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30 de octubre de 2008

El Retorno de Tolomeo

Como norma general las trilogías suelen servir para conseguir que una buena película, o un buen libro, pase a formar parte de un conjunto mediocre. Salvo excepciones en las que dichas trilogías son concebidas como tales desde un inicio, las secuelas o precuelas no alcanzan casi nunca el mismo nivel que la idea inicial, consiguiendo incluso desprestigiar a esa obra inicial y se difumina la buena impresión que causó por culpa de un mal producto final.

Este no es el caso, habida cuenta que Tolomeo es un hombre que lo ha alcanzado todo en la vida: una significativa desfachatez y una notable poca vergüenza; además ha conseguido con un sentimiento de superioridad hacia los demás culminar brillantemente su propia gran trilogía de condiciones humanas despreciables, otorgándole meritoriamente el título de personaje VIP -Very Infamous People- para todos los que tenemos la desgracia de convivir con Tolomeo.

Que el ladrón cree que todos son de su condición es un dicho popular con el que tengo ciertas discrepancias. Entendiendo que estos dichos como expresión de la cultura popular a fin de ilustrarnos con ciertas verdades de la vida, al suscribirlos con una serie apellidos o condiciones, contribuirían negativamente a la dispersión de la idea, algo muy contraproducente para los que nos distraemos con facilidad. Pero para este caso concreto incluirle un “y el que no es ladrón, es porque no sabe o no puede” creo que se acercaría a un concepto ligeramente más acertado.

Y es para Tolomeo el mundo está mal concebido; él no se siente obligado a seguir las normas no escritas por las que nos regimos el resto de la humanidad, porque él solo cumple a rajatabla las leyes “oficiales” de los libros que llevan inscritos escudos también oficiales, pero por supuesto solo las que le interesan, para las que no le afectan aplica la desfachatez y la poca vergüenza porque ¿Dónde esta escrito qué en el supermercado hay que pasar por caja una vez llenado el carro de la compra?

Cuando Tolomeo va al supermercado no coge cesta ni carro. El buen señor selecciona dos artículos, los pone en la caja y a continuación se marcha. Durante todo el proceso “artimaña para no esperar mi turno como los demás”, va colocando en la cinta productos de dos en dos, advirtiendo a los que intentan pagar que aquel era su turno, pero como le faltan algunos que se le han olvidado, es magnánimo y los deja pasar. Eso si, los desafortunados a los que les toque pagar y se encuentren con que Tolomeo ha terminado su compra, no se salvan del escarnio público de ser acusados por Tolomeo de colarse o de haberlo intentando de mala fe, ¿acaso no habéis visto que tenía la compra colocada?, porque así, siempre ha sido el turno de Tolomeo.

Tolomeo sonríe avieso cuando guarda su compra en las bolsas, él es listo, el resto idiotas. La idea de que la ética nos impide a los demás realizar este tipo de acciones es un concepto inconcebible y demasiado abstracto para él.

Hazlo tu también, si no lo haces es porque eres tonto… (Palabra de Tolomeo)

¡¡Te despreciamos señor!!

27 de octubre de 2008

Cementerio de Elefantes

El primer día es el más importante. Todo aquel que había estado aquí me lo advertía; todo aquel que había vuelto de aquí lo hacía siendo menos él. Demasiado vital, tú no vales para este sitio. Los compañeros se empeñaban en convencerme para que no viniera, para mí, lo que no tenía sentido era quedarme en la sede de la organización cruzado de brazos sin ofrecer una ayuda real a aquellos a los que solo conocía sentado en una cómoda silla de oficina a través de un triste ordenador. Demasiado testarudo.

Era cuanto menos desmoralizante comprobar que todo el esfuerzo que se hacía desde la sede de la ONG no tuviera constancia en aquel campo de refugiados, porque salvo nuestra presencia aquí, los suministros brillaban por su ausencia y precariedad. Cientos de miles de refugiados huyendo de la guerra y la hambruna se hacinaban en aquel lugar sin nombre y sin esperanza. Los muertos por hambre o enfermedad se contaban por centenares diariamente, a excepción de aquellos días en los que llegaban partidas de medicamentos y harina, que hasta que se agotaban, permitía que algunos prorrogaran su inevitable muerte unos pocos días.

