El hombre sin memoria
Érase una vez un hombre que tenía una vida, una vida que cumplía todas las expectativas de lo que se presupone una existencia plena. Un buen día esa vida fue renovada, y fue renovada en tal grado que esa nueva y onírica existencia se convirtió en la única y verdadera realidad. Ese hombre, de repente, olvidó que tenía inquietudes, olvidó que tenía algo que decir, olvidó que poseía de un bien para expresarse licenciosamente. Un bien tan importante para muchos como es la libertad. Durante ese periodo de indiferencia sobre su propia capacidad de expresar sus acuerdos y desacuerdos, ese hombre llegó a olvidar que poseía los medios para poder expresarse, olvidó incluso las “claves” para poder pronunciarse y el destino se alió en su contra para poder acallarlo. Hastiado de las contrariedades volvió a olvidar esa inquietud.
Ya cansado de todas las incidencias que le habían obligado a olvidar que poseía de la capacidad de comunicar, pasado un tiempo el hombre observó que a su alrededor la gente se expresaba. Un café con agua gritaba con la misma ilusión con la que él empezó, viendo que otras personas intentaban mostrarnos algo que a su entender podría interesarnos. Esa era la esencia.
De repente un día dijo…¡QUIERO HABLAR!..despertó y volvió a recordar. Sin promesas, sin falsas expectativas. Solo con la firme intención de seguir siendo el mismo personaje de ficción que le dio la autoridad de susurrar lo que realmente sentía y que dejó atrás a tantos a los que leer y disfrutar.
Volver…eso sí, sin la frente marchita que tampoco ha pasado tanto tiempo.
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