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27 de noviembre de 2008

El inevitable trabajo en la sombra

La experiencia me ha enseñado, y vamos camino de tres añitos -incluyendo el lapsus-, que en esto de las bitácoras el tiempo empleado a la hora de hacer cualquier cosa es directamente proporcional a la torpeza del que las ejecuta. Y, aunque la pereza es aún mayor que la torpeza, voy a dedicarle un tiempo a hacer ligeras modificaciones a la plantilla y lo más importante, actualizar el listado de enlaces e incluir los nuevos descubrimientos que he hecho últimamente en este mundo blog, y son muchos por fortuna. Decidir el momento no es casual; creo que ni los concursos ni los ranking son raseros para medir la calidad de un blog dado que en mi humilde opinión no existen blogs de mayor o menor calidad, sino blogs que nos interesan o no nos interesan. Hay que reconocer que los concursos y los ranking son medios excelentes para conocer blogs al margen de las posiciones, sobre todo en el momento en el que te das cuenta que puede que alguna bitácora personal del puesto un millón nos aporte algo que otra situada entre las diez primeras no lo haga, por su temática, diseño o por lo que sea. Todo es cuestión gustos, y para gustos blogs, que también los hay de colores.

Estos días los voy a dedicar a estos cambios y añadidos, estaré aquí, pero trabajando en las sombras por lo que es muy posible que no publique. Algo que además me vendrá bien para pensar en las próximas “chorradas”, y es que con este frío se me han congelado hasta las ideas. Si tenemos en cuenta que tengo la misma capacidad para síntesis que Ken Follett –con tres ejemplares de Los Pilares de La Tierra te haces una mesita de noche-, temo que lo que escriba pueda ser in leíble, más de lo que lo es ahora.

Aunque no juego al intercambio tampoco me importa incluir a todo aquel que quiera en el apartado de enlaces. Si así fuera no duden en comunicármelo en esta entrada o directamente en la de enlaces; a veces con estas cosas te llevas gratas sorpresas.

Ya que están aquí, si gustan, pueden leer ésto para no marcharse con la sensación de haber perdido el tiempo del todo. Es aleatorio así que puede salir cualquier cosa.

Muchas gracias a todos.

25 de noviembre de 2008

Miserere

No es cuestión implícita que el respeto a no quitar nuestra propia vida acabe con la firme esperanza de perderla en tanto en cuanto la circunstancia nos obligue a desear nuestra propia muerte. Por ello acordame yo… perdón, es costumbre propia que cuando pienso en tiempos pasados uso un lenguaje anterior. Pues…me acuerdo de un avatar ocurrido en los primeros tiempos. De noble cuna es mi proceder, ya que sería el esbozo “cuatropelil” del vástago de un gentilhombre. De alta alcurnia mis aposentos ya que durmiera yo en el cajón de un escritorio posesión de aquel mozalbete, que, en sus incipientes pinceladas, dibujome, aunque con tres pelos, pero dibujome…vuelvo a hablar en antiguo otra vez.

Gran disgusto llevose el noble progenitor al comprobar la distracción que supuso para el muchacho el dibujarme; un entretenimiento inutil en el desempeño del obligado aprendizaje de la gramática. Si bien le agradezco que no quebrara aquella hoja de papel cuan árbol abatido por el viento, dado que, produciéndole cierto gracejo el muñecajo, y ya que el daño estaba hecho, conservárame en dicho legajo para borrón y secado de sus insignes plumas. Allí acomodado me hallaba entre lo que en el futuro serían valiosos pergaminos, legado de un tiempo pasado, cuando un mal día aquejome de un pavoroso dolor abdominal. Falsa creencia es la de pensar que un personaje dibujado en un papel ni siente ni padece. Si es sumamente aburrido estar confinado en un cajón a perpetuidad, imagínense lo que supone permanecer enfermo y encerrado en tal insigne prisión con la certeza que será hasta el fin de los tiempos. Lamentárame de haber sido creado, deseara un incendio, un infante al abrigo de un extravío que me desgarrara en mil pedazos. Aquél dolor imperturbable ocasionaba que mi imaginaria vida fuere una insoportable maldición, ya que el arte al igual que un vampiro, aunque malo, es inmortal. Mala cosa ser un borrón olvidado en épocas quijotescas.



