijo gozoso y presuntuoso con el que algunos progenitores hacen del uso y abuso de sus hijos. En la recurrente fórmula de prosperar con los dones ajenos, se nos presentan previo pago a los genios del mañana. Las reinas del gracejo popular venden discos y pompones; instituciones deportivas con talonarios multimillonarios pujan por el niño prodigio del balón para concupiscencia del manager-papá que solo vela por el simple esparcimiento de su sobresaliente vástago. Incluso se comercia con las aptitudes deducidas de un genio del tapiz que se ocultan bajo el patrocinio de las buenas intenciones, transacciones mercantiles del inconsciente oficio y distinguido beneficio de los bosquejos de una criatura en pañales.

Oigamos a los que se atreven a hablar y en ellos se estampará la etiqueta de los celos. Serán víctimas del menosprecio por el simple hecho de criticar con estupor el circo de las deidades venideras por madurar. Se desestimarán sus apreciaciones por desaprobar a los que mancillan años de preparación necesaria, en virtud del estricto provecho pecuniario de sus congéneres.


Una niñez agraviada por un proxenetismo cualitativo, obra y gracia de una idolatría paterna filial, que forja ídolos de barro por el alivio orgulloso de la pesada carga de sus fracasos a través de sus hijos, avocándolos a la incertidumbre de tropezar con sus propias decepciones.


Talentos precoces a la fuerza, obligados al progreso de su supuesta naturaleza especial; infancias que precisan de la renuncia de su propia índole, la de ser niños corrientes con todas sus consecuencias. La razón suele ser otorgada o arrebatada por el despiadado tiempo, pero a veces es de sabios apelar a él.

12 de enero de 2007

Historias del grano de arena. # 8. La propuesta Lienchtens…¿berg?

Resulta interesante que la gente tenga inquietudes. Mentes en constante meditación que simplemente pretenden ofrecernos algo nuevo; y no me refiero a la recurrente idea tan típicamente española de colocarle un palo a algo que ya está inventado (véase la fregona y el chupa-chups), sino a un nuevo concepto o un maravilloso ingenio. Algo que mejore nuestra angustiada vida y nos aporte algo que en este estresante siglo tanto ansiamos, un poco más de tiempo que poder compartir con los nuestros y porque no decirlo dedicarnos más periodos de asueto para el disfrute personal.

La tesitura de ser el primero en atender a la idea que nos iba a solucionar este problema a todos puede llegar a ser, como decirlo, desalentadora.

Pasear en una jornada soleada de invierno es una experiencia muy aconsejable. Hay días que el sol calienta lo suficiente como para reducir el frío considerablemente, pero no tanto como para llegar a acalorarnos. De ese modo, un fantástico domingo de noviembre, deambulando e intentando pasar un rato agradable, me encontré con un amigo que estaba tomando un refresco en la terraza de un bar. Me quedé parado delante suya mientras él parecía muy atareado escribiendo unos números y unas anotaciones en una servilleta de papel. Al cabo de un momento y tras darme cuenta de su profunda abstracción, si no le decía nada nunca repararía en mí presencia, le dije bruscamente con pretensión de darle un pequeño susto:

- ¡Buenos Días!

Tras el lógico sobresalto, se me quedó un rato mirandome fijamente sin decir nada y con cara de sorpresa, cuando de repente contesta:

- ¡Eureka!
- ¿Cómo que eureka?, así es como se dan ahora los buenos días.

Volvió a quedarse pensando un momento hasta que volvió a hablar:

- No…eureka es porque acabo de desarrollar una propuesta que va a cambiar al mundo.
- ¡No fastidies! ¿Y cómo es eso?, le pregunté desconcertado.
- Pues eso, es que acabo de inventar una propuesta, la propuesta Lienchtensberg.
- ¿Lienchten… qué?
- Lienchten…berg, Lienchtenberg, si así es, me contestó con determinación.
- ¿Y quién es ese señor?
- No, no es nadie. Es inventado. Lo que ocurre es que propuesta Linchtenberg suena mejor que propuesta Rodríguez, me dijo con gesto resolutivo.
- Pues también es verdad, me mostré de acuerdo con él para seguirle la corriente.
- ¿Y en qué consiste?, he de reconocer que había despertado mí interés.
- Mira, te explico. Tú sabes que el día tradicionalmente se divide en tres bloques de ocho horas. Ocho horas de trabajo, ocho de ocio y ocho de sueño, con independencia de cómo los distribuya cada cual. Pues he desarrollado una propuesta para aumentar el tiempo. Veinticuatro horas me parecen insuficientes y necesitamos subdividir el día aún más, y las ocho horas de cada bloque se subdividen realmente mal…no lo neguemos.

