Solo seres vivos
Cuando en cualquier conversación sale a relucir la figura de Sigmund Freud, no podemos dejar de pensar el él como en ese pervertido que aseguraba que cualquier comportamiento del individuo, psicológicamente hablando, estaba relacionado directamente con el sexo. Y aunque se centraba en lo concerniente a los entresijos de la mente humana, si lo analizamos desde una perspectiva menos compleja quizás ese buen hombre tenía cierta razón.
La cuestión, según me contaron una vez que fui al colegio, es que los seres vivos nos regimos por cuatro parámetros básicos: nacemos, crecemos, nos reproducimos y morimos. Por mucho que nos pese, aunque más inteligente que los demás, biológicamente hablando no dejamos de ser unos animales bastante normalitos en el modo en el que nos comportamos socialmente y en seguimiento de las directrices que la naturaleza nos exige, porque en el fondo, el resultado es que la vida es más simple de lo que parece por mucho que nos empeñemos en complicarla.
La cuestión, según me contaron una vez que fui al colegio, es que los seres vivos nos regimos por cuatro parámetros básicos: nacemos, crecemos, nos reproducimos y morimos. Por mucho que nos pese, aunque más inteligente que los demás, biológicamente hablando no dejamos de ser unos animales bastante normalitos en el modo en el que nos comportamos socialmente y en seguimiento de las directrices que la naturaleza nos exige, porque en el fondo, el resultado es que la vida es más simple de lo que parece por mucho que nos empeñemos en complicarla.
Como casi la mayoría de los primates, véanse los chimpancés, vivimos en manadas. Como ellos, cohabitamos unos individuos con otros porque es el medio con el que nuestra especie tiene más probabilidades de alcanzar la finalidad para la que estamos aquí, la perpetuación de nuestra especie.
Creemos que controlamos nuestro destino gracias al don del raciocinio, probablemente una hormiga también lo crea. Pero aunque su misión sea la de recolectar comida para la colonia, con su trabajo solo persigue la continuidad del hormiguero. En nuestro hormiguero particular no importa la singularidad de sus elementos, aunque pensamos que controlamos individualmente reproducirnos o no, el resultado es que a nivel global lo hacemos y mucho. Para lograr esta perpetuidad lo único y fundamental es el sexo. Es nuestro principio y nuestra finalidad en este mundo, dejar nuestra semilla para conseguir no extinguirnos. Negarlo es negar a nuestro propia naturaleza y visto de ese modo nuestra obligación más importante.
El Sr. Freud estaba en lo cierto, desde el principio de los tiempos vivimos obsesionados con el sexo para poder seguir existiendo como cualquier ser vivo que nace, crece, se reproduce y muere.