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23 de noviembre de 2006

El Proyecto Meteoro

En la actualidad ya nadie cuestiona la capacidad de los medios de comunicación como instrumento a la hora de condicionar las decisiones de las masas. De todos es sabido que el dominio de la prensa, es el mejor vehículo para manipular la información o desviar la atención del vulgo hacía otras cuestiones menos importantes -las famosas cortinas de humo-. Los medios son determinantes a la hora encauzar la facultad de decisión de las personas en asuntos sociales de especial relevancia y más significativamente en cuestiones particularmente relacionadas con la política. Quién controla el cuarto poder, controla al pueblo.

¿Pero que ocurre si se utilizan estos medios de comunicación para controlar la voluntad de las personas y apoderarse de sus mentes?

Con un espíritu en sus inicios primordialmente cultural e informativo, Televisión Española realizó en 1956 su primera emisión. En su nacimiento la programación consistía básicamente en noticieros, obras de teatro y retransmisiones deportivas. Pero los dirigentes de la época se dieron cuenta de la capacidad de manipulación que ofrecía la televisión con la aparición en 1966 de un programa infantil llamado los
Chiripitifláuticos.

Observaron que los niños quedaban absortos delante del televisor; permanecían quietos y en silencio mientras duraba programa y en 1976 se hizo aún más patente con el estreno de la primera serie de animación japonesa que se pudo ver en España,
Speed Racer, más conocida como Meteoro.


Comprobaron el poder hipnótico de los dibujos animados provenientes de Japón y teniendo en cuenta el detalle que tras su derrota en la Segunda Guerra Mundial este país resurgió en base a su política económica, destacando especialmente por su tenacidad en el trabajo y su habilidad en materias tecnológicas, hizo pensar a los científicos españoles en la posibilidad de una relación entre los citados dibujos animados y los frutos conseguidos por está nación en lo que parecía uno de los logros financieros más destacados del siglo XX.

Si le añadimos el hecho que España era un país estancado económicamente y que los mandatarios sentían que políticamente la nación se les escapaba de las manos tras la muerte de Franco, decidieron poner en marcha el más ambiciosos y oscuro experimento científico que se haya realizado jamás, El Proyecto Meteoro.

Con unas canciones de cabecera extremadamente pegadizas y una trama ligera, se aprovecharon de la ventaja que les proporcionaba existencia de un solo canal de televisión para introducirnos en el mundo de la excesivamente endulzada
Heidi y el heroico Mazinger Z. Éstos mantenían a los niños frente al televisor sin darse cuenta que estaban a merced de unos adultos que, en base al chantaje y a la extorsión, lograban que éstos hicieran todo lo que les pidieran justificándose en un bien por su educación.

Fueron llegando otras series como
Wickie el vikingo o la abeja Maya que facilitaron la dominación total sobre las nuevas generaciones. Unos incipientes animadores españoles nos revelaron con D’Artacan y los tres Mosqueperros y La Vuelta al Mundo de Willy Fog las adaptaciones literarias más “animales” y desde Francia se importaron Érase una vez el hombre y Ulises 31. Todas estas series de animación se realizaban en mayor o menor medida bajo supervisión nipona y puede llevarnos a sospechar de su implicación en el experimento. Estos malévolos científicos incluso hicieron sus pinitos en este campo con distintas variantes infantiles de producción propia para el control mental.

Con la aparición de nuevos canales de televisión y una mayor diversidad en la programación, el Proyecto Meteoro fue deteriorándose hasta ser cancelado a principios de los noventa y destruida toda la información recopilada durante el tiempo que permaneció activo; por este motivo no se conservan pruebas fehacientes de la existencia de tal experimento.