El primer día es el más importante, porque, el primer día aquí cambió mi vida. Hasta un submundo inconcebible puede albergar un inframundo aún más inhumano. A aquella zona del campamento, apartada y ajada por el sol la llamaban el cementerio de elefantes. Consumidos por el hambre y la enfermedad muchos se dirigían a aquella explanada a esperar el final. Seres humanos escuálidos y enfermos tumbados en el suelo y que ni tan siquiera luchaban por encontrar algo sombra; simplemente permanecían allí esperando una muerte segura.

En aquel espacio estéril llamaba la atención la figura de un anciano, que sujetando un cayado, parecía vigilar una amenaza invisible que le inquietaba aún más que la propia desolación que le rodeaba. En aquella representación del mismísimo infierno, tan famélico y enfermo como los demás, se levantaba de forma intermitentemente inquieta e intentaba a la carrera espantar a unos fantasmas que aparentemente únicamente habitaban en su imaginación.

Cayó al suelo inevitablemente, agotado, hambriento. No eran condiciones para hacer aspavientos a vara alzada. Al principio no entiendes porque un compañero intenta evitar que prestes ayuda; no te impliques demasiado. No tiene nada que ver implicarse con levantar a un ser humano del suelo. Sin fuerzas para poder incorporarse por si mismo, murmuraba lamentos en su dialecto tribal. Asintió agradeciendo el auxilio y de forma incomprensible intentaba volver a su roca para seguir protegiendo a aquella gente de una supuesta amenaza producto de la sed y la fiebre. Cuando alguien te mira a los ojos con la expresión de aquel al que pretenden expulsar del lugar al que pertenece comprendes que no necesita tu ayuda, que no quiere un poco de agua, que no quiere un trozo de pan; comprendes que debes respetar su deseo de permanecer allí, con su báculo, en su roca.

Por segunda vez me miró a los ojos señalando un matorral lejano. Los arbustos se movían inquietos si poder apreciarse claramente que era lo que los agitaba. Por un momento pude ver la cabeza de un buitre que a ratos controlaba casi racionalmente el estado de aquel espacio de muerte. Aquel hombre dijo algo que no podía comprender, era mi primer día.

Un buen compañero debe intentar evitar un sufrimiento innecesario; mientras nos marchábamos le pedía insistentemente que me tradujera lo que aquel hombre me había dicho. No merece la pena que sepas. Si merezco saber.

- Si estoy vivo no. Si estoy vivo nadie volverá a alimentarse de los míos. Si estoy vivo no.

Aquel hombre no velaba un peligro imaginario. Aquel hombre prometió que hasta su muerte evitaría que los carroñeros se alimentasen de su gente, de sus niños. Un hombre que se sabía alimento de los buitres una vez caído, pero que mientras pudiese mantenerse en pié cuidaría de los que como él esperaba la muerte en aquel cementerio de elefantes. El primer día es el más importante, aquel día deje de ser un poco menos yo.






Ahora vuelvo a casa. Tan vital, tan testarudo. Por rechazar un tratamiento que no me pertenece. Por desistir a tomar un medicamento que corresponde a la gente que dejo atrás; vuelvo a casa tan enfermo y cansado como los que fui a salvar.

Retorno a mí cómoda civilización sin la certeza de volver a tiempo, con la incertidumbre de que sea demasiado tarde para un humilde cooperante que solo quiso ayudar. La ironía de saber que las enfermedades que se curan en una cómoda cama de hospital en una semana pero que mata a miles de seres humanos en sucias tiendas de campaña ha vencido al idealismo.

El viaje es lento, tan lento. En la camilla veo como el viejo buitre espera paciente mi caída dentro de la ambulancia. Pero he hecho un trato con él y ha accedido; me ha prometido esperar hasta que logre llegar a mi particular cementerio de elefantes…


22 de octubre de 2008

Pornografía infantil NO


NUNCA


No existe la más mínima justificación bajo ninguna circunstancia. Preservemos a la infancia ante esta lacra.



PORNOGRAFÍA INFANTIL NO.


Únete, más información en La Huella Digital y Vagón-bar.