Yo atendía con avidez.

- Pues mí idea consiste en que los días duren veintisiete horas.
- ¿Veintisiete horas?, le pregunté con los ojos como platos.
- Si, veintisiete. Mira, veintisiete horas se dividen fácilmente en tres bloques de nueve horas y además, nueve horas se dividen en tres bloques de tres. Es fantástico, se puede distribuir la jornada con más facilidad y disfrutar de más tiempo. Piensa en ello.

Me quedé un rato pensando sin saber que decirle, seguramente llevaba toda la mañana trabajando en tal insensatez, así que no quise ser demasiado brusco y acometí con delicadeza.


- No se, no se…no lo veo, creo que tu teoría está cogida un poco…con alfileres. ¿No has pensado en los relojes? Sobre todo los de esfera. Habría que tirarlos todos, además, ¿no quedaría un poco raro un reloj con trece horas y media?... ¿La medianoche y el mediodía sería a las trece treinta?

- La verdad que no había reparado en ese detalle…pero no pasa nada, se pueden reajustar los segundos en cada minuto hasta conseguir trece horas y media englobadas en doce, me dijo pensado mientras miraba al infinito e hizo ademán de ponerse a calcular.

Le quise interrumpir: - pero entonces el ajuste pierde todo el senti…me callé.

- No mira, la cuenta es sencilla, me dijo cavilando.
- Pero…escucha. ¿Tu no te has parado ha pensar en el movimiento de rotación de la tierra?
- ¿Cómo? Repíteme eso de lo de la rotación que no te he entendido bien.
- Pues mira, hice una pausa pensando como se lo iba a decir. Pues es que el día dura veinticuatro horas porque es lo que tarda este planeta en dar una vuelta sobre sí mismo. Eso sin contar lo que debe durar un año.
- Vamos a ver, ¿Qué quieres decirme que lo de las veinticuatro horas no esta puesto por poner?, preguntó incrédulo.
- Lamentándolo mucho tengo que responder que no está puesto por placer, le dije con cara de pena.
- Ufff, vaya palo me has dado, con lo contento que estaba por la idea.

Empecé a explicarle lo extraño que sería que al cabo de una semana tuviéramos que almorzar a las nueve de la noche y cenar a las cuatro de la madrugada. Que todos los días tendríamos que hacer nuestras tareas cotidianas a horas distintas, que podríamos pegarnos un madrugón por levantarnos a las siete de la tarde Todo ello a causa de que el tiempo, amaneceres y ocasos junto con demás “pequeñeces” seguirían abarcando veinticuatro horas diarias, eso sin contar lo singular de una navidad en mayo o un verano en octubre.

- ¿Estas seguro que eso no se puede modificar?¿Qué dicen los científicos al respecto?, dijo abatido.
- Lo siento, pero no, creo que eso no se puede cambiar. ¿Te imaginas convertirte en mayor de edad a los veintitantos?, ¿aparentar setenta años con solo cincuenta y poco por culpa de tu calendario?
- Creo que tienes razón, pensaba que era una buena ocurrencia, recapacitó con tristeza y permaneció en silencio un buen rato.

Su cara de desilusión era tan afligida como la de un niño al que le acaban de revelar que los Reyes Magos no existen. Me sentía culpable por destrozar su ilusión. Él pensaba que había descubierto el viejo sueño de la alquimia de convertir el plomo en oro y yo había venido solo para desbaratar su invención.

- ¿Sabes lo que te digo?, rompió el silencio. Que le den morcilla a Lienchtenberg.
- Eso, eso, que se fastidie, le dije con intención de alentarlo.
- ¡Tío!, ¿y porqué no secamos el Mediterráneo?...
- ¡Vamos hombre!, por Dios.

10 de enero de 2007

Maldad suprema

En otro tiempo, bajo ningún concepto podía entender como algunos padres maltrataban e incluso mataban a sus propios hijos, y si se trataba de un bebe de pocos meses la indignación y la repulsa eran aun mayores. La experiencia me hizo comprender y concebir tales actuaciones.

