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26 de julio de 2008

Historias del grano de arena. # 15. Conversaciones Terrestriales

Dicen que para gustos colores, pero también sabores, sonidos e incluso estaciones del año. Los hay que disfrutan del Invierno y del Otoño por aquello de acurrucarse calentitos en el sofá cuando frío aprieta. Otros prefieren la Primavera por la explosión de colores y el despunte del buen tiempo sin que “las calores” aprieten demasiado. Pero el periodo del año preferido por la mayoría es sin duda el Verano. Vacaciones, días más largos, noches agradables, sol, playa, piscina; aunque la manta y el sillón en un día lluvioso sea una idea atractiva para el que suscribe, hay que reconocer que el Verano nos proporciona un amplio abanico de posibilidades para el asueto y el entretenimiento.

En esos días de Verano en los que el Sol fuerza nuestra capacidad física para resistir las altas temperaturas con las que castiga algunas latitudes de nuestro planeta, encontrarse un parque ajardinado, sombra por doquier y el césped recién regado es una tentación para el caminante, que como un servidor, no pudo resistir. Reposaba tranquilamente aliviando el calentón de “cascos” y la flojera de piernas bajo un gran árbol y sobre la hierba fresca. Ante relajada escena es casi inevitable impedir que el sopor nos venza, pelea que por lo general y dadas las circunstancias no me apetecía ganar. Cuando los párpados se cierran y te vas durmiendo, una voz que te despierta puede ser harto desagradable, y, sobre todo, si al mirar a tu alrededor no consigues ver a nadie.

- No te preocupes muchacho, no te preocupes, que yo no me preocupo, ¿por qué lo ibas a hacer tú? –dijo una extraña voz que no venía de ninguna parte-

En primera instancia la intención era la huida, pero por motivos desconocidos y el hecho de que en realidad no había nada que pudiera parecer una amenaza decidí no escapar.

- No me llamaban muchacho desde hacía mucho tiempo. –respondí lo primero que se me ocurrió-
- Con mi edad para mí eres un muchacho. Tú eres para mí lo que para ti son las células de tu cuerpo, una parte de ti a la que no prestas atención especialmente.
- ¿Quién eres? –pregunté al misterioso interlocutor-
- Pues quien voy ser…soy La Tierra.


Con la solemnidad que requería la situación y con una actitud que transmitía mi certeza de la incuestionable realidad de los hechos, dije:

- ¡Anda ya! –me parecía que eso de las cámaras ocultas estaba ya muy visto-
- Créeme. Soy tan real como el suelo que pisas, dado que Soy el suelo que pisas. –interrumpió la supuesta “Tierra”-

Extrañamente y contraponiéndome a la incredulidad inicial, empecé a creer, no se por qué, que aquello era real.

- No estoy preocupado, ¿Por qué habría de estarlo? –respondía a su afirmación anterior-
- Porque todos creéis que me muero y que vais a morir todos asimismo.- contestó La Tierra-
- La verdad es que nos estamos cargando el planeta.
- Pues que sepas que eso es incierto, solo lo estáis modificando.
- ¿Cómo modificando? –pregunté intrigado-
- Pues eso modificando. Yo solo soy un trozo de roca flotando en espacio. Eso de que La Tierra es un planeta que posee las condiciones adecuadas para albergar la vida no es real, es un mito creado por el ser humano. –contestó con firmeza-.
- Entonces, ¿Por qué estamos aquí? –cuestioné incrédulo-
- Pues gracias a vosotros mismos, los seres vivos. Yo solo era un planeta como otro cualquiera como muchos que hay con condiciones parecidas, hasta que un día apareció el primer organismo vivo. Poco a poco este ser vivo, junto con otros, empezaron a crear las condiciones adecuadas para que pudieran sobrevivir otros seres vivos, y estos a su vez aportaron otros condicionantes que fueron modificando el entorno, atmósfera, temperatura, etc, con la consecuencia que facilitaban la supervivencia a más vida. La suma de las aportaciones de la vida en todas mis edades crearon el equilibrio en el que ahora habitas junto con los demás seres vivos. Equilibrio en el que yo he tenido poco que ver.
- ¿Qué pretendes decirme? ¿Qué podemos vivir en La Tierra gracias a las formas de vida que consciente o inconscientemente estamos destruyendo o hemos destruido? –para mí era una especie de revelación-.
- Básicamente eso. Pero no te preocupes, vosotros sois en realidad insignificantes, y, lo único que estáis haciendo es modificar el entorno para una vida futura que sí podrá vivir en el.

Descubrir que la vida en La Tierra tal y como la conocemos es gracias a la propia biomasa que habita en nuestro planeta fue en parte esperanzador pero muy inquietante. Un consuelo por saber que si dejamos de emitir CO2 y calentar La Tierra mantendremos el equilibrio, pero conocer de primera mano que la raza humana puede tener el lamentable y descorazonador honor de ser la especie que modificó su hogar para extinguirse y dar paso a nuevas formas de vida adaptadas a la nueva situación me parecía bastante una circunstancia realmente lúgubre.

De repente una voz distinta a la de La Tierra se oía lejana:

- ¿Perdone? ¿Está usted bien?

Un hombre me miraba desconcertado. Me observaba con la cautela de no tener la certeza de estar preguntando a un loco que habla solo o a alguien con problemas.

Todo se volvió oscuro.

Despertar en un hospital con un indescriptible dolor de cabeza y muchas dudas es una circunstancia ingrata. Sobre todo al recordar una conversación con La Tierra como algo tan verdadero como que en realidad estamos destrozando el planeta tal y como ha sido conocido durante millones de años. Y es que a veces una insolación, por culpa del calor veraniego, puede ser muy, pero que muy esclarecedora.

4 comentarios:

Mond dijo...

Digamos, señor, que la insolación le permitió una plática deliciosa con tan hermosa señora. La obscuridad antes del hospital sólo indica un poco de silencio, un poco de esperanza. No deje de soñar, ni con el verano ni con el invierno, la primavera o el otoño. Si seguimos soñando, seguro seguimos cuidando de tan amable y honorable señora.

Anónimo dijo...

Ante todo felicidades viejo!!

Para que luego digan que una insolación es cosa mala, jejeje.

Más que células creo que somos virus invasores para la Tierra, y que como un ser vivo que es, tarde o temprano se "purgará", independientemente de la acción destructiva que los humanos estamos llevando a cabo, así que no acabaremos nosotros con ella, sino ella con nosotros. Ya sé que no es muy optimista, pero con este "caló"....

cuatropelos dijo...

Mond, yo es que creo que más que cuidarla, hay que intentar dejarla estar y no "modificar" los niveles de CO2 y muchos etcs que van a convertir a la tierra en un planeta inhabitable, al menos para la mayoría del reino animal.
Payoranger, también creo que somos virus, o al menos nos comportamos como ellos, enfermando al individuo invadido hasta que muera o hasta que el individuo los elimine.

Mond dijo...

Sí, estoy de acuerdo con lo que dices :)