Problemas tenemos todos

Rasgo inequívoco del ser humano es que no importa lo afortunados que seamos en esta triste vida, todos y cada uno de nosotros no podemos evitar tener algún quebranto. Hay ciertas leyes místicas no escritas que rigen sobre la máxima: salud, dinero y amor. Dichas leyes dictan que el aumento de uno de estos pilares implica intrínsecamente en detrimento de los demás, lo que implica, que el éxito en una de estas facetas de la vida nos ocasiona carencias en el resto que afectan directamente en nuestro nivel de satisfacción. Quizás podamos interpretar, no sin ciertas dudas, que en el equilibrio se haya la felicidad, un equilibrio harto complejo de conseguir.

Mentiría si no reconociera que tiene sus ventajas ser un muñeco imaginario bidimensional. Cuando paseas por la calle los niños te señalan con una sonrisa. Supongo que resulta grato encontrarte de frente con la fantasía; la irrealidad nos devuelve a la infancia y seguramente no es lo mismo para el personal de un banco atender a un señor con traje que a otro vestido de payaso, siempre y cuando la pistola que le apunte sea de agua, algo que no suele ser lo habitual. Sentirte querido por la gente y comprobar que el clásico funcionario de carácter agriado te trata con simpatía, no tiene precio.



Al hilo de lo anteriormente mencionado también he de decir que cuando hace viento puedo estar horas agarrado a una farola como si fuera una bandera. También puede que un gracioso te tire al suelo, te coloque una piedra encima y no te puedas levantar. Aviso: ¡No es gracioso!; y menos si la gente encima se ríe de ti porque piensa que estas haciendo una actuación cómica. En fin, avatares que tiene la vida.

Lo que me compensa un ámbito de la vida, desequilibra mi balanza en otras cuestiones no menos importantes. A veces me siento como un Nexus-6 justo antes de morir, porque aunque ficticio e irreal, como todo ser consciente, uno tiene su corazoncito, y, no hay motivos para no reconocerlo, también ciertos impulsos. Que a una chica le parezcas pintoresco, simpático e incluso “mono” a veces no es suficiente para alcanzar el éxito en el amor…sexo, para que nos vamos a engañar; por eso aprovecho esta ocasión para dar las gracias a aquel al que le debo la vida, mi creador, y formularle una pregunta que alivie una de mis grandes dudas existenciales:

¿Por qué no me dibujaste con pene?

Aunque solo fuese uno pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos…como Platero.

20 de octubre de 2008

Yo soy “Peio”

“Peio” tiene solo media lengua pero sabe pedir lo que quiere. El milagro de la vida consigue que algo tan pequeño esté tan presente. Demasiado pequeño para ser tan cabezota y ordenado.

Cuando “Peio” quiere algo no ceja en su empeño; cuando “Peio” quiere algo lo consigue. Cuando “Peio” te ve triste te abraza y te acaricia el pelo, es todo corazón. Demasiado pequeño para saber como sacarte una sonrisa.

Para “Peio” la comida es sagrada y su único empeño es ser como tú y como yo. “Peio” no quiere ser especial por ser casi un bebe. Demasiado pequeño para estar tan vivo.

Me llamo “Peio” y voy a cumplir dos.



17 de octubre de 2008

La cortesía y el descortés

Ambos esperaban en el sombrío portal. El ascensor se estaba demorando lo necesario para provocar uno de esos silencios incómodos posteriores al saludo inicial. Ser un artefacto lo suficientemente antiguo como para no poseer indicador de planta no colaboraba mucho en aliviar dicha circunstancia.

Él miraba el techo de un modo tan forzado, que junto a las muletas que le ayudaban a caminar dado que había ejercido su derecho a lesionarse por practicar cierto tipo de deportes a determinada edad, le otorgaban un aspecto extrañamente castrense. Ella observaba el suelo detenidamente y, aunque rondaba la treintena, el peso de las bolsas de la compra disponía una caída de hombros más propio de una anciana.

Tarde o temprano todo llega:

- Pase usted primero.
- No por Dios, pase usted primero, que va con muletas.
- Pero usted va cargada de bolsas. Pase, pase.

Ninguno de los dos quería entrar primero en el ascensor, en tanto en cuanto él creía que como caballero debía dejar pasar a una dama que además iba cargada, a la mujer no le parecía ético que ella entrara en primer lugar dado que el hombre además de “andar” cojo se apeaba en un piso superior, lo que le supondría tener que salir del ascensor para que ella pudiera bajarse.

Mientras acontecía la cortés discusión, de entre las sombra una ágil figura sorteó a tan educados vecinos para entrar en el ascensor. Sin atisbo de culpabilidad pulso el botón del piso a donde iba y se marchó dejando a éstos plantados en la puerta del elevador.