El límite entre la cordura y la locura a veces es frágil; todos tenemos una frontera de lo soportable que rompe nuestro equilibrio. La capacidad de sufrimiento es variable en cada uno de nosotros, hay quien no supera la muerte de un ser querido o queda traumatizado de por vida a causa de una mala experiencia. Otros tienen tanta fuerza moral, que por terribles que sean los golpes siguen adelante con una entereza admirable.

Un niño pequeño puede llegar llevarte a una desesperación extrema. Madrugadas en las que ya el cansancio físico y mental ha hecho mella, un bebe en brazos que no deja de llorar sin encontrar el motivo puede hacer que alguien con algún desequilibrio mental cometa una barbaridad. He llegado a entender que una persona enferma tire por una ventana a su bebe, pero al segundo se da cuenta de la atrocidad que acaba de realizar.

Cuando un individuo que asesina a sus hijos no muestra signos de desequilibrio y ni un ápice de arrepentimiento. Cuando además es premeditado o es a consecuencia de un maltrato físico habitual a un bebe que está totalmente indefenso, ese individuo representa la maldad suprema, la extrema vileza de arrebatarle la vida alevosamente a lo que en teoría más se ama.

¿Creen ustedes que existe un acto que se pueda considerar aún más infame?

8 de enero de 2007

El pacto

Intentando encontrar el éxito que hasta la fecha le había sido negado, un joven pintor no dudó tal que un Fausto cualquiera en hacer un pacto con el Diablo. Pero el Ángel de las Tinieblas que se sintió benevolente por un momento le propuso un trato. El tan anhelado reconocimiento le sería otorgado y el contrato firmado con sangre le concedía la oportunidad de salvar su alma si respetaba tres condiciones.

La primera condición le obligaba a que una hija del Diablo fuera su musa, la
musa, y que le acompañase constantemente durante el resto de su existencia terrenal, él no se separaría de ella en ningún momento. La segunda precisaba que la musa apareciera reflejada en toda su obra. La tercera condición le prohibía cualquier tipo de contacto carnal con la musa, aún incluso si ella se lo exigía. El artista accedió a respetar las cláusulas y rubricó el pacto.

El pintor nunca había visto mujer más bella que la musa y aunque conocedor de las limitaciones que para con ella había adquirido, no pudo evitar enamorarse perdidamente de ella.

El éxito no se hizo esperar, tras el contrato firmado con el maligno ya desde el primer cuadro la crític
a y el público elogiaba el retrato de aquella mujer tan misteriosa como embriagadora. Fuera la musa paseando por una campiña o una sirena en la blanca arena de una playa lejana, cada obra era calificada como una obra maestra que al pintor le era generosamente repercutido económicamente. A los dos años el “sublime creador” como ya le habían denominado poseía una pingüe fortuna, pero permanecer constantemente junto a su intocable amada hacía de su vida algo insoportable.

Una fría noche de invierno mientras el artista dormía, la musa se introdujo en su cama y lo despertó con un dulce beso. Aquella noche el pintor quebrantó la tercera cláusula del contrato. Sabiéndose condenado, los años siguientes permaneció junto a su amor que hasta aquella madrugada era obligadamente platónico y la pintura ocupó un lugar secundario. Fruto de esta unión nacieron tres hijos y durante varias décadas vivieron felices hasta que llegó el día que en un principio él tanto temía, el de su muerte.

En un abrir y cerrar de ojos el pintor se vio frente al Diablo que reía con voluptuosas carcajadas. El demonio se regocijaba del fracaso del artista y se jactaba de cómo había desaprovechado la oportunidad de una vida de éxito y una eternidad apacible. El pintor le contestó que estaba contento por la situación. Le dijo que la musa, su musa, por su condición de hija de Satán volvería al regazo de su padre al morir y así volvería a su lado. Que prefería una inmortalidad de agonía junto a su amor y que el autentico infierno hubiera sido una vida sin ella. Que lo volvería a hacer una y mil veces si tuviera la oportunidad y que así y solo así el pacto había merecido la pena.

Y es que en ocasiones nuestra percepción nos conduce a la búsqueda por alcanzar sueños que en realidad no son los más deseados. Nos conduce por caminos equivocados que a veces nos hacen ver que lo que en un principio parece ser accesorio, es lo que da realmente sentido a nuestra existencia aunque suponga renuncia y sacrificio
.