El pacto
Intentando encontrar el éxito que hasta la fecha le había sido negado, un joven pintor no dudó tal que un Fausto cualquiera en hacer un pacto con el Diablo. Pero el Ángel de las Tinieblas que se sintió benevolente por un momento le propuso un trato. El tan anhelado reconocimiento le sería otorgado y el contrato firmado con sangre le concedía la oportunidad de salvar su alma si respetaba tres condiciones.
La primera condición le obligaba a que una hija del Diablo fuera su musa, la musa, y que le acompañase constantemente durante el resto de su existencia terrenal, él no se separaría de ella en ningún momento. La segunda precisaba que la musa apareciera reflejada en toda su obra. La tercera condición le prohibía cualquier tipo de contacto carnal con la musa, aún incluso si ella se lo exigía. El artista accedió a respetar las cláusulas y rubricó el pacto.
El pintor nunca había visto mujer más bella que la musa y aunque conocedor de las limitaciones que para con ella había adquirido, no pudo evitar enamorarse perdidamente de ella.
El éxito no se hizo esperar, tras el contrato firmado con el maligno ya desde el primer cuadro la crítica y el público elogiaba el retrato de aquella mujer tan misteriosa como embriagadora. Fuera la musa paseando por una campiña o una sirena en la blanca arena de una playa lejana, cada obra era calificada como una obra maestra que al pintor le era generosamente repercutido económicamente. A los dos años el “sublime creador” como ya le habían denominado poseía una pingüe fortuna, pero permanecer constantemente junto a su intocable amada hacía de su vida algo insoportable.
Una fría noche de invierno mientras el artista dormía, la musa se introdujo en su cama y lo despertó con un dulce beso. Aquella noche el pintor quebrantó la tercera cláusula del contrato. Sabiéndose condenado, los años siguientes permaneció junto a su amor que hasta aquella madrugada era obligadamente platónico y la pintura ocupó un lugar secundario. Fruto de esta unión nacieron tres hijos y durante varias décadas vivieron felices hasta que llegó el día que en un principio él tanto temía, el de su muerte.
En un abrir y cerrar de ojos el pintor se vio frente al Diablo que reía con voluptuosas carcajadas. El demonio se regocijaba del fracaso del artista y se jactaba de cómo había desaprovechado la oportunidad de una vida de éxito y una eternidad apacible. El pintor le contestó que estaba contento por la situación. Le dijo que la musa, su musa, por su condición de hija de Satán volvería al regazo de su padre al morir y así volvería a su lado. Que prefería una inmortalidad de agonía junto a su amor y que el autentico infierno hubiera sido una vida sin ella. Que lo volvería a hacer una y mil veces si tuviera la oportunidad y que así y solo así el pacto había merecido la pena.
Y es que en ocasiones nuestra percepción nos conduce a la búsqueda por alcanzar sueños que en realidad no son los más deseados. Nos conduce por caminos equivocados que a veces nos hacen ver que lo que en un principio parece ser accesorio, es lo que da realmente sentido a nuestra existencia aunque suponga renuncia y sacrificio.
La primera condición le obligaba a que una hija del Diablo fuera su musa, la musa, y que le acompañase constantemente durante el resto de su existencia terrenal, él no se separaría de ella en ningún momento. La segunda precisaba que la musa apareciera reflejada en toda su obra. La tercera condición le prohibía cualquier tipo de contacto carnal con la musa, aún incluso si ella se lo exigía. El artista accedió a respetar las cláusulas y rubricó el pacto.
El pintor nunca había visto mujer más bella que la musa y aunque conocedor de las limitaciones que para con ella había adquirido, no pudo evitar enamorarse perdidamente de ella.
El éxito no se hizo esperar, tras el contrato firmado con el maligno ya desde el primer cuadro la crítica y el público elogiaba el retrato de aquella mujer tan misteriosa como embriagadora. Fuera la musa paseando por una campiña o una sirena en la blanca arena de una playa lejana, cada obra era calificada como una obra maestra que al pintor le era generosamente repercutido económicamente. A los dos años el “sublime creador” como ya le habían denominado poseía una pingüe fortuna, pero permanecer constantemente junto a su intocable amada hacía de su vida algo insoportable.
Una fría noche de invierno mientras el artista dormía, la musa se introdujo en su cama y lo despertó con un dulce beso. Aquella noche el pintor quebrantó la tercera cláusula del contrato. Sabiéndose condenado, los años siguientes permaneció junto a su amor que hasta aquella madrugada era obligadamente platónico y la pintura ocupó un lugar secundario. Fruto de esta unión nacieron tres hijos y durante varias décadas vivieron felices hasta que llegó el día que en un principio él tanto temía, el de su muerte.
En un abrir y cerrar de ojos el pintor se vio frente al Diablo que reía con voluptuosas carcajadas. El demonio se regocijaba del fracaso del artista y se jactaba de cómo había desaprovechado la oportunidad de una vida de éxito y una eternidad apacible. El pintor le contestó que estaba contento por la situación. Le dijo que la musa, su musa, por su condición de hija de Satán volvería al regazo de su padre al morir y así volvería a su lado. Que prefería una inmortalidad de agonía junto a su amor y que el autentico infierno hubiera sido una vida sin ella. Que lo volvería a hacer una y mil veces si tuviera la oportunidad y que así y solo así el pacto había merecido la pena.
Y es que en ocasiones nuestra percepción nos conduce a la búsqueda por alcanzar sueños que en realidad no son los más deseados. Nos conduce por caminos equivocados que a veces nos hacen ver que lo que en un principio parece ser accesorio, es lo que da realmente sentido a nuestra existencia aunque suponga renuncia y sacrificio.
8 comentarios:
Excelente vision de esa paradoja de la vida.
Yo tengo la dicha de saber apreciar cuanto de bueno para mi vida ha sido y es mi esposa ... a pesar de los muchos insabores que hemos padecido ambos.
Así es la vida, misteriosa y, en ocasiones, dolorosa, pero el dolor vale la pena cuando uno encuentra la felicidad al lado de alguien... pacto o no pacto.
Que preciosa historia!!!
Ese es un ejemplo válido ruben. En el matrimonio uno de sus fundamentos es la renuncia mutua a cosas...:·D
mond no solo en el amor ocurre esto, por ejemplo en el deporte alguno hace pactos mortales con los anabolizantes. Una vida corta a cambio de una exitosa carrera deportiva. Probablemente a ellos al final les merezce la pena. 8·O
Gracias norma :·D
Joer, la historia es de P*** M****
Una paradoja muy bien contada.
Yo también prefiero que "me quiten lo bailao".
El amor, cuando lo encuentras y mientras dura, es estupendo.
saltasetas como dices nunca hay que arrepentirse por haber tenido un amor equivocado y terminado, sino en los malos momentos pensar que al menos se tuvo y se disfrutó. Si nos aplicaramos el "si lo llego a saber" jamás haríamos nada, vamos, pero de ningún tipo. X·D
Como dicen algunos Carpe Diem. Prefiero ver un minuto a quién amo, que saber que existe y no poder ni acercarme a su cuerpo.
Auque a veces haya que sufrir ¿verdad somezing? :·D
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