- ¡Que poca vergüenza tiene el niño del tercero! –exclamó la mujer-. El hombre se lamentaba negando con la cabeza y gesto de indignación.

De nuevo estaban los contendientes de las buenas formas aguardando la llegada del ascensor, pero en esta ocasión ella miraba al techo y él al suelo. En esta ocasión tardó algo menos, pero la impaciencia por llegar a casa aumentaba la sensación de espera. De nuevo comenzaron las gentiles invitaciones pero esta vez con cierto “toque” de desesperación:

- Pase por favor.
- Que no, pase usted.
- Por favor.

De repente los dos intentaron entrar en el ascensor. Rendidos a las continuas invitaciones, ambos decidieron pasar primero coincidiendo que lo hacían a la vez.

La natural inestabilidad del hombre con muletas y el temor a que soltar las bolsas para no romper alguna que otra botella de cristal culminó con que el choque de hombros acabó con una significativa y aparatosa caída. Con ellos en el suelo, otro vecino desde alguna planta llamó al ascensor, volvían a quedarse tirados.

De repente comenzaron a reír desaforadamente, la situación era para llorar, el bendito buen humor había ganado.

Por tercera vez se abrieron las puertas del ascensor en la planta baja; una señora mayor salía con su bastón y se les quedo mirando por encima de sus minúsculas gafas de pasta.

- ¡Que poca vergüenza! Tan mayores y tirados en el suelo haciendo el ganso. Está visto que ya no existe la educación.

Y rieron aún más…



Moraleja: Pensar siempre en los demás a veces conlleva la decepción de no ser correspondidos tal y como nosotros lo hacemos. Solo nos queda el consuelo de alegrarnos de que nos reímos tanto…que hasta vomitamos.

Como dijo Don José Luís Rodríguez: Numerao, numerao, viva la numeración ¡¡Yeah!!

14 de octubre de 2008

Que se mueran los viejos. (Parte Tercera)

Viene de la 2ª Parte.

- ¡Mañana cuando vuelva a ser joven os voy dar una paliza!

Los dos agentes que lo conducían al vehiculo policial ya habían sido advertidos de los arrebatos violentos de aquel señor. Habían sido previamente informados de que llevarlo de vuelta a casa podría no ser una tarea tan sencilla como podría preverse.

- ¡Que energía tiene el señor! ¡Estése quieto! –increpaba la policía intentando hacer entender al pobre hombre que su insistente resistencia no tenía ningún sentido-

Aquel estaba siendo el peor día de su vida. Mucho peor que cuando sus padres lo cazaron falsificando las notas. Más aciago que el día en el que se topó con un individuo que no se dejó avasallar y le dio una lección ante la mirada de sus súbditos pandilleros. Cerró los ojos en el coche patrulla en un intento desesperado por volver a dormir. Despertar de aquella pesadilla que ya estaba durando demasiado era su única y, quizás, mejor opción.

- Por favor, no lo metáis en el calabozo. No es un delincuente, solo está enfermo. –suplicaba la hija que ya esperaba en la comisaría-
- Es por su seguridad señora. Sabe que si no lo hacemos intentará escapar –explicaba el comisario-. No se preocupe, mientras viene el doctor estará solo en la sala de interrogatorios y pondremos a un agente en prácticas vigilando que no se haga daño.

Le resultaba irónico contemplarse repente en comisaría con aquellos viejos y desvencijados huesos, simplemente por andar por la calle, cuando antes jamás había sido detenido por todas aquellas gamberradas que practicaba a diario. Verse en aquella circunstancia, parecía casi divertido.

- Buenas tardes, ¿otra vez lo ha hecho? –se presentó el psiquiatra visiblemente molesto por la interrupción-
- Si, doctor. Ha vuelto a escaparse. –respondió la avergonzada hija-

El chico atrapado en aquel octogenario problema observaba detenidamente al que denominaban doctor, a aquella que decía ser su hija y al señor comisario; papel el de éste último más conseguido de aquella sala de interrogatorios. Según su apreciación aquella alucinación no escatimaba en presupuesto.

