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19 de julio de 2008

Maldiciones, Sortilegios e Invocaciones

¡SAN CUCUFATO, SAN CUCUFATO!
¡LOS COJONES TE ATO!
¡Y HASTA QUE NO LO ENCUENTRE!
¡NO TE LOS DESATO!


San Cucufato sintió de repente una desagradable punzada en los testículos que casi le hace caer al suelo.

- ¡Caramba, otro imbécil que ha perdido las llaves o la cartera y tiene que invocarme! -exclamó San Cucufato muy exaltado-.
- ¡Esto se ha acabado, me voy a la Comisión!

Con un terrible dolor que no le permitía caminar, un San Cucufato decidido resolvió que ya no podía pasar un día más padeciendo una invocación que hacía de una eternidad, supuestamente apacible, una pena salida del mismísimo Infierno.

Un gran monitor en el que se indicaba el número de turno y la mesa correspondiente presidía la gran sala de la Comisión de Maldiciones, Sortilegios e Invocaciones. Y aunque no era tan grande ni siquiera como la sala de espera de la Comisión para El Juicio Final, no podemos negar que impresionaba.

Fue raudo San Cucufato a coger número, ya se sabe que unos segundos de demora multiplican esos segundos por diez la espera.

- ¡Recórcholis!...el ciento cuatro y va por el treinta…¡Repámpanos! -murmuró San Cucufato resignado-.

Recordemos que San Cucufato en su condición de Santo no tiene por costumbre proferir palabras malsonantes aunque así la circunstancia lo merezca.

- Ciento cuatro, mesa tres. Me toca.

Tras tres tristes trágicas horas soportando una punzada que no se la deseaba ni a su peor enemigo, era el turno de San Cucufato.

- ¡Buenos días! -gritó San Cucufato en un tono que entremezclaba el enfado y la ironía-.
- Si…si, buenos días. -contestó el funcionario sin levantar la mirada de los documentos que tenía sobre la mesa-
- Lamentamos la espera, pero con esto de los Micropoemas andamos un poco liados últimamente. Nuestros usuarios no tienen muy claro si obviarlos o tomarlos en serio, -el funcionario intentaba justificarse lo más amablemente que sabía- ¿Qué desea?
- Si, si, excusas. Pues venía a solicitar una revocación a una invocación. -expresó San Cucufato dirigente-

El funcionario levantó la mirada de la mesa sorprendido.

- Ah, si usted, Don Cucufato. ¿Otra vez por aquí? Sabe que lo que usted quiere es tarea casi imposible. Ya le hemos comentado muchas veces que las invocaciones no son fáciles de revocar. Qué tienen que rozar el perfil de maldición o sortilegio para el involuntario padeciente para poder ser revocadas. -le explicó el funcionario condescendientemente-
- Si, si, ya. ¿Acaso no es una maldición padecer un dolor insoportable en mis partes nobles cada vez que a alguien se le pierde algo y me invoca? -indicó San Cucufato con gran desconsuelo-
- Vamos a ver, si yo lo entiendo, pero técnicamente no es una maldición, por lo que no podemos hacer nada. La gente no sabe lo poderoso que puede ser un “Abracadabra” en un momento dado. Menos mal que no saben que sin la pata de cabra…
- Es verdad, sin la pata de cabra no sirve de mucho -afirmó San Cucufato aseverando las palabras del funcionario-

Se quedaron mirando a los ojos unos segundos en lo que sin duda era un silencio incómodo.

- El Diablo tiene una invocación parecida y no viene nunca a quejarse. -pretendió argumentar el funcionario-
- Si hombre, el Diablo, todos sabemos como es el Diablo. ¿Acaso pretende negarme que él siempre delega todas sus “incomodidades” a demonios menores? -señaló San Cucufato indignado-
- Pues también es verdad, pero tampoco vienen los demonios menores a quejarse. Bueno, eso no vale, porque hay que reconocer que el Diablo es un jefe muy jefe. Si vinieran a quejarse se les caería el pelo si tuvieran -respondió el funcionario retractándose de sus propias palabras-
- Bueno, ¿Qué va hacer San Cucufato?
- Tramitar la revocación por supuesto. -la determinación de San Cucufato era también irrevocable-

Unos minutos tardó San Cucufato en tramitar la revocación y aunque sabía que era difícil que saliera adelante como buen, y paciente, Santo que era, creía a pié juntillas en que la esperanza era lo último que se debía perder.

- Todo correcto, a ver…si. Pues ya sabe como va todo esto. Se presentan los papeles, va al Consejo de la Comisión, y, el resultado le será comunicado lo más brevemente posible. Eso sí, recuerde que mientras se tramita la invocación queda anulada temporalmente. -le señaló el funcionario competentemente-

Un mes después estaba San Cucufato tranquilamente leyendo la Biblia cuando sin esperarlo llamaron al timbre.

- ¿Quién es? -preguntó San Cucufato intrigado-
- Correo Certificado, de la Comisión de Maldiciones y tal. -respondió alguien tras la puerta-

Nervioso, San Cucufato no sabía si abrir la puerta, podrían ser buenas noticias, pero, también malas. En aquel momento no podía decidir que hacer…y abrió.

- Firme aquí y aquí, muchas gracias y adiós -se despidió el cartero de forma desagradable-

Intrigado con la carta en las manos pensaba, ¿la abro? ¿No la abro?...y la abrió.


San Cucufato (Santo)
Camino del Cielo s/n


Muy Sr. Mío:

Por la presente la Comisión de Maldiciones, Sortilegios e Invocaciones
le comunica que como usuario de la invocación “San Cucufato, San Cucufato, los
cojones te ato …”, al requerimiento de revocación de dicha invocación, la
Comisión tras pleno ha resuelto que su petición ha sido: DENEGADA…”



¡SAN CUCUFATO, SAN CUCUFATO!
¡LOS COJONES TE ATO!
¡Y HASTA QUE NO LO ENCUENTRE!
¡NO TE LOS DESATO!


- ¡Oh, no! Otra vez no.


MORALEJA: No perdáis más las llaves, por San Cucufato.

4 comentarios:

Café con Agua dijo...

más más más!!!!
A partir de ahora no me preocuparé por documentarme para saber el origen de las "tradiciones populares"...
me bastará con hechar un vistazo a tu blog de vez en cuando...

GENIAL ;)

Mond dijo...

¡Vaya Don Cuatropelos! Pero si ya extrañaba yo sus historias. Me encanta su poder creativo... ¡Pobre Don Cucufato, tan tranquilo que estaba leyendo la biblia!

cuatropelos dijo...

Gracias, gracias. Hacía ya tiempo que no se me ocurria ninguna "chorrada" por el estilo. Supongo que todo es ponerse X·D

Anónimo dijo...

Joder, ahora me siento culpable, por la de veces que mi madre ha hecho el consabido nudito, y todo por culpa de mi mala cabeza.