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25 de marzo de 2007

Solo seres vivos

Cuando en cualquier conversación sale a relucir la figura de Sigmund Freud, no podemos dejar de pensar el él como en ese pervertido que aseguraba que cualquier comportamiento del individuo, psicológicamente hablando, estaba relacionado directamente con el sexo. Y aunque se centraba en lo concerniente a los entresijos de la mente humana, si lo analizamos desde una perspectiva menos compleja quizás ese buen hombre tenía cierta razón.

La cuestión, según me contaron una vez que fui al colegio, es que los seres vivos nos regimos por cuatro parámetros básicos: nacemos, crecemos, nos reproducimos y morimos. Por mucho que nos pese, aunque más inteligente que los demás, biológicamente hablando no dejamos de ser unos animales bastante normalitos en el modo en el que nos comportamos socialmente y en seguimiento de las directrices que la naturaleza nos exige, porque en el fondo, el resultado es que la vida es más simple de lo que parece por mucho que nos empeñemos en complicarla.



Como casi la mayoría de los primates, véanse los chimpancés, vivimos en manadas. Como ellos, cohabitamos unos individuos con otros porque es el medio con el que nuestra especie tiene más probabilidades de alcanzar la finalidad para la que estamos aquí, la perpetuación de nuestra especie.

Creemos que controlamos nuestro destino gracias al don del raciocinio, probablemente una hormiga también lo crea. Pero aunque su misión sea la de recolectar comida para la colonia, con su trabajo solo persigue la continuidad del hormiguero. En nuestro hormiguero particular no importa la singularidad de sus elementos, aunque pensamos que controlamos individualmente reproducirnos o no, el resultado es que a nivel global lo hacemos y mucho. Para lograr esta perpetuidad lo único y fundamental es el sexo. Es nuestro principio y nuestra finalidad en este mundo, dejar nuestra semilla para conseguir no extinguirnos. Negarlo es negar a nuestro propia naturaleza y visto de ese modo nuestra obligación más importante.

El Sr. Freud estaba en lo cierto, desde el principio de los tiempos vivimos obsesionados con el sexo para poder seguir existiendo como cualquier ser vivo que nace, crece, se reproduce y muere.

21 de marzo de 2007

Historias del grano de arena. # 10. Tolomeo contraataca

Aunque casi todos tenemos un Tolomeo en nuestra vida, éste es mío, personal e intransferible, por desgracia. Este Tolomeo, celebérrimo por sus reproches a la conducta de sus vecinos y por todo aquello que él considera un agravio o una carencia total de sentimiento comunitario, mí Tolomeo, continúa colgándose, cínica y alegremente, medallas de sus triunfos sobre sus indignados colindantes, que sin salir de nuestro asombro, vemos que con toda la desfachatez del mundo y el “me importa un pimiento choricero”, se ríe de nosotros al son que a él más le calienta.

Si ya le narramos anteriormente los tristes y escatológicos acontecimientos del perrito, inocente él, que nos regalaba un maravilloso ramillete de fragancias y texturas excrementicias, Tolomeo se explaya aún en la más grata solidaridad vecinal. Y es que Tolomeo es un hombre ocupado, ocupado en fastidiar a los demás porque el señor se aburre, y que mejor forma de evitar este hastío que permitirnos a los demás evadirnos de la monótona rutina de una comunidad de propietarios cualesquiera.


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Tolomeo vive en una urbanización privada en la que existen viales rodados internos porque en los inicios de dicha urbanización las calles eran de uso público para todo aquel que quisiese transitar por allí. Los promotores, que a veces son unos linces, determinaron que para unas ciento cuarenta viviendas, cuarenta y tantos aparcamientos privados eran suficientes. Demostrando un sentido lógico fuera de lo común, también decidieron que esos aparcamientos privados se sortearan, pero no entre los propietarios, sino entre toda la población mundial que así lo deseara, por lo que el “asuntillo” del aparcamiento empezó con mal pié dado que una vez cerrada la urbanización, tampoco habían suficientes plazas exteriores para que pudieran estacionar los propietarios sin aparcamiento, que eran la gran mayoría.

El mucho tiempo libre de que disponía permitió que Tolomeo durante el mes previo al sorteo, más bien subasta, y el mes posterior a éste, permaneciera perenne el las oficinas de los promotores presionando por la concesión de un aparcamiento. Su constancia obtuvo premio, misteriosamente le fue adjudicado a Tolomeo uno de los aparcamientos más grandes y mejor situados. Desde el día en el que se hicieron entrega los aparcamientos empezaron los problemas.

Si no eres propietario de uno de estos aparcamientos siempre es más seguro y cómodo dejar el vehículo estacionado dentro del recito cerrado que en la calle, pero a partir de ciertas horas aparcar es un acontecimiento que entraña ciertas dificultades. Los dueños de los aparcamientos “sorteados” comenzaron a especular con ellos y empezaron a alquilárselos a terceros y, por supuesto, continuar aparcando en el recinto cerrado, residieran o no allí. Abrieron la caja de los truenos porque incluso estos terceros realquilaban a unos cuartos haciendo duplicados de los mandos a distancia de la entrada a la urbanización ya así seguir aparcando dentro del recinto. Podrán imaginar como se puede sentir alguien que llega a las nueve de la noche y tiene que aparcar a medio kilómetro porque en tu propia casa no puedes hacerlo al estar los aparcamientos ocupados por coches de la calle, que entrando alegremente con sus mandos, copan un espacio privado que hemos pagado los que allí vivimos. Desesperanzador.