- Esto no puede continuar –increpaba el comisario-. No podemos poner en jaque a toda la policía por culpa de un viejo loco. Ingrésenlo en una institución.
- Yo no puedo ingresar a mi padre. En ningún lugar estará mejor que en su casa, ¿Verdad doctor?- justificaba la mujer-.
- Antes era así. Pero esto va a peor. Ya sabíamos que empeoraría, esta enfermedad es así, sin solución y sin esperanza de mejora. Creo que el Sr. Comisario tiene razón, su padre debería ser ingresado –explicó el doctor con actitud condescendiente-.
- Pero usted me dijo…
- ¡Yo no he hecho nada! –interrumpió el pobre viejo-. Esta señora tiene razón, tengo que irme a casa para volverme otra vez joven. Lo mío solo se cura durmiendo.
- ¿Qué no has hecho nada? ¡Has estado doce horas perdido! –gritó la hija al borde de un ataque de ansiedad-
- No estaba perdido, estaba paseando, quizás huyendo, pero no sabía a donde ir –indicó el señor jugueteando con un cinismo provocador-.

El doctor empezó a explicar que en su estado senil era normal retrotraerse a una etapa feliz. La no aceptación de su enfermedad podría llevarlo incluso a un pasado imaginario en el que la vejez era el enemigo como era en este caso. Y en este caso la huida era propiciada por una vuelta a la realidad, una realidad en la que recuperado su verdadero aspecto anciano, sus maltrechas neuronas se empeñan en negar.

De repente empieza a recordar. Como por arte de magia se acuerda de su difunta María, aquella que tanto lo cuidó al principio de su enfermedad y cuya muerte lo encaminó hacía la negación total. Reconoció a la mujer, aquella que lo abandonó todo para atenderlo con el celo que solo puede entregar una hija amante. Los recuerdos empezaron a ordenarse en su memoria como papeles tirados en el suelo y alguien se ha empeñado en colocarlos en su lugar. De repente empieza a llorar…

- Lo siento, lo siento mucho. No sabía, no comprendía. Lo lamento hija –a veces recuperar la consciencia es más duro que el propio mal-.
- No te preocupes papa. Vamos a casa.

Desde la ventanilla del coche ve pasar la ciudad. Ha crecido tanto que casi no la conoce; no hace falta estar enfermo para perderse en esta colmena.

- Hija, ¿Sabes que han construido en el viejo campo de fútbol? Ya no se construye como antes. La pintura está tan deteriorada que pareciera que tienen cincuenta años.
- Papa, es que tienen cincuenta años. Duerme y descansa mi niño grande…

13 de octubre de 2008

Reflexiones (quizás) más que irrelevantes.

Érase un blog que comenzó por la inevitable necesidad del autor de decir algo. Se dio cuenta de que si no colaboraba en una “comunidad” jamás tendría repercusión. Dicho blog, que era honesto consigo mismo empezó a aglutinar una comunidad alrededor, pero no una comunidad de comentadores cualquiera, juntó a grandes blogs que formaban parte de éste como él formaba parte de los demás.

Pero el mundo blog es ingrato…

A veces nuestro tiempo como bloggers no es tan grande como miembro de esa comunidad. Y, lo más importante es publicar.

La comunidad desapareció a excepción de algunos miembros fieles. Grandes bloggers que aunque con su propio mundo, nunca olvidó que antes hubo un espacio, que aunque humilde, siempre se acordaba de lo suyos. Y este aunque este blog no fuese capaz de descolgar el teléfono, nunca olvidaba y nunca dejaba pasar por alto la lectura de éstos a los que considera sus camaradas.

Lo triste es que muchos han desparecido por eso. Sin saber que en las sombras eran seguidos, decidieron abandonar.

Y pido como humilde blog, que nunca desaparezcan blogs porque se crean olvidados, aunque la rutina haga sentir a sus dueños como olvidados sin serlo.

Si veis que un blog se apaga, gritadle que no lo haga. Que estáis ahí para leerlo porque en el fondo, todos necesitamos saber que hay alguien al que le interesa lo que contamos. Si en algo no sabéis que contestar, decid solamente hola.

No permitáis que mueran blogs que no lo merecen. Hacedlos sentir, vivir, contar, transmitir… siempre, siempre, todos saldremos ganando.

Dedicado a unforgettable solitude, guia y ejemplo de honestidad blog y de cuyo autor pude leer uno de los post, en mi humilde opinión, más grandes que ha dado la blogosfera hispana.