Pasáranme los años sin alivio hasta que un bendito historiador encontrárame oculto bajo un montón de documentos de pingüe valor para la memoria. La humanidad evoluciona sin percibir los cambios; mientras vivimos tenemos la falsa percepción de que todo siempre sigue igual. No nos damos cuenta que las pequeñas e inadvertidas variaciones que vamos causando son las grandes diferencias entre los siglos pasados y futuros de nuestra historia. De ese modo mis compañeros de celda y yo éramos la evocación de los modos y costumbres de un momento olvidado; las pruebas incriminatorias de lo que somos y de dónde venimos para bien o para mal. Un atisbo de luz se cernió sobre este humilde y desdibujado servidor.

- Si, con total certeza…a ver, si. Claramente su merced padece “El Dolor del Miserere”. Lamentome, pero va a morir señor figurilla de tres pelos…-Vana era la sentencia de aquella ilustración de médico en un libro antidiluviano de anatomía -.

Aquel dolor del miserere, más conocido como apendicitis, hasta entonces, y muy a pesar mío, no podía matarme; pero los males son menos males en el paraíso. Tras siglos encerrado y pese a que el dolor permanecía, aquel lugar repleto de pergaminos y grabados era un gran parque de atracciones en el que el pasado y el presente se fundían para conformar la historia. Un lugar en el que descubrir que podía ser el monigote que cualquier otro niño hubiese dibujado con la misma facilidad con la que pierdo el acento medieval.





Una vez un señor me robo y me metió en un lugar en el que podía ver todo lo que quisiera y a su vez ser visto. Podía contemplar el pasado y las imperceptibles variaciones que cambian el futuro. Me arrancó de la hoja en la que jugaban un niño y su abuelo como el que arranca los secretos de unos papeles olvidados y doloridos en un vetusto escritorio para abandonarme en otro, pero esta vez con un fondo de cajón infinito.

Rehecho con goma de borrar y pincel gané un pelo y …aquel dolor había desaparecido.


Epílogo.

De bien nacidos es característica singular ser vehementemente agradecido. Si bien no perdonara justificadamente el haberme dibujado sin pene…ojo.

20 de noviembre de 2008

Incubare

Tanto trabajo y tan poco tiempo…

Demasiados dones concedidos desde el Cielo que deben ser corrompidos. Con sumo cuidado he de ir repartiendo trocitos de mi pútrido corazón entre los mortales que han sucumbido a la inefable prueba de la tentación. Siembra demonios menores entre el resto, ocultos, normales. Disfruto inventando los purulentos actos del ayer, de hoy, del mañana. Señalo con un símbolo de sangre a aquellos que no superan la prueba.

Hay tanto trabajo que hacer…

Me encomendé imponer el equilibrio desde el principio de los tiempos, romper el equilibrio entre el bien y el mal no es un trabajo sencillo. El relativamente fácil atraer al humano hasta el pecado, pero, por desgracia el bien se impone al caos. No hay suficientes asesinos y violadores como para inclinar la balanza, ruidosos, pero escasos. Los seres humanos tienen la bendita costumbre de decantarse por el bien…

Los auténticos enfermos no sirven. El que se sabe enfermo lucha y evita dejar florecer el mal en virtud de su dolencia. Solamente valen aquellos que están vacíos, que no tienen alma.

Estoy tan cansado…

Es costoso crear íncubos y súcubos que roben lo más intimo que posee el hombre, su intimidad sexual. Requiere mucho tiempo erigir demonios salidos directamente del averno. No están bien terminados, transpiran la maldad, se les ve llegar, no pueden mezclarse; aprende de tus errores para no volverlos a cometer…no vayas por ahí.

