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23 de diciembre de 2008

Cuéntame un cuento

- ¿Me cuentas un cuento cuatropelos?

- La gente se casa porque encuentran su amor verdadero, la Navidad es una fiesta religiosa y los políticos son honrados. ¿Quieres más cuentos?

- No de ese tipo de cuentos, de los otros, de los que tú cuentas a veces. Me apetece. Pero cuéntame un cuento real, algo que haya pasado de verdad.

- Bueno, déjame que piense… porque cuento y real suelen ser conceptos incompatibles. A ver si este te vale:


Érase una vez un reino muy muy lejano llamado Borondongón. En él vivía el Rey Barbatán que…

- ¡Eh!¡Este cuento no es real y no ha pasado de verdad!

- Que si hombre, es “real” porque el protagonista es un Rey y además ha pasado de verdad. Te lo aseguro. ¿Puedo continuar?...

Barbatán era nombrado como Barbatán III “El Muy Ecuánime” porque al contrario que otros Monarcas déspotas y caprichosos, que no son más que Príncipes déspotas y caprichosos bendecidos con la gracia de ser coronados Reyes en virtud una la sagrada herencia ancestral, Barbatán había asumido desde pequeño la importancia de su cargo y no se lo tomaba con frivolidad. Había sido otorgado con la responsabilidad de gobernar a su pueblo y para él era algo que había que tomarse muy serio. Sus súbditos eran muy felices en este reino y con este Rey. Un Rey que gobernaba con autoridad pero con justicia y que era muy respetado. Él a su vez los respetaba del mismo modo así fueran el general de sus ejércitos o el más pobre de los campesinos. Pero no todos compartían esta alegría, Petronia, la reina, se sentía abandonada por Barbatán. Su exceso de celo para con su reino había propiciado que Petronia y su pequeña hija pasaran la mayor parte del tiempo vagando si rumbo por el castillo. Barbatán dedicaba tanto tiempo a su trabajo que a Petronia ya no le importaba vivir rodeada de lujos y riquezas, solo quería disfrutar de un marido al que amaba tanto que hasta le dolía. La eterna condena de no poder abrazarlo y quererlo por culpa de sus responsabilidades hacía que Petronia fuera sumamente desgraciada.

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La bella Petronia se fugó con un capitán de caballería justo el mismo día que Barbatán olvidó el cumpleaños de su hijita por culpa de un asunto oficial. Lo único que había hecho este apuesto joven que cautivó a la reina fue estar con ella y darle un poco de cariño. Ella solo necesitaba a su príncipe azul a su lado, y éste nunca lo estuvo.

- ¡Que mala es Petronia!. Barbatán es bueno y solo se preocupa por su reino. No lo debería haber abandonado, al contrario, quererlo y admirarlo por lo justo que es. ¿O no Cuatropelos?

- Mala, mala, hombre, según se mire. Ella lo quería y lo admiraba pero se sentía muy sola. El trabajo no es lo más importarte si se tiene una familia por muy importante que éste sea. Hay cosas que están por encima ¿no crees?

- No se, no se…pero…el pobre Barbatán tampoco se merecía eso.


Si bien este hecho debería haber apenado a Barbatán, no solo no lo hizo sino que en realidad se sentía muy decepcionado y enfadado por la ingratitud que había mostrado Petronia por no haber sabido apreciar la importancia de su labor con el reino. La odiaba con toda su alma y se alegro de que lo hubiese abandonado porque esta huida le demostraba que ella era malvada, más si cabe teniendo en cuenta que una madre jamás abandona a su hija, ni tan siquiera velando por la seguridad que otorga ser la princesita del reino. La presencia constante de la pequeña conseguía que el rencor triunfara en la batalla, que como un veneno, se apoderaba cada vez más del corazón de Barbatán; su princesa se parecía tanto tanto a su madre.

Con el paso del tiempo su dedicación al reino fue aumentado progresivamente. La ausencia de una motivación por la que descansar, unido al nulo interés por compartir un poco de su espacio con su hija, lo transformó en Barbatán III “El Infatigable”. Se adentró en una dinámica de vida autodestructiva y trabajaba día y noche obligando a todos sus súbditos a hacerlo también. Exigía dedicación absoluta al trabajo, el reino era lo más importante. Una de las tareas en las que ponía más empeño era en la busca y captura de Petronia y su amante para condenarlos por alta traición. Su sed de venganza le obligaba a imaginarse constantemente como los atrapaban y el capitán era ejecutado frente a Petronia. El odio que sentía para con Petronia era trasladado al resto de sus súbditos y el sufrimiento que posteriori ella padecería, si la atrapaban, lo soportaban los que rodeaban a Barbatán en carne propia. Barbatán se había convertido en el Rey déspota y caprichoso que jamás había querido ser.