Cuando una cadena hace una reposición de alguna de estas series, como por ejemplo se ha hecho recientemente con la
Batalla de los Planetas (aka El Comando G), se puede comprobar el poder hipnótico de estos dibujos animados. Los niños abandonan lo que estén haciendo para permanecer embelesados delante del aparato; no responden al preguntarles y al insistirles contestan con monosílabos. Transcurridos unos minutos y bajo la amenaza de apagar el televisor se puede conseguir que ordenen su habitación e incluso hacerles prometer que van a mejorar su comportamiento y que van a ir a la cama cuando se lo ordenemos. ¿Se esconden mensajes ocultos en las canciones?¿Un código secreto de colores? ¿Dónde reside el misterio de las series de animación de los 70 y 80?

Observen con atención siguientes las imágenes y sigan las instrucciones que se muestran a continuación…


Cuando cuente tres la toda la información que se les ha revelado será una absoluta mentira y se borrará de su memoria.

UNDOSTRES…este artículo ya no existe y no ha existido nunca, solo en su imaginación.

21 de noviembre de 2006

Dolor y desesperación



¿Merece un pedazo de tierra tanto dolor?...

Es la imagen del horror de la guerra. Un hombre que ha perdido a su hijo, su mujer y su suegra y no existe consuelo que le haga comprender por qué. La desesperación de un hombre que sin dudarlo daría su vida por la de sus seres queridos. Que le expliquen ahora a Abu Salem lo que es un daño colateral porque yo no lo entiendo.

17 de noviembre de 2006

El gran enemigo

Los seres humanos poseemos de una especial disposición a sucumbir a cualquiera de las múltiples sustancias que producen adicción. Nos sometemos con facilidad a la destreza que poseen ciertos compuestos a la hora de engancharnos y hacer de nuestra vida una constante dependencia a ellos, en ocasiones, hasta el fin de nuestros días.

Por ejemplo, no conozco a ninguna persona que no sea adicta al aire. El aire es un compuesto formado en un 78% por nitrógeno, un 21% de oxígeno y en cuantías variables vapor de agua, ozono, dióxido de carbono, hidrógeno y algunos gases nobles. No sé de nadie que no tenga la necesidad de respirar regularmente con gran riesgo de morir en caso de dejar de hacerlo; y si no hagan conmigo este sencillo experimento. Dejen de respirar por un momento, notarán que pasados unos segundos empiezan a notar el síndrome de abstinencia y al cabo de un rato les será imposible reprimir realizar una profunda inhalación de aire para compensar esa deficiencia momentánea. Según los expertos, el aire es el elemento más adictivo que existe, tanto que no dejamos de consumirlo ni siquiera al dormir. Es tal la asimilación del oxígeno en nuestro organismo que su ausencia puede provocar la ya mencionada muerte e incluso algo peor.

Otro compuesto del que somos altamente dependientes es el agua, ya sea en su versión clásica, incolora, insabora e inodora, o bien con aditivos, leche, zumos e incluso en refrescos; los fabricantes en las etiquetas incluyen el agua entre sus ingredientes o al menos eso es lo que ellos dicen. El agua se compone de dos moléculas de hidrógeno y una de oxígeno, y al igual que el aire, pero en menor medida, eliminar su ingesta provoca a corto plazo consecuencias fatales.

¿Han observado que ambas sustancias contienen oxigeno?

La comida, la otra gran adicción

Analizando objetivamente lo expuesto se llega a la conclusión que el problema se haya en éste. No es la nicotina o la cafeína, por poner un ejemplo, lo que producen esta sumisión. Dado que en esencia, ya sea por su composición -véase que los alimentos, el alcohol o el café contienen agua- o por su forma de absorción -con el tabaco y el cannabis el procedimiento de ingestión depende del oxigeno para que se produzca su combustión y posterior consumo-, todos los elementos propensos a causar una adicción dependen en gran medida este elemento.

De este modo insto a los científicos a que pongan todo su conocimiento al servicio de un mundo sin dependencias ni adicciones, un mundo en el que el ciudadano sea libre para elegir y pueda gritar…¡Ya no necesito el O2!