No mires el cuaderno de piel que recoge uno de tus mayores experimentos…mi mayor fracaso. Anotados en sus paginas guardo los detalles de la creación más aterradora. En cada uno de sus renglones el mas temible demonio jamás imaginado. Un ser concebido para robar la inocencia del más preciado tesoro humano, la inocencia infantil, tan perverso, tan oculto, tan normal, tan ligado a los humanos que es imposible diferenciarlos. Un ente que alberga inscrita en su corrompida alma la vejación, el abuso y la esencia misma del mal en la figura de la más vil de las violaciones, la de un niño. El incubare que se jacta de sus victorias ante otros demonios. Un ensayo que se me fue de las manos, la sombra que persigue a su creador.

Demasiado depravado hasta para el mismísimo Diablo…




NO A LA PORNOGRAFIA INFANTIL.


19 de noviembre de 2008

La plaza del Vínculo

Érase que se era una ciudad que en su concepción fue diseñada y construida para que sus ciudadanos y visitantes tuvieran una vida más fácil. Era una ciudad monumental, pero no monumental arquitectónicamente, sino pequeña y nueva, de edificios de reciente construcción y perfectamente catalogada y ordenada, cuya grandeza residía en conformar un lugar que albergara todo el conocimiento conocido. Sus constructores pensaron que conformar un espacio que recogiera lo mejor de cada casa, las excelencias de cada país y la sabiduría de sus más ilustres ciudadanos haría que los habitantes de esta nueva ciudad fueran más cultos, cabales y tolerantes.

En los albores de aquella pequeña gran ciudad los que allí vivían lo hacían felices y en continuo aprendizaje, todo era nuevo y espléndido, un descubrimiento diario, grandes lugares donde acudir. Un buen día sus habitantes se dieron cuenta que ya habían aprendido todo lo que este lugar les podía enseñar y paseaban sin saber qué hacer ni a dónde ir, tener todo el conocimiento del mundo vagando sin un rumbo que seguir ya no resultaba tan atractivo.

Todos los caminos conducían a Roma en aquella ciudad. Al Deambular sin motivación ni dirección se desembocaba en una plaza grande y céntrica, sin árboles, sin monumentos, casi sin construir. La gente se congregaba allí en silencio, no había nada que decir porque lo contado ya había sido vivido por todos los que allí habitaban.

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Paso el tiempo, todo había sido dicho y las opiniones habían sido forjadas. La nueva y flamante ciudad con su plaza sin nombre ya no tenían nada que ofrecer a sus ciudadanos. Éstos empezaron a plantearse abandonar aquel lugar y se fueron marchando, primero de la plaza, y, luego de la ciudad, poco a poco, despacio, como el que se marcha por culpa de un amor desdeñado esperando que lo detengan en el último momento, resignados pero reticentes a abandonar.

De repente alguien gritó y aquellos habitantes hastiados de no ver saciada su necesidad de un conocimiento con consecuencia se giraron para ver lo que pasaba. Vieron como un hombre empezó a hablar a la gente. Subido en una caja de madera todos lo escuchaban atentos, intrigados; alguien se atrevía a expresar su visión sobre la vida, sus opiniones, sus inquietudes. A pocos metros una mujer se alzó en otra caja de madera y también comenzó a hablar. Una extraña excitación envolvió a todos. Algunos era capaz de ofrecer nuevo contenido a aquella ciudad que se encaminaba vertiginosamente a convertirse en el vestigio de una antigua civilización. En lo que parecía la muestra decadente y decrépita de una nueva metrópoli romana de finales del siglo XX, alguien se dio cuenta que podía aportar algo para evitar que aquella prometedora ciudad muriera.