Para no ser menos, Tolomeo fue uno de esos propietarios que alquiló su aparcamiento. Alquilar, curiosa palabra, se usa tanto para el arrendador, que “alquila” su propiedad, como por el arrendatario que también la “alquila”, curiosa.

Pero Tolomeo, solidario y democrático, como presidente de la comunidad, saltándose los protocolos, o sea, las juntas de propietarios, y, alegando que por su edad y su ¿minusvalía? no podía permitirse aparcar fuera de la urbanización, se auto-otorgó una de las plazas exteriores del recinto en calidad de aparcamiento reservado para minusválidos, privada, en la puerta de su casa. Cuando boquiabiertos el resto de propietarios protestaron enérgicamente por esta escandalosa circunstancia, el administrador, amigo íntimo de Tolomeo, se limito a mostrar el acta de reunión en la que se aprobó, de soslayo y de buena voluntad, una norma interna en la que se permitía reservar aparcamientos puntualmente en el caso de que algún vecino lo precisara por algún tipo de incapacidad que hiciera comprensible esta reserva. Espectacular las caras de tonto tras la noticia.

Demos un giro de tuerca más a la historia. Un Tolomeo altivo y en racha, para jactarse aún más de la necedad de sus convecinos, ha alquilado esta plaza reservada y privada a alguien externo a la comunidad y continúa aparcando sus coches, porque tiene tres, en los aparcamientos externos del recinto cerrado…sin palabras.

Probablemente no se pueda hacer nada, Tolomeo tiene amigos y muy poca vergüenza. Tendremos que acostumbrarnos a convivir con él y sus argucias, pero ojo, mucha precaución con hacer una pequeña reforma o dejar que los niños jueguen a la pelota en la plaza de la urbanización, porque entonces Tolomeo nos lo hará pagar con todo el peso de la ley en la mano, horizontal, pero ley al fin y al cabo. Eso sí, con su ejemplar de las normas que es el que vale; el resto de ejemplares del mundo no tienen la mitad de las páginas perfecta y convenientemente arrancadas.

13 de marzo de 2007

Dualidad

Para muchos quizás parezca absurdo que un país se paralice por un venial evento deportivo, pero la realidad es que se vuelve a hacer patente unos de los rasgos que mejor identifican a la condición humana, la persistente necesidad del ser humano de dividir cualquier aspecto de la existencia en dos extremos. El resultado visible y simplificado es siempre obviar los matices, catalogarnos y posicionándonos en uno u otro bando. Izquierda o derecha, capitalismo o comunismo, ricos o pobres la conclusión es la inefable pertenencia del ser humano a uno de dichos extremos.

Si nos fijamos en la naturaleza, que dicen que es sabia, observamos que en la raíz misma de la propia existencia material, la identidad de cualquier elemento a nivel atómico viene determinada por tres extremos
elementales. Tres partículas básicas que en combinación conforman a la materia en sí misma.

Aplicar ese tercer elemento tan único y alejado de los demás pero equivalente, sería una tarea tan abstracta y compleja como imaginar un nuevo e inexistente color, pero en descubrirlo quizás esté ese vértice que nos dé el equilibrio que aún no hemos hallado y que nos mantiene enfrentados unos con otros desde los albores de nuestra civilización. Quizás el secreto esté en la armonía de los elementos más ínfimos y simples de la existencia, para que en su aplicación al menos rocemos con la punta de los dedos la sabiduría y equilibrio de la porción mínima de lo que estamos todos formados: neutrones, protones y electrones.

8 de marzo de 2007

País diagonal

La maldición de vivir en un país inclinado. En concreto inclinado 15 grados.
Cuando se camina por sus calles no se puede apreciar, puesto que también las personas están desviadas. Solo se percibe su cariz diagonal en virtud de un resguardo. En ese momento se puede comprobar que todo en el exterior está torcido sin el amparo de un parapeto. Es un mundo oblicuo de peinados extravagantes y vestimentas arrugadas. A veces creo que estoy soñando. Parece un sueño en el que todos los que me rodean han transformado sus rasgos, los reconozco, pero no son como antes; ahora son orientales de ojos llorosos que parecieran figurantes de un video musical de aquel hombre gris, y no gris por su carácter sombrío, sino gris de verdad. Un gris clarito como el color de estos días que sí son sombríos.

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Palmera Inclinada

En la apacible y temporalmente extinguida verticalidad, la facultad para volar de cualquier objeto dependía de la potencia con que fuera lanzado. En el cielo inclinado donde las nubes navegan a velocidad de vértigo muchos objetos vuelan, la capacidad de impedir que algo se eleve, es la fuerza con la que es sujetado. En un universo transversal el viento se lleva a las personas, a los árboles, al mobiliario urbano... se añora a que como antaño el viento solo se lleve a las palabras.

Gente inclinada

En las noches del país inclinado no se puede dormitar. Este sueño se trunca por el estrepitoso resonar de ventanas, los pavorosos alaridos provocan el sollozo de niños asustados que inundan la escasa quietud de la noche.

Mas gente inclinada

¡Oh viento!, viento purificador puedes marcharte. Que en tu gracia ya estamos limpios.
¡Oh viento!, vete lejos de aquí a purificar a otros que ya no te necesitamos.
¡Oh viento!, según los servicios meteorológicos tu tren va a salir, apresúrate lo vayas a perder.