- Ya le vale a Barbatán. Qué culpa tendrán los súbditos de sus problemas. Es un impresentable, no me gusta nada la gente que paga con los demás sus problemas personales…

- Pues eso le pasa a más gente de la que te crees. Cuando caemos no solemos hacerlo solos, sin querer arrastramos con nosotros a un pozo aquellos que nos rodean y nos quieren sin importarnos su sufrimiento. Es…como el drogadicto, que piensa que solo se hace daño a si mismo sin pensar en el padecimiento de sus padres y hermanos.

- Pues si es verdad que pasa. Bueno…¿Qué paso con Barbatán?

Pues ya se había convertido en Barbatán III “El Implacable”. Era un Rey temido y no solo por sus súbditos, sus vecinos que estaban acostumbrados a un monarca dialogante ahora veían en Barbatán a un rey que cada vez que surgía algún conflicto los solucionaba de un modo belicoso y guerrero sin importarle los daños colaterales.

Un día sucedió un hecho inesperado. Un reo que aguardaba su ajusticiamiento por robar una hogaza de pan escapó de su celda. La mala fortuna le obligo a que en su intento de huida se cruzase con la princesa, e hija de Barbatán, que daba un paseo por el castillo. La retuvo como rehén amenazándola a punta de cuchillo. Algo removió las entrañas de Barbatán. El miedo a perder a su hija lo invadió de un modo que le sorprendió incluso a él. Aquella niña, ya una adolescente, a la que había rechazado e ignorado tantos años estaba en peligro y por nada del mundo quería perderla, y, aunque era magno y arraigado su empeño en odiarla, no podía evitar quererla más que nada en el mundo.

- Ahora es cuando Barbatán se vuelve bueno otra vez ¿Verdad?...yo sabía que se volvía bueno de nuevo.

- A lo mejor se vuelve aún más malo. Todavía no sabemos que le va a pasar a la princesa.

- Por cierto. ¿cómo se llama la princesa?

- Cállate, ahora te lo digo…

La princesa Celina estaba en un aprieto y el Rey Barbatán lejos de negociar con el secuestrador le instaba a asesinar a la chica si así lo veía conveniente. Le aseguró que su muerte era segura independientemente de lo que hiciera y solo cambiaría en lo piadosos de los métodos. El reo se rindió y soltó a la princesa, no era un asesino, solo un hombre asustado. Barbatán lo atravesó con su espada sin piedad.

- Un poco hijo de p… ese Barbatán. Yo creyendo que se iba a volver bueno…perdona…

Aunque el incidente con la princesa había acentuado su inflexibilidad, algo había cambiado. Le inundó un sentimiento que no era percibido por los demás pero que a Barbatán le inquietaba profundamente. El pánico que había sentido por el temor a perder a su pequeña princesa le demostró que aún conservaba un pequeño reducto de aquello que antes consideraba corazón.
Inconscientemente empezó a interesarse por Celina, y, aunque la trataba con mayor brusquedad que nadie, aquello era un rasgo inequívoco de su preocupación y amor por ella. Celina, que era una chica lista, se había percatado de esta circunstancia y aunque no se lo manifestara a su padre prefería que le tratara mal, signo de que aún la quería y se preocupaba por ella, a que la ignorara totalmente, tal y como había hecho todos estos años atrás.

Algunos creen que fue su acercamiento a la princesa, otros que simplemente quería asegurar egoístamente la sucesión al trono; lo que si es cierto es que poco a poco empezó a abrirse un poco a los demás. Casi sin darse cuenta y gracias a las visitas que hacía diariamente a la princesa empezó a sentirse atraído por la asistenta personal de Celina, amiga personal de Petronia a la que le había encargado el cuidado de la niña tras su marcha. En aquel momento, y quizás por comodidad, Barbatán se había mostrado indulgente con ella y permitió que permaneciera al cuidado de la niña. Ahora se alegraba de no haberla ejecutado, pensaba que se había vuelto un “blando” porque Ofelia, que era como se llamaba la mujer, le gustaba más de lo que él quisiera reconocer. La dificultad añadida era que aunque Ofelia no se lo había declarado directamente, su comportamiento indicaba que si Barbatán no se mostraba más cariñoso y bondadoso no tendría nada que hacer con ella. Barbatán se sentía azorado y aunque no fuese hombre dispuesto a negociar con nadie, empezó a planteárselo seriamente. Demasiado tiempo solo.

Este incipiente amor propició un ablandamiento en el carácter de Barbatán que hacia recordar levemente a aquel al que llamaban “El Muy Ecuánime”, pero un mal día Barbatán cayo gravemente enfermo.

- Y murió ¿verdad cuatropelos?

- ¿Y por qué iba a morir?

- No se. En algunas de tus historias la gente encuentra la redención justo antes de morir.

- Depende, hay gente a la que no le sienta muy bien morirse. Se vuelven egoístas y mezquinos sin importarle los demás. A veces ese rollo de aprovechar a tope lo que queda de vida también “mata” un poco a los que lo sufren, que además suelen ser los que más nos quieren ¿verdad?. Déjame que termine y veremos si se muere o no. ¿Vale?

Al caer enfermo, y lejos de encontrar la redención, se sintió fuertemente decepcionado. Creyó que aquella enfermedad era una maldición por haberse planteado cambiar. El mismo veneno que lo convirtió en “El Implacable” lo transformo en Barbatán III “El Aterrador”. Ordenó a sus oficiales recluir a Celina y a Ofelia en la torre más alta del Castillo y mandó cortar la lengua a todos aquellos que supieran el paradero de las dos mujeres. Pensó que si iba a morir su reino también lo haría con él declarando la guerra a todos los reinos adyacentes en una serie de acontecimientos que sumieron aquellos tiempos en los más oscuros y sangrientos que se habían conocido jamás. Hasta su muerte aquel fue un reinado de muerte y destrucción que concluyo con la desaparición de todo lo construido durante siglos. Un lugar que conoció una vez tiempos felices en manos de Barbatán y que él mismo destruyó.
FIN.

- ¿Ya está?. Pues vaya mierda. Yo creía que al final Barbatán se casaba con Ofelia y todos eran felices y comían perdices.

- Las historias no siempre acaban bien. A lo mejor esta es una de esas… Bueno. Vale. A ver si así te gusta más.

Al caer enfermo sintió miedo. Creyó que si moría solamente quedaría en el recuerdo aquel Barbatán “El Implacable” movido por la venganza y el odio. Nadie recordaría aquel Rey que jugaba con los niños del castillo, amigo de su séquito y de sus súbditos, que regalaba pan y no ejecutaba a los que lo robaban por necesidad. Solo recordarían a aquel soberano ejecutor y exigente al que nadie recordaría ni llevaría flores a su tumba. Este sentimiento se veía acentuado al ver a una hija a la que repudió una vez a los pies de su cama sin abandonarlo ni un momento, sin importarle que aquella enfermedad fuera producto de su propia autodestrucción y el afán de atormentar a los demás, sin importarle todo lo malo que él había hecho. Concluyó darse una segunda oportunidad y una vez recuperado se tomó la responsabilidad de gobernar de un modo más relajado. Decidió intentar recuperar el tiempo perdido junto a Ofelia al lado de su hija Celina que un día llegó a ser Reina.

Si recorremos las ruinas de aquel viejo castillo aún se pueden encontrar los restos deteriorados del sufrimiento causado por un Rey malvado que en realidad era un hombre triste. Pero también quedan los reductos de la grandeza del reino construido por Barbatán en los tiempos de Ofelia y Celina. Si caminamos por un sendero que se adentra en el bosque nos llevara a un lugar ajado por el tiempo en el que se haya un mausoleo con una gran piedra de mármol en la que aún se puede leer: Aquí yace Barbatán III “El Misericordioso”.
FIN –OTRA VEZ-

- Me gusta más así cuatropelos. Donde va parar. Un cuento no puede acabar tan mal como en la primera versión. Por cierto ¿qué paso con Petronia?

- Pues Petronia cansada de pasar penurias y calamidades junto a aquel capitán también lo abandonó y acabó casándose con un príncipe oriental. Vivió feliz rodeada de lujos y riquezas en un harén junto a las diecisiete mujeres del príncipe. No tuvo hijos y ésta vez le dio igual si su príncipe azul estaba a su lado.

- ¿Ves como son mejores los finales felices?...¿seguro que este cuento ha pasado de verdad?

- Palabrita de cuatropelos.

- Si tu lo dices…

3 comentarios:

Belén dijo...

la verdad es que es peligroso el aburguesamiento eh?

Joe...

Besicos

Anónimo dijo...

muxo sentido tiene...si...
enga, salut!

Mixha Zizek dijo...

me gustó la historia aunque la
primera versión es poderosa, aunque se supone que la piedad triunfa sobre todo, vaya a saber uno en la vida real... un besote fuerte

feliz navidad y buen año nuevo