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17 de noviembre de 2008

Feliciano_88

Nacido para matar como papá le enseñó, igualito que papi. Tan valiente como para imponer su intolerancia sin discusión en virtud de un nombre de guerra. Que fácil es ser valiente y pendenciero escondido tras un pseudónimo para denigrar a todo lo que huela a “rojo”, Feliciano_88. Nacido para ser un fascista, igualito que papi. El 88 es el número, la insignia, el año de nacimiento; el 88.El 88 es Dios y Patria, hasta que la muerte lo separe de un fanatismo déspota hacia lo que considera el camino desviado; hasta que la muerte le enseñe que no es mejor ni peor que lo demás, todos vivimos y todos morimos, iguales. Dios y Patria a sangre y fuego. Nacido para matar porque su patria pura no caben monos, moros ni maricones. En su falsa patria blanca no ha sitio para sudacas ni amarillos, por eso acosa y ataca.

El racismo no existe. Solo existe el miedo. El desasosiego que aterra a aquellos que piensan que el de fuera viene a quitarles lo que es suyo. A Feliciano_88 le asusta que suban al autobús, que compren en su tienda, que trabajen con él. Le asusta la cotidianidad de todo aquello que considera invertido. Le dá miedo la normalidad, igualito que a papá. Su intolerancia es únicamente un terrible e incomprensible miedo a lo desconocido. Feliciano_88 es un cobarde porque usa la violencia cuando le contradicen, porque ataca lo que no comprende. Feliciano_88 solo cree en una verdad sin sentido, obtusa, y, tiene miedo, mucho miedo…

11 de noviembre de 2008

Historias del grano de arena. # 17. Terrores foráneos

La chica del póster me miraba fijamente a los ojos, parecía sonreír por culpa de la situación y no era para menos. Apoltronado en aquel inefable trono pagaba mi osadía –No abuséis de la Husacina y el Burčiak, no a todos les sienta bien- nuestra antipática guía ya nos lo advirtió; un consejo saltado a la torera, un acto de rebeldía del que tener que saldar cuentas en los servicios de aquel bar.
Para descubrir un país y sus gentes es esencial disfrutar de su gastronomía, y yo, había disfrutado demasiado. En aquella tesitura no dudé entrar en aquel bar lleno de gente. Allí pasaría desapercibido. Tenía que resolver el problema inicial, pero, como un perro en apuros que no duda en tirarse a la carretera si el peligro viene desde la acera, remediar aquel retortijón que amenazaba un desenlace vergonzoso se convirtió en la principal prioridad. Una vez solventada la contrariedad, me percaté de la complejidad que entrañaba disimular la inherente expansión de aquel nauseabundo olor y resolver la ausencia de papel higiénico en aquél servicio de Bratislava. Era un contratiempo de lo más inquietante: -No pasa nada –pensé- usaré mi ropa interior y la dejaré en una esquina. Después le pediré al camarero una bolsa de plástico y asunto solucionado. Por una vez no me habían traicionado los nervios, no sabía como iba a entenderme con él pero el plan de acción estaba claro, y, aunque necesitaba una ducha, aquel remiendo era la mejor y única opción.

La sugestión es traicionera a veces, genera conflictos en la percepción cuando los momentos son difíciles. La chica del póster parecía ahora reírse a carcajadas cuando comprobé que en el inodoro no había agua que resolviera, o al menos aliviara, aquella hecatombe. Si bien queda el consuelo de no ser del todo responsable, ya que no era culpable que por la ausencia de agua aquel w.c. pareciese la entrada del mismísimo infierno, es inevitable sentirse avergonzado por ser el causante directo de aquel desaguisado. Hablando se entiende la gente, “the shit happens” dicen los americanos, seguro que los eslovacos tienen frases similares para estas cosas.
Quizás sea cosa mía, quizás sea esa extraña sensación de sentirte regañado cuando te hablan en ciertos idiomas, quizás que diez personas empiecen a recriminarte al salir del baño, la verdad es que no sentí pasar desapercibido. Coaccionado ante aquel panorama solo pude agachar la cabeza y dirigirme al camarero del bar para intentar explicarle las molestias ocasionadas. Es gratificante ver la luz al final del túnel, en esta ocasión la luz la proporcionaba la arisca guía de gesto agriado que esperaba en la barra del bar. Ella me ayudaría a explicarlo todo, estaba salvado, se arreglaría lo que sin lugar a dudas se convertiría en un desagradable malentendido.

De repente un escalofrío recorrió mi espalda. Con las prisas no me había percatado de un hecho estremecedor; el mobiliario del local era más falso que los libros de una tienda Ikea. Miré a mí alrededor y por fin reparé en las cámaras de cine. Los que creía clientes eran en realidad los miembros del equipo en una producción cinematográfica. Resolví el misterio de la ausencia de agua y de papel higiénico como el investigador que empieza encajar las piezas para dar con el asesino de una película de crímenes, y por algún azar del destino, sobre eso precisamente era de lo que trataba aquella.