Aunque creo que ya se han puesto manos a la obra y se emiten gases tóxicos y CO2 a la atmósfera más allá de los niveles aceptables. Pensándolo mejor, me parece que como no tengo fuerza de voluntad me va a costar mucho dejarlo, como suelen decir los toxicómanos respecto a la legalización de las drogas, podre soportar seguir consumiendo oxígeno, eso sí, fresco y sin adulterar.

15 de noviembre de 2006

El centro del mundo

Si nuestra curiosidad nos llevara a averiguar el lugar donde se ubica del centro del mundo un geógrafo nos contestaría que sin lugar a dudas se haya en el Mar Atlántico, allá donde se cortan el ecuador y el meridiano de Greenwich; concretamente en el Golfo de Guinea muy cerca de la República democrática de São Tomé e Príncipe en la costa oeste africana. En cambio, un economista nos diría que se haya en New York, Tokio, Londres, Hong Kong o cualquiera de los grandes centros de negocio de la Tierra. Para un religioso el centro del mundo estaría en Jerusalén, si es católico, o en La Meca si es musulmán. Quizá algún místico nos dirá que el centro del mundo reside en uno mismo junto con todos los razonamientos espirituales que ello conlleva. Para un humilde servidor, el centro del mundo se sitúa en el lugar en el que resido.

En el sitio en el que vivo, la mayoría pertenecemos al núcleo de población más numeroso que habita en los países más o menos desarrollados, la clase media. Esa clase media en la que el final de mes comienza el día diez y a la que la mayoría de los problemas se los resuelve la señora tarjeta de crédito. Es esa franja de los considerados “normales”, económicamente hablando, y a los que van dirigidos la mayoría de los spot publicitarios. Pero cuando salgo a la calle tengo la posibilidad de caminar en dos direcciones, si me dirijo hacia la derecha en pocos metros me adentro en el maravilloso mundo de la clase media-alta. Bonitos edificios y gentes que visten ropa de marca, viajan coches de gama alta que se renuevan cada pocos años y gastan su dinero en agencias de viajes y boutiques gozando de un nutrido grupo de negocios hosteleros en los que se puede disfrutar de la comida internacional más diversa. Por el contrario, si ando hacia la izquierda, el lugar se torna sombrío, en pocos pasos los edificios son grises, envejecidos por el paso del tiempo y el descuido. Tabernas donde los borrachos de siempre, que con sus típicas divagaciones y discusiones ahogan su adicción alcohólica desde muy temprano junto con otros de su especie. También abundan los salones de juego; el casino de los pobres donde los ludópatas pierden todo su dinero en las máquinas tragaperras y viejos yonquis que se agrupan en la puerta con sus litros de cerveza, se dedican a fanfarronear entre ellos y cuyas esperanzas han quedado reducidas a ver un nuevo amanecer y seguir vivos al día siguiente.

Haciendo un sencillo ejercicio de observación intentando averiguar cual es la causa de tantos contrastes en cien metros cuadrados , se puede comprobar que los niños de ambos bandos casi no se diferencian por su vestimenta, incluso llegan a compartir peinados. Se divierten con los mismos juegos, se expresan del mismo modo malencarado, incluso participan de las mismas ilusiones y expectativas de convertirse en astronautas, famosos deportistas o bomberos. Pero con el paso del tiempo la apatía y la perspectiva de un destino incierto se apoderan del pobre; los ves acercarse sin remedio a la marginación y a la delincuencia, mientras que el rico se abre paso y va en busca de su esplendoroso futuro. ¿Es acaso la pobreza una dolencia hereditaria o se adquiere por contagio?

Por suerte o por desgracia mi centro del mundo es donde confluye el éxito de los desfavorecidos y el fracaso del adinerado, el ejemplo para sus congéneres y la decepción del que no llego a ser como papa. Es el punto en el que todos compartimos los mismos problemas e ilusiones; en este lugar el rico y el pobre son amigos y vecinos; no se juzgan por su condición o procedencia y las apariencias ya no importan. En mi centro del mundo nos tratamos como iguales en las desdichas y en las alegrías y tenemos la inmensa suerte de poder comportarnos como lo que somos, personas únicas y especiales.