Se multiplicaron las cajas de madera donde se narraban bonitas historias, mantenían a los demás al tanto de las últimas tendencias, cine, literatura, informaban sobre lo que pasaba en el mundo desde su particular punto de vista, con espíritu independiente, sin coacciones, sin partidismos. Algunos podían estar de acuerdo, otros no, pero todos eran libres. A aquel espacio se le llamó La Plaza del Vínculo. En poco tiempo las voces que allí se elevaban llegaron a todos los rincones de aquella renovada ciudad. Muchos fueron llegando a la Plaza desde todos los rincones y una gran afluencia de espectadores pasivos se congregaba a diario para escapar del punto de vista encorsetado y vetusto al que hasta ahora estaban acostumbrados. Era una ciudad frenética que imponía cambios a velocidades de vértigo, tanto que los pocos meses las cajas de madera fueron sustituidas por pedestales de hormigón y mármol y a los nuevos iconos de la información los denominaron “Generadores Urbanos de la Razón Umana”, humana sin “h”, porque tal era su influencia que hasta cuestionar la importancia de la ortografía era factible. La muchedumbre los seguía y sus nombres fueron relevantes incluso fuera de una ciudad que hasta la fecha era hermética y distante.

Los “Generadores” eran personas como las demás pero con el inestimable don de ser escuchados y tenidos en cuenta por el resto. La condición humana, con “h”, es invariable en cualquier parte del mundo, y, como en cualquier parte, la condición de los “Generadores” no distaba mucho de cualquiera que observa como de un día para otro deja de ser un personaje anónimo y se convierte en una celebridad, en minúscula, pero celebridad en lo que ellos consideraban el nuevo “Orden”; como cualquier político asentado en el poder muchos pensaban que su palabra era ley y verdad irrefutable y sus alocuciones empezaron a dedicarse en exclusiva a ensalzar al “Orden” y a ensalzarse ellos mismos.

Un buen día mientras un “Generador” disertaba sobre la decadencia de la civilización occidental, como casi todos los días, una chica saciada de la clase magistral impartida una y otra vez empezó a hablar con la persona que tenía al lado. Era una conversación sin relevancia especial, podríamos decir que casi hablaban del tiempo. La gente alimentada por el hartazgo que inyecta siempre la misma alegoría comenzó a escuchar lo que aquella chica decía. Casi sin querer unos y otros conversaban con los que estaban próximos a ellos y se generaron pequeños grupos al margen del “Generador”. Día tras día las personas que antes se reunían en la Plaza del Vínculo para ser aleccionados formaban comunidades de mayor o menor tamaño en el que compartían intereses y opiniones, saltaban de una comunidad a otra y, de vez en cuando, se detenían a escuchar lo que el “Generador Urbano de la Razón Umana” tenía que decir aquel día. Esta circunstancia disgustaba sobremanera a la mayoría de los “Generadores” dado que ellos cedían parte de la trascendencia ganada en virtud de la opinión global y temían que aquello era el principio del fin de la Plaza del Vínculo.


metamorfosis.

(Del lat. metamorphōsis, y este del gr. μεταμόρφωσις, transformación).
1. f. Transformación de algo en otra cosa.
2. f. Mudanza que hace alguien o algo de un estado a otro, como de la avaricia a la liberalidad o de la pobreza a la riqueza.
3. f. Zool. Cambio que experimentan muchos animales durante su desarrollo, y que se manifiesta no solo en la variación de forma, sino también en las funciones y en el género de vida.

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La transformación fue óbice para que muchos “Generadores” abandonaran; qué sentido tenía hablar si ya no iban a ser escuchados con la atención con la que la gente lo hacía antes, su ego fue asaltado. Para otros aquello era una buena idea y se unieron y apoyaron aquel nuevo Orden en el que todos creaban y todos participaban.

Sentado en su pedestal un “Generador” se lamentaba de la destrucción de la Plaza, que aquello no era lo que habían creado, que…

- Solo tienes que encontrar dentro de ti algo nuevo que contarnos y te escucharemos –replicó un muchacho que se había detenido a oír sus sollozos-.

- Pero esto ya no es lo que era, todos opinan y tienen un lugar; ya no es lo mismo.

- Claro que es lo mismo, pero aún mejor…

- ¿Seguro? –dudaba el “Generador”-

- No lo sé con certeza y no te creas nada de lo que te diga. Yo no soy más que un simple “cuentacuentos”.