La chica del póster se reía con fundamentos. Me había colado en un set de rodaje y había dejado un desagradable “regalo” en un de los decorados.

Sin importar las diferencias culturales y lingüísticas, el gesto realizado a la guía se entendía internacionalmente aunque ella se encogiera de hombros sin comprender que quería decirle. Teníamos que salir de allí inmediatamente. El director de la película le daba paso a la actriz para que entrara en aquel el baño postizo a fin de rodar la próxima escena. La guía no comprendía lo que ocurría cuando la cogí del brazo para escapar del local, nos dirigíamos hacía la puerta mientras ella profería exclamaciones de indignación por mi inexcusable comportamiento. Ellos son comedidos, eso lo empeoraba todo aún más.

Bajo el umbral de la puerta pudimos escuchar el desgarrador alarido de la actriz al contemplar aquel inodoro salido del mismísimo averno. Sin término de dudas, en aquella película de terror…el asesino andaba “suelto”.

5 de noviembre de 2008

Grita y llora

Grita muy fuerte, tan fuerte como puedas. Grita con el ímpetu con el que lo hacías ayer. Chilla con la rabia con la que lo hacías al encapricharte de un juguete. Llora como cuando no te otorgábamos la libertad de creerte “grande”. Te hiciste mayor de repente, prematuro, sin merecerlo, sin que hubiese llegado la hora, creciste.

Grita hasta que la voz ya no se oiga y solo se escuche un quejido, agudo, sufrido, prolongado; aún así sigue gritando, más y más, tanto que pienses que te van a explotar los pulmones, tanto que sientas al corazón salir por la boca. Grita y …llora.

Llora y vuelve a empequeñecerte, pero llora. Se ha marchado y lo quieres, como me quieres a mí. Lo sé porque yo lo quise, casi tanto como te quiero a ti. Llora como el niño que eres; ya no necesitas ser mayor porque él ya no está aquí.



No sientas vergüenza. No te creas culpable. Cuando termines serás consciente de que papá ya se ha marchado, que no nos volverá a tocar, que no habrán más golpes. Grita fuerte, como lo hacía papá, tan malo como él; tras el grito y el llanto todo se habrá acabado y en calma, no volveremos a llorar.

Grita y llora mi niño…estaremos bien.

3 de noviembre de 2008

Cosas que nunca cambiarán

AÑO 2068


Desde hace tiempo intentamos cambiar las cosas. Nuestra sociedad, denigrada tantos años, está consiguiendo el respeto que merece de las demás comunidades que conforman este gran planeta que vela por nosotros en un universo tan infinito.

Se nos reconoce nuestra minuciosa organización y ya nadie piensa que está anclada en el pasado; se nos criticó tanto. Una monarquía liderada por una reina es siempre más justa y ecuánime, nosotras somos mucho más compasivas.

Durante todo este tiempo se ha sufrido mucho, a veces los tiempos han sido difíciles, a veces hemos desconfiado de nuestras reinas. No se pueden negar las dudas ante un sacrificio que cuesta muchas vidas cuando el resultado va a ser incierto. En ocasiones no puedes comprender por qué debes morir solamente para llamar la atención. Por desgracia nada es perfecto.

Vosotros jamás nos habéis comprendido, nos habéis visto siempre como una amenaza y siempre habéis pensado que nuestras agresiones eran gratuitas. Creísteis que os hacíamos daño por simple divertimento, nada más lejos de la realidad, cuando te sientes pequeña y frágil hay que ser muy valiente para defenderte aún sabiendo que es a costa de tu vida.

Al fin comprendisteis la complejidad de nuestros sistemas sociales, unos sistemas en los que no hay crisis económicas, en los que se distribuyen los recursos, en los que esos recursos estarán siempre ahí si vosotros los respetáis. Al fin comprendisteis que nosotras solas podemos controlar nuestro destino, que no necesitamos vuestra ayuda, solo vuestro respeto.

Nunca quisisteis ver nuestra riqueza cultural. La fiesta del Sol no es un azote, es solo una fiesta que nos tomamos con humor. Un sentido del humor que jamás creísteis que pudiésemos poseer.

Pero hay cosas que nunca cambiarán.

Para nosotras las abejas ese sentido del humor es uno de nuestros valores más sagrados. Para una sociedad como la nuestra tan dependiente del respeto humano, el humor es la evasión a los problemas, a la sequía, a la ausencia de flores, a la contaminación, a los plaguicidas. Durante miles de años nuestros dramas y nuestras comedias se ha ido sofisticando sobremanera. Pero esa sofisticación se ve mermada por esas cosas que nunca cambiaran. Jamás aprendimos a contar hasta cinco. No se pueden hacer rimas con el cuatro, y, puede que eso, nos lleve hasta la extinción. Cuando alguien dice el cuatro, la pesadumbre de no saber con qué rimar, nos mata, nos mata…nos mata.