8 de octubre de 2008

A Juan le gustan los huevos fritos

A Juan le gustan los huevos fritos. Le gustan en su punto, ni muy hechos ni muy crudos. Le encanta romper la yema y apurarla al máximo sin escatimar trocitos de pan. A Juan no le gusta cuando la yema se queda demasiado cuajada.

Juan es un generador de emociones. Invita a la risa, la ira, el miedo, la ternura, la imaginación, la impotencia y, sobre todo, a la alegría y a la felicidad. Juan excava en los jardines en busca del centro de la tierra, salta con fuerza para tocar las estrellas con la mano o dibuja mundos imaginarios en los que él puede realizar cualquier proeza.

Es amigo de sus amigos, fiel, sincero y ha aprendido a ignorar a todos aquellos que no lo respetan o no le hacen caso. Es persona, antes eso le hacía daño.

A Juan le gustan los huevos fritos, si es con patatas fritas, mucho mejor.


2 de octubre de 2008

Historias del grano de arena. # 16. ¡Virus!

Algunos científicos afirman que lo más probable es que al ser humano no le de tiempo de destrozar la Tierra. Apuntan a que tarde o temprano seremos diezmados por alguna enfermedad mortal que acabará con nosotros antes de aprender como curarla. La humanidad tendrá que empezar de nuevo, al más puro estilo de los relatos apocalípticos, y solo los más fuertes se salvarán para emprender la aventura de crear un mundo nuevo.

Mientras tanto convivimos con multitud de epidemias mas o menos graves, en la mayoría de los casos “molesta”, y, de eso trata la historia del grano de arena, de un malicioso virus que trae en jaque a ciertos núcleos con consecuencias realmente desagradables.

Y en esas andaba este humilde cuatropelos. En una obligada visita al médico por una dolencia gastrointestinal, de carácter aparentemente vírico, esperaba mi turno en la sala de espera. La mayoría de los que allí aguardaban sufrían síntomas similares. Entre estas personas, un abuelo y su nieta, esperaban pacientes para que el doctor viera al primero. El pobre señor había amanecido vomitando y con una colitis de relevancia; su nieta de unos doce años, a esas edades cualquier excusa es buena para no ir al colegio, acompañaba a su pobre abuelo dado que consideraba que a sus años no debía ir solo al médico.

El abuelo contaba batallitas mientras la muchacha miraba al techo del consultorio con la mirada dispersa y sin prestar mucha atención:

- Pues mira hija, está todo el mundo igual. Mi amigo Paco dice que es culpa de los inmigrantes, que nos traen sus enfermedades, y yo le digo: ¿tú conoces a algún negro?, no verdad, entonces como te van pegar las “cagaleras”. Vamos, yo creo que es al revés, si alguien tiene que contagiarse son ellos…¿no ves que nosotros somos más? –el abuelo hablaba sin parar mientras la nieta asentía ausente-. Pues mira hija…

- Abuelo…-interrumpió la chica con cara de incredulidad- ¿Se te ha escapado un pedo?

- No hija, no se me ha escapado. Me lo he tirado a conciencia. ¿no ves que en mi estado si me lo aguanto puedo hasta morirme?

- Ya te vale – respondió la nieta medio indignada-

- Pues mira hija –continuaba el abuelo con su alocución- , yo creo que cualquier día de estos nos vamos a ir todos a tomar por saco. Va a venir un virus mortal y va a acabar con todos. ¿cómo se llama eso?...Para...

- Pandemia abuelo, pandemia –corrigió la nieta con la actitud de los jóvenes frente a los mayores cuando piensan que éstos no se enteran de nada-.

- Eso, pandemia. Pues va a venir una pandemia de esas que nos va dar matarile…

- Abuelo…¿Otra vez? Córtate un poquito.

- Lo siento hija, es que no puedo evitarlo ¿sabes? Aguantarlo no es sano en mi situación –justificaba el abuelo-.

Cuando aún no había terminado de disculparse el abuelo, repentinamente levantó ligeramente la nalga derecha y dispuso un gesto de empujar arrugando el entrecejo.

- Este ha sido bueno -dijo el abuelo-, de los prolongados que no suenan pero que alivian una barbaridad

- Abuelo…creo que voy a vomitar –respondió la nieta con cara de repugnancia-.

- ¡Ay hija mía! …pobrecita...ya has cogido el virus.