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30 de julio de 2008

Desavenencias

Érase una vez unas declaraciones que fueron sacadas de contexto. Mientras se aclaraban o se dejaban de aclarar, las opiniones se fueron formando alrededor de dichas declaraciones sacadas de contexto se agruparon en dos bandos, un bando que concentraba las consideraciones favor de las declaraciones sacadas de contexto y otro bando que estaba diametralmente en contra.



Normalmente las opiniones enfrentadas se suelen tratar con respeto y moderación, pero como suele ocurrir en la mayoría de las ocasiones, los creyentes de la exaltación y doctrinas radicalizadas empezaron a elevar el tono de la discusión. Estas ideas extremas empezaron a concentrar la atención en los aspectos más intolerantes del concepto, y, una disputa venial, generada por unas declaraciones fuera de contexto, fue degenerando en una reyerta en la que la más leve de las desviaciones sobre el asunto o cualquier conato de moderación al respecto era tratado con desprecio y sin piedad por parte de cualquiera de los dos bandos.


“Yo no quería decir que el helado de chocolate era una mierda, solo quería decir
que tal y como tengo el estómago el chocolate en sí es una mierda para mí y
prefería el de fresa”


Las opiniones se avergonzaron por su comportamiento. La impaciencia por no esperar una explicación por parte de las declaraciones sacadas de contexto las había llevado a una pelea que en ningún momento había tenido sentido.

A ver que la absurda confrontación había terminado se marcharon abatidos y con la cabeza gacha y musitando: “Caramba, las cosas se dicen de otra forma macho”.

26 de julio de 2008

Historias del grano de arena. # 15. Conversaciones Terrestriales

Dicen que para gustos colores, pero también sabores, sonidos e incluso estaciones del año. Los hay que disfrutan del Invierno y del Otoño por aquello de acurrucarse calentitos en el sofá cuando frío aprieta. Otros prefieren la Primavera por la explosión de colores y el despunte del buen tiempo sin que “las calores” aprieten demasiado. Pero el periodo del año preferido por la mayoría es sin duda el Verano. Vacaciones, días más largos, noches agradables, sol, playa, piscina; aunque la manta y el sillón en un día lluvioso sea una idea atractiva para el que suscribe, hay que reconocer que el Verano nos proporciona un amplio abanico de posibilidades para el asueto y el entretenimiento.

En esos días de Verano en los que el Sol fuerza nuestra capacidad física para resistir las altas temperaturas con las que castiga algunas latitudes de nuestro planeta, encontrarse un parque ajardinado, sombra por doquier y el césped recién regado es una tentación para el caminante, que como un servidor, no pudo resistir. Reposaba tranquilamente aliviando el calentón de “cascos” y la flojera de piernas bajo un gran árbol y sobre la hierba fresca. Ante relajada escena es casi inevitable impedir que el sopor nos venza, pelea que por lo general y dadas las circunstancias no me apetecía ganar. Cuando los párpados se cierran y te vas durmiendo, una voz que te despierta puede ser harto desagradable, y, sobre todo, si al mirar a tu alrededor no consigues ver a nadie.

- No te preocupes muchacho, no te preocupes, que yo no me preocupo, ¿por qué lo ibas a hacer tú? –dijo una extraña voz que no venía de ninguna parte-

En primera instancia la intención era la huida, pero por motivos desconocidos y el hecho de que en realidad no había nada que pudiera parecer una amenaza decidí no escapar.

- No me llamaban muchacho desde hacía mucho tiempo. –respondí lo primero que se me ocurrió-
- Con mi edad para mí eres un muchacho. Tú eres para mí lo que para ti son las células de tu cuerpo, una parte de ti a la que no prestas atención especialmente.
- ¿Quién eres? –pregunté al misterioso interlocutor-
- Pues quien voy ser…soy La Tierra.


Con la solemnidad que requería la situación y con una actitud que transmitía mi certeza de la incuestionable realidad de los hechos, dije:

- ¡Anda ya! –me parecía que eso de las cámaras ocultas estaba ya muy visto-
- Créeme. Soy tan real como el suelo que pisas, dado que Soy el suelo que pisas. –interrumpió la supuesta “Tierra”-

Extrañamente y contraponiéndome a la incredulidad inicial, empecé a creer, no se por qué, que aquello era real.

- No estoy preocupado, ¿Por qué habría de estarlo? –respondía a su afirmación anterior-
- Porque todos creéis que me muero y que vais a morir todos asimismo.- contestó La Tierra-
- La verdad es que nos estamos cargando el planeta.
- Pues que sepas que eso es incierto, solo lo estáis modificando.
- ¿Cómo modificando? –pregunté intrigado-
- Pues eso modificando. Yo solo soy un trozo de roca flotando en espacio. Eso de que La Tierra es un planeta que posee las condiciones adecuadas para albergar la vida no es real, es un mito creado por el ser humano. –contestó con firmeza-.
- Entonces, ¿Por qué estamos aquí? –cuestioné incrédulo-
- Pues gracias a vosotros mismos, los seres vivos. Yo solo era un planeta como otro cualquiera como muchos que hay con condiciones parecidas, hasta que un día apareció el primer organismo vivo. Poco a poco este ser vivo, junto con otros, empezaron a crear las condiciones adecuadas para que pudieran sobrevivir otros seres vivos, y estos a su vez aportaron otros condicionantes que fueron modificando el entorno, atmósfera, temperatura, etc, con la consecuencia que facilitaban la supervivencia a más vida. La suma de las aportaciones de la vida en todas mis edades crearon el equilibrio en el que ahora habitas junto con los demás seres vivos. Equilibrio en el que yo he tenido poco que ver.
- ¿Qué pretendes decirme? ¿Qué podemos vivir en La Tierra gracias a las formas de vida que consciente o inconscientemente estamos destruyendo o hemos destruido? –para mí era una especie de revelación-.
- Básicamente eso. Pero no te preocupes, vosotros sois en realidad insignificantes, y, lo único que estáis haciendo es modificar el entorno para una vida futura que sí podrá vivir en el.

Descubrir que la vida en La Tierra tal y como la conocemos es gracias a la propia biomasa que habita en nuestro planeta fue en parte esperanzador pero muy inquietante. Un consuelo por saber que si dejamos de emitir CO2 y calentar La Tierra mantendremos el equilibrio, pero conocer de primera mano que la raza humana puede tener el lamentable y descorazonador honor de ser la especie que modificó su hogar para extinguirse y dar paso a nuevas formas de vida adaptadas a la nueva situación me parecía bastante una circunstancia realmente lúgubre.

De repente una voz distinta a la de La Tierra se oía lejana:

- ¿Perdone? ¿Está usted bien?

Un hombre me miraba desconcertado. Me observaba con la cautela de no tener la certeza de estar preguntando a un loco que habla solo o a alguien con problemas.

Todo se volvió oscuro.

Despertar en un hospital con un indescriptible dolor de cabeza y muchas dudas es una circunstancia ingrata. Sobre todo al recordar una conversación con La Tierra como algo tan verdadero como que en realidad estamos destrozando el planeta tal y como ha sido conocido durante millones de años. Y es que a veces una insolación, por culpa del calor veraniego, puede ser muy, pero que muy esclarecedora.

23 de julio de 2008

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19 de julio de 2008

Maldiciones, Sortilegios e Invocaciones

¡SAN CUCUFATO, SAN CUCUFATO!
¡LOS COJONES TE ATO!
¡Y HASTA QUE NO LO ENCUENTRE!
¡NO TE LOS DESATO!


San Cucufato sintió de repente una desagradable punzada en los testículos que casi le hace caer al suelo.

- ¡Caramba, otro imbécil que ha perdido las llaves o la cartera y tiene que invocarme! -exclamó San Cucufato muy exaltado-.
- ¡Esto se ha acabado, me voy a la Comisión!

Con un terrible dolor que no le permitía caminar, un San Cucufato decidido resolvió que ya no podía pasar un día más padeciendo una invocación que hacía de una eternidad, supuestamente apacible, una pena salida del mismísimo Infierno.

Un gran monitor en el que se indicaba el número de turno y la mesa correspondiente presidía la gran sala de la Comisión de Maldiciones, Sortilegios e Invocaciones. Y aunque no era tan grande ni siquiera como la sala de espera de la Comisión para El Juicio Final, no podemos negar que impresionaba.

Fue raudo San Cucufato a coger número, ya se sabe que unos segundos de demora multiplican esos segundos por diez la espera.

- ¡Recórcholis!...el ciento cuatro y va por el treinta…¡Repámpanos! -murmuró San Cucufato resignado-.

Recordemos que San Cucufato en su condición de Santo no tiene por costumbre proferir palabras malsonantes aunque así la circunstancia lo merezca.

- Ciento cuatro, mesa tres. Me toca.

Tras tres tristes trágicas horas soportando una punzada que no se la deseaba ni a su peor enemigo, era el turno de San Cucufato.

- ¡Buenos días! -gritó San Cucufato en un tono que entremezclaba el enfado y la ironía-.
- Si…si, buenos días. -contestó el funcionario sin levantar la mirada de los documentos que tenía sobre la mesa-
- Lamentamos la espera, pero con esto de los Micropoemas andamos un poco liados últimamente. Nuestros usuarios no tienen muy claro si obviarlos o tomarlos en serio, -el funcionario intentaba justificarse lo más amablemente que sabía- ¿Qué desea?
- Si, si, excusas. Pues venía a solicitar una revocación a una invocación. -expresó San Cucufato dirigente-

El funcionario levantó la mirada de la mesa sorprendido.

- Ah, si usted, Don Cucufato. ¿Otra vez por aquí? Sabe que lo que usted quiere es tarea casi imposible. Ya le hemos comentado muchas veces que las invocaciones no son fáciles de revocar. Qué tienen que rozar el perfil de maldición o sortilegio para el involuntario padeciente para poder ser revocadas. -le explicó el funcionario condescendientemente-
- Si, si, ya. ¿Acaso no es una maldición padecer un dolor insoportable en mis partes nobles cada vez que a alguien se le pierde algo y me invoca? -indicó San Cucufato con gran desconsuelo-
- Vamos a ver, si yo lo entiendo, pero técnicamente no es una maldición, por lo que no podemos hacer nada. La gente no sabe lo poderoso que puede ser un “Abracadabra” en un momento dado. Menos mal que no saben que sin la pata de cabra…
- Es verdad, sin la pata de cabra no sirve de mucho -afirmó San Cucufato aseverando las palabras del funcionario-

Se quedaron mirando a los ojos unos segundos en lo que sin duda era un silencio incómodo.

- El Diablo tiene una invocación parecida y no viene nunca a quejarse. -pretendió argumentar el funcionario-
- Si hombre, el Diablo, todos sabemos como es el Diablo. ¿Acaso pretende negarme que él siempre delega todas sus “incomodidades” a demonios menores? -señaló San Cucufato indignado-
- Pues también es verdad, pero tampoco vienen los demonios menores a quejarse. Bueno, eso no vale, porque hay que reconocer que el Diablo es un jefe muy jefe. Si vinieran a quejarse se les caería el pelo si tuvieran -respondió el funcionario retractándose de sus propias palabras-
- Bueno, ¿Qué va hacer San Cucufato?
- Tramitar la revocación por supuesto. -la determinación de San Cucufato era también irrevocable-

Unos minutos tardó San Cucufato en tramitar la revocación y aunque sabía que era difícil que saliera adelante como buen, y paciente, Santo que era, creía a pié juntillas en que la esperanza era lo último que se debía perder.

- Todo correcto, a ver…si. Pues ya sabe como va todo esto. Se presentan los papeles, va al Consejo de la Comisión, y, el resultado le será comunicado lo más brevemente posible. Eso sí, recuerde que mientras se tramita la invocación queda anulada temporalmente. -le señaló el funcionario competentemente-

Un mes después estaba San Cucufato tranquilamente leyendo la Biblia cuando sin esperarlo llamaron al timbre.

- ¿Quién es? -preguntó San Cucufato intrigado-
- Correo Certificado, de la Comisión de Maldiciones y tal. -respondió alguien tras la puerta-

Nervioso, San Cucufato no sabía si abrir la puerta, podrían ser buenas noticias, pero, también malas. En aquel momento no podía decidir que hacer…y abrió.

- Firme aquí y aquí, muchas gracias y adiós -se despidió el cartero de forma desagradable-

Intrigado con la carta en las manos pensaba, ¿la abro? ¿No la abro?...y la abrió.


San Cucufato (Santo)
Camino del Cielo s/n


Muy Sr. Mío:

Por la presente la Comisión de Maldiciones, Sortilegios e Invocaciones
le comunica que como usuario de la invocación “San Cucufato, San Cucufato, los
cojones te ato …”, al requerimiento de revocación de dicha invocación, la
Comisión tras pleno ha resuelto que su petición ha sido: DENEGADA…”



¡SAN CUCUFATO, SAN CUCUFATO!
¡LOS COJONES TE ATO!
¡Y HASTA QUE NO LO ENCUENTRE!
¡NO TE LOS DESATO!


- ¡Oh, no! Otra vez no.


MORALEJA: No perdáis más las llaves, por San Cucufato.

10 de julio de 2008

Historias del grano de arena. # 14. Cabeza de Chorlito.

Como los de su especie, Manolito “siente” más que el resto de los seres humanos. La ira, la tristeza, la alegría, siempre las expresa con un proceder desapaciblemente elevado.

Aprovecha el libertinaje que conceden unos padres trabajando para “tirarse” a la “parienta” en horario escolar. Para él la certeza de que el colegio es una pérdida de tiempo, paradójicamente, le hace considerarse por encima de los demás y una casa entera para ellos toda la mañana es algo que no se puede desaprovechar. En la extraña exaltación del sentimiento que posee, no duda en alardear de las aventuras matinales con su novia como si fuera la única persona en el mundo que tiene relaciones sexuales; y es que algunos individuos tienen la tendencia a pasarlo mejor o peor que el resto de los mortales. Si les contamos que tuvimos una enfermedad, ellos la padecieron pero más grave. Si les contamos que lo pasamos bien en una fiesta, ellos el mismo día disfrutaron mucho más. Si una vez estuvimos a -5ºC, ellos soportaron los -10ºC, si nosotros a 45ºC lo pasamos mal, ellos a 50ºC estuvieron a punto de morir. Manolito es una de estas personas.

Manolito ha dejado embarazada a su novia. Él que es más listo que nadie decidió no usar preservativos. Él que es un “hombre” obligo a su pusilánime y manipulable compañera temporal a responsabilizarse de aquella molestia…¡Que le vamos a hacer! No os preocupéis que yo “doy la cara” como “hombre” que soy.

Manolito ha dejado el instituto. Manolito ha encontrado trabajo en un taller de mecánica de motos. Manolito se ha ido con su novia a un piso alquilado y tiene pensado casarse cuando tengan al niño. Pero Manolito sigue emborrachándose todos los días en el parquecillo, sigue dando vueltas y haciendo malabarismo con la moto trucada que ama más que a su novia. Manolito continúa siendo un irresponsable al que su pareja espera noche tras noche con la esperanza de que no se haya gastado todo el dinero en cerveza y hachís. Se desespera temiendo que la llamen comunicándole que el hombre de su vida ha muerto en un accidente de tráfico por culpa de una cabriola, porque aunque le pese, ella sí está enamorada.

La familia malvive con un sueldo precario y con el persistente miedo al fin de mes agravado por el comportamiento de Manolito. Ya son cuatro. Al nacer su primer hijo no pudo resistir acostarse con su novia tras salir de la maternidad. Él es un hombre con unas necesidades que no frenan el post-parto ni los puntos de sutura. Ella volvió a quedarse embaraza en la cuarentena.

Ella vive con su madre y los dos niños. Él tiene una orden de alejamiento por maltrato y se ha atrincherado en su paupérrimo piso alquilado que no sufraga porque no tiene empleo.

Manolito ha muerto. Su compañero de celda lo ha apuñado tras una discusión causada por una de las bravuconadas de Manolito. Ingresó en prisión por tráfico de estupefacientes y jamás verá crecer a sus hijos por haber sido siempre un cabeza